Novedades infantiles 12
Son raras las ocasiones, pero quizá por ello sean más especiales, en las que algunos de mis compañeros en el blog se pasean por esta sección infantil, dejando su semilla para compartir conmigo algunos de sus nuevos descubrimientos. Hoy le toca el turno a Andrés Barrero, que nos descubre a todos nosotros el mundo de un duende y un hada muy especiales, con sus increíbles palabras y con un compañero muy especial. Pero por si todo ello no fuera poco, otras mundo hará acto de presencia en este pequeño rincón donde todos los sueños pueden hacerse realidad. Porque la realidad es maleable, puede cambiarse, y son nuestros sueños, nuestra propia visión de ella la que transforma aquello que ya conocíamos, y lo descubriremos juntos, de la mano, o posando todos nuestros ojos en estas letras que os regalo. Sed bienvenidos, un domingo más, a nuestra sección de novedades infantiles, con seres de otro mundo en su interior y la imaginación de una niña, que lo hace todo posible.
Para hablar de Ben y Holly es necesario un esfuerzo de concentración para ampliar el campo del comentario más allá de la sonrisa de mi hijo cada vez que los disfruta en cualquiera de sus formatos, si es que hay algo más allá, claro. Hecho el sacrificio de ponerse por un momento los ojos de adulto para mirar a los duendes y las hadas no me resulta difícil decir porqué me gustan a mí y porqué me gustan para mi hijo, verán, el pequeño reino de Ben y Holly es un mundo mágico, pero es un mundo mágico en el que coexisten seres que dominan la magia, las hadas, con otros que no sólo no la dominan sino que son contrarios a su uso y en su lugar son laboriosos y hábiles con las manos. Las hadas tienden a hacerlo todo mágicamente, esto es, sin esfuerzo, mientras que los duendes trabajan para lograr lo que quieren, allí donde las unas esgrimen una varita mágica, los otros enarbolan una simple trompetilla. Y ambos son entrañables, ambos aciertan, ambos meten la pata, tienen sus enfrentamientos y sus coincidencias pero conviven en armonía cada uno con sus rarezas y peculiaridades. Si se trata de transmitir a los pequeños algo además de la diversión que les es propia, coincidirán conmigo en que lo que estos pequeños seres les enseñan no está mal.
Los personajes están francamente bien definidos, el rey y la reina Cardo, el rey y la reina Caléndula, el gran y malvado Barry, Gastón (una mariquita mascota), las gemelas, pero resulta especialmente divertida la relación entre Nana Ciruela, la niñera de la princesa Holly y el Viejo Duende Sabio, que está llena de ironía. Las malas lenguas, en este caso la de Nana Ciruela, aseguran que si los duendes no hacen magia es porque no saben, mientras que ellos, concretamente el Viejo (y algo gruñón) Duende Sabio aseguran que si no la practican es porque no quieren. Ese enfrentamiento irreconciliable y no obstante reconciliado desde el entrañable cariño que en el fondo se tienen y que se manifiesta en la amistad entre Ben y Holly es el núcleo de la historia que se cuenta en La escuela de los duendes, que narra la visita de la princesa Holly a la escuela de Ben donde les enseñan a hacer juguetes y la magia causa no pocos enredos. Esta historia se corresponde con un episodio de la serie de dibujos animados, aunque le suma muchas actividades que aumentan el disfrute y permiten compartirlo, y esto es curioso porque lo que un adulto consideraría una desventaja, ya que probablemente preferiría una historia nueva que descubrir, al niño le causa el efecto exactamente contrario: en la repetición, en el reconocimiento de las cosas que forman parte de su mundo, se sienten más seguros y disfrutan más.
El otro volumen objeto de esta reseña, La varita mágica de Holly, no cuenta una historia, sino que es un cuaderno de actividades, pegatinas, recortables, adivinanzas y, en fin, cosas con las que tanto hadas como duendes logran que por un ratito la magia salga de su pequeño reino y la disfruten sus legítimos destinatarios.
Pero si de algo estoy seguro es que dentro de nosotros, vive un pequeño duende y hada que son capaces de ver, a través de nuestros ojos, todo lo que la vida puede ofrecernos más allá de lo que vemos. Somos capaces de imaginar, de crear, de inventar toda la existencia de un cielo, de aquello que se esconde tras las nubes, o incluso debajo del mar. Por eso nunca debemos olvidarnos de soñar, de soñar despiertos, de mirar a la vida como la protagonista de El cielo de Anna, que con la sutileza de las palabras acompaña a su padre en un viaje por rincones inexplorados, pero con píldoras de verdad que retumban en los oídos de aquel que las pronuncia en voz alta. Somos complicadas las personas, pero lo que nunca debemos perder, lo que nunca debemos olvidar, por mucho que la tormenta, sea de lluvia o de clavos, nos salpique todo el cuerpo, es de soñar, de abrir los ojos o cerrarlos e imaginar que aquello que a nuestro alrededor puede ser doloroso, en realidad es una oportunidad para emprender un viaje completamente diferente.
¿Y si después, al final de esta visita a un mundo mágico y a nuestros propios sueños os invito a viajar a otros países? ¿Y si, como en una suerte de hechizo, abrís un libro y os encontráis en París, o en Kioto, o en Berlín? Es la magia de los libros, queridos lectores, la magia que anida en cada una de las páginas que os hemos ofrecido hoy, y que finalizan en “10 ciudades y un sueño” en un intento de comprender aquellos lugares que visitamos muchas veces con la mente y que en esta ocasión podemos ver de cerca, que se abalanzan sobre nosotros y nos permiten tocarlas con toda la pasión con la que los niños ven, tocan, sienten, que algo es real y que está ahí, al alcance de su mano, a sólo unos centímetros. Será este un viaje que termina aquí, compañeros, pero del que no os arrepentiréis en la vida, porque viajar, ese placer que todo cuerpo guarda en su interior y que pugna por explotar, nunca fue tan divertido como al abrir este libro.