Novelas

Novelas, de Stefan Zweig

Entendamos, solamente por un momento, la literatura como un camino. Un camino que, en su recorrido, se bifurca en otros muchos, llevándonos por territorios inexplorados, saliéndonos de lo establecido y haciéndonos conocer otras realidades que, de no haber hecho la elección correcta, nos serían desconocidas. Entendámosla, pues, como uno de esos lujos del que todos podemos disfrutar, intentando encontrar en nuestra búsqueda autores, escritores, genios en definitiva, que hayan creado un mundo tan propio que sea difícil no caer rendidos a los pies de algunas de sus historias. Para después, cuando la tapa de un libro ha producido ese sonido al cerrarse y rozar el aire, tengamos la necesidad de conocer lo que hay detrás, lo que se esconde tras la vida de ese creador de caminos, ese hacedor de universos paralelos por los que perdernos o dejarnos perder.

Porque estamos ante una recopilación de novelas del escritor Stefan Zweig, pero además nos encontramos ante la muestra descarnada de toda una vida, de toda una existencia, en forma de legado escrito para que nosotros, ciudadanos de otra época, contribuyamos a no olvidarle nunca.

 Podríamos contar, paso a paso, todas y cada una de las novelas que aparecen en este libro. Podría contar de la desesperación que rezuma, que supura por cada uno de los poros, la novela titulada “Carta de una desconocida” o incluso alabar, retratar, y plasmas en imágenes mediante la palabra lo que hace sentir “Veincuatro horas en la vida de una mujer”, pero sería en vano. Por muchas frases, por muchas subordinadas que enlace, jamás podré describir con exactitud el mundo de los sueños que resulta ser la literatura. Porque si algo tendríamos que deber a este autor, es su capacidad para hacernos soñar, para hacernos entender, que el género humano convive en su interior con otros seres, con otras figuras que se revuelven en nuestro cuerpo para agitarnos el corazón, para lanzarnos en volandas al cielo y dejarnos caer sin ningún atisbo de misericordia. Así de potente es Stefan Zweig, así de potentes son sus novelas.

Por ello, y porque me debo a mí mismo una disculpa, un castigo que aun siendo liviano es igual de severo (he ahí la paradoja del ser humano), por no conocer la historia del autor, la vida que le llevó a la escritura, a la formación de historias que conmueven y que nunca dejan indiferente. Persona soñadora, hombre viajante de países y de sentimientos, llevó a su espalda una mirada taciturna y la sensación de que la cultura europea estaba perdida para siempre. Y allí, en el crepúsculo de una vida, decidió quitarse la vida, ahogado por el sentimiento de que el nazismo se extendería a cada rincón del planeta. Una pérdida que, aún hoy, resulta dolorosa y nos hace conscientes a los demás del sufrimiento, de la violencia, pero también de la falibilidad de los seres humanos, que nos equivocamos en las acciones, que nos equivocamos en los sentimientos, que nos equivocamos, en definitiva, en vivir de alguna manera. Tenemos su obra, que supone un consuelo para los que nos dedicamos a la lectura con la fruición de un adicto, pero sigo pensando que, si el fin de su vida no hubiera sido de esa manera, hoy podríamos disfrutar de otras obras, de otras maravillas que poder sostener en nuestras manos, como pequeños niños extraviados que nos llegan por pura casualidad.

Así que entendamos todos, de nuevo, por un solo instante, la literatura como un camino. Un camino que a su vez lleva a más caminos. Y entendamos que Stefan Zweig nos saluda, nos acoge en los brazos temblorosos de sus historias, con una delicadeza extrema, para agarrarnos el corazón y no soltarlo nunca, porque nos descubre que la vida interior del ser humano, la vida interior que rige las vidas de todo hombre y mujer que se precie caminar por los designios que ellos eligen, es como un desgarrador cuchillo en la noche que nos hace desangrar por las noches, para conseguir cicatrizar de nuevo por la mañana, a la luz del día, mientras observamos las marcas que nos quedan en la piel en nuestra batalla por, simplemente, aprender a vivir.