Reseña del libro “Nos crecen los enanos”, de César Pérez Gellida
Cuando reseñé Astillas en la piel supliqué –mentalmente se entiende, claro, yo no suplico por nada– que fuera el inicio de una trilogía (aunque todo pintaba que ese sería el caso, pero con los autores nunca se sabe). ¡Y, por de pronto, ya es una bilogía! Y a pesar de esto, y de haber pasado tan solo un año desde aquel libro, mi memoria al principio no era capaz de recordar por entero los pormenores. Pero no importa. No hace falta haber leído Astillas en la piel, ni nada de Gellida para disfrutar y entender este Nos crecen los enanos. A ver, es recomendable haber leído al menos AELP para entender la historia global, en su contexto, pero es cierto que desde el principio te lo explican, así que realmente la recomendación es eso, una recomendación pero no una necesidad.
Vamos al grano porque hay mucho que analizar en este libro y no pienso hacerlo (principalmente porque no quiero destripar nada) y porque es mucho trabajo, pero la reseña tiene que salir adelante y por mis huevos que va a salir.
Para empezar, fijaos en la portada. Una máquina de escribir con algunas teclas manchadas de sangre. Pero no unas teclas cualesquiera, no unas teclas al azar. Si miráis bien, veréis que son las teclas que corresponden exactamente con las letras del penúltimo libro del vallisoletano: Astillas en la piel. Reconozco que como portada es todo un puntazo. Si no te das cuenta no pasa nada, pero si lo sabes… tampoco, aunque entras en la lectura con otra óptica.
La novela negra negrísima que nos ocupa hoy va a girar sobre el prota de la anterior. Álvaro López de Aro, ha estado aletargado. Escritor famoso de novela negra (¿trasunto de Gellida?) vuelve a sentir la necesidad de matar cuando una perra descubre los cadáveres que dos años antes él mismo enterró. Es un hombre al que solo se le pone dura cuando causa dolor y sufrimiento a los demás, le da igual que sean hombres o mujeres. En cuanto vuelve a matar, sus ansias se desbocan y comienza a dejar un reguero de muertes de lo lindo, y claro, alguien tiene que pillarle.
Esa es grosso modo la trama. Es muy fuerte y está muy bien armada, como todas las tramas que escribe Gellida. Además, la lectura siempre se enriquece con datos, refranes y diálogos frescos y, sobre todo con diálogos realistas, verosímiles. Los personajes hablan como la gente de la calle, no son peliculeros ni engalanan falsamente sus frases.
Y junto a una buena trama ha de haber unos personajes bien definidos, y, a estas alturas en las que conocemos a varios de los habitantes del su universo gellidiano (Sara Robles, Ramiro Sancho, Erika Lopategui, Peteira) al que se unen otros nuevos y secundarios que no volverán a aparecer, como la señora de Logroño, sabemos que el autor construye personajes de puta madre. Incluso los que tan solo aparecen media página.
“Reconocer el olor que desprende el miedo me provoca una erección irrefrenable. Rosy emite agónicos gemidos que podrían confundirse con placenteros sonidos y eso me hace pensar que quizá la muerte esconda algo gozoso. La besaría si no me generara tanta repugnancia rozarla con mis labios. Me siento tentado a permitirle tomar aire, pero no quiero arriesgarme a que se pierda el orgasmo que está a punto de pasarme por encima.”
Por otra parte en Nos crecen los enanos me ha parecido que ha habido mucho sexo explícito, mucho correrse por aquí y por allá, muchas mamadas, algo de escatología con una periodista… Un libro que los Abogados Cristianos seguro que censurarían si (lo) leyeran. Que no estoy en contra de nada de esto, ojito, (del porno y la escatología, no de los aleluyos esos) y que también es cierto que el personaje lo necesita porque es un puto sádico y un degenerado con el que, al contrario que podía ocurrir con Ledesma, no se puede empatizar, pero la impresión que me ha dado es que Gellida se ha desatado ya del todo y no hay quien lo pare.
Nos crecen los enanos nos da, como cada libro de Gellida, lo mejor de él. Un libro en el que no hay que averiguar quién es el asesino porque ese nunca es el planteamiento del vallisoletano, sino que hay que disfrutar viendo cómo la poli llega a identificarlo y cómo trata de atraparlo.
Seiscientas y pico páginas de caza al asesino que se leen como un tiro, mejor con la música de León Benavente o Depeche Mode en el Zerocafé de tu casa, degustando un solysombra y dejando que el bueno del calvo nos cuente lo que quiera contarnos. Y contando también los días hasta el nuevo libro, que dice que será algo grande…
¡Hay que joderse, lo ha vuelto a hacer!