Normal. Seis letras muy peligrosas. ¿Qué es lo normal? ¿Quién es normal? En realidad todos. “Todo el mundo es normal hasta que lo conoces”, gran frase que tengo de lema en mi perfil de whatsapp y que es totalmente cierta. Todos normales, “normalizados” como los envíos de correos, todos cortados por un mismo patrón, todos con nuestras cadaunadas, lo cual es también otra forma de normalidad. No obstante, todos queremos diferenciarnos, pensarnos, creernos y esforzarnos en ser únicos, vestirnos con ropa que nos distinga, escuchar música distinta… para acabar todos aún más normalizados. Incluso los grupos marginales, los excluidos, de forma voluntaria o no, de la sociedad son algo normal que acaban pareciéndose entre sí, y refuerzan esa normalidad ya que, lo normal es que en la sociedad acaben conviviendo las tribus urbanas, los pobres y los “normales”.
Hasta aquí todo normal. O no. Porque, como bien he dicho, todo el mundo es normal hasta que lo conoces y, entonces, de normal poco. Nada. Más bien, bastante anormal.
Pues eso es lo que pasa aquí. Tenemos un asesino tan excesivamente normal por fuera, que los testigos de sus asesinatos no reparan en él. Todos le describen como “no sé, era normal…” y esto saca de sus casillas al policía Félix Fortea, a quien Lara, la psicóloga, intentará ayudar con imposibles diagnósticos como prosopagnosia, o ceguera facial, o amnesia colectiva, sin creérselo ella misma.
Los sucesos avanzan a buen ritmo. Conocemos a los personajes y nos vamos turnando al meternos en la piel de alguno de ellos, incluso en la del asesino. Sus voces están bien llevadas en todo momento, el vocabulario es muy coloquial, sin términos grandilocuentes ni una prosa llena de florituras, lo cual se agradece y es lo que pide el libro. Por otra parte, Fortea, a su edad, sigue siendo un friki que además se liga a la psicóloga buenorra y flipa por eso durante toooodo el libro. (Tengo que reconocer que esta es la única pega que le pongo al libro, la increíble rapidez con la que se la liga o con la que ella se deja ligar).
Pero lo mejor, aparte por supuesto de la fluidez y facilidad con la que avanza la trama, y de pasar miedo por los protas a medida que pasamos las páginas, es la recreación de escenas cotidianas, la relación entre Fortea y Ana y entre Fortea y sus compañeros de trabajo, así como la inclusión de la pandilla friki que vive en La Cueva y que forman la sección informática, de los que no se sabe qué comen, pero los donuts son una apuesta segura.
El estilo de López-Herrero es tan visual, que en muchos momentos parece que estemos visualizando una película o algún episodio del palo de CSI, y eso es algo que a mí personalmente me gusta. Si cuando lees un libro visualizas a la vez lo que estás leyendo, o tienes mucha imaginación o el libro es bueno. O las dos cosas.
Descolocados como están, con teorías que van del asesino en serie a bandas organizadas del este, Fortea irá estrechando el círculo poco a poco, hasta que algo le detiene.
Confieso que hace tiempo que oí hablar de R. López-Herrero, pero no fue hasta hace unas tres semanas cuando me decidí a leer su Antonio mató a Luis con un hacha porque le debía dinero, un policíaco en clave cómica. Confieso también que no me gustó y no pude acabarlo, pero se veía que sabía escribir. Cuando me enteré de la existencia de Normal decidí darle otra oportunidad. Esta vez era un policíaco “serio”, o al menos no cómico. Y no me arrepiento. Lo he leído con mucho interés, he sentido la tensión de algunos momentos, me he sobresaltado en otros, me he llegado a emocionar y también he sonreído.
Los personajes me han perecido muy bien tratados, para nada planos, muy verosímiles y creíbles. La investigación me la creo y el desarrollo ha ido un ritmo que era el que tenía que ser. Y el final… ¡qué jodido gran final! Eso sí que no lo esperaba. Ninguno de los dos finales…
Así pues, si queréis una novela policíaca inteligente, fresca, divertida y muy entretenida para este verano, lo normal sería que leyerais Normal.
@palati77
Autor de Valeria y El diablo da las llaves del cielo