Nunca falta nadie, de Catherine Lacey

Nunca falta nadieLa lectura de un libro no siempre nos afecta igual y no es lo mismo leerse un libro en una época o en otra. Nuestras circunstancias personales afectan claramente a su lectura, de igual modo que un libro determinado influye en nuestro ánimo. Por eso, hay veces que el que una obra nos llene o nos guste más o menos se ve influido por la etapa que estemos atravesando en el momento de su lectura. ¿Qué quiero decir con esta reflexión? Pues que la novela que nos ocupa en esta ocasión, Nunca falta nadie, de Catherine Lacey, me ha gustado porque es una lectura francamente buena, interesante y distinta; pero que a pesar de todo, creo que en otra época de mi vida (e incluso en otra época del año; invierno, por ejemplo) me habría llegado todavía más. No obstante, si estoy escribiendo esta reseña es porque al margen de estas vicisitudes el libro me ha gustado y lo recomiendo enormemente, pero no a todo el mundo, y os voy a contar el porqué.

Nunca falta nadie es la primera novela de Catherine Lacey y la crítica literaria estadounidense ha caído rendida a sus pies, como demuestra el que fuera elegido mejor libro del año en 2014 por The New Yorker y que Lacey recibiera uno de los diez Whiting Awards a escritores emergentes, premio que lograron en su momento autores como David Foster Wallace o Jonathan Franzen. Todo este revuelo se debe a que es una novela innovadora en la que en primera persona, Elyria, nuestra protagonista, nos va a contar cómo debido a un trágico suceso pasado que no logra superar, y al hastío que sufre en su vida de escritora de telenovelas y mujer de un profesor universitario en Nueva York, lo deja todo e inicia un viaje por Nueva Zelanda. Acompañaremos a Elyria en su viaje al país austral haciendo autoestop para llegar a la granja de un escritor que conoció una noche en una fiesta, conoceremos a una variada gama de rocambolescos personajes, viviremos distintas experiencias entre coche y coche y, sobre todo, conoceremos de primera mano las reflexiones e ideas de Elyria mientras trata de encontrarse así misma.

Estaba esperando este libro desde que vi su preciosa portada y leí su argumento, así que lo cogí con muchas ganas, pero las expectativas no son buenas compañeras a la hora de comenzar un libro o cualquier otra cosa. Esta lectura no ha sido del todo lo que esperaba, sin embargo, a pesar de ello, casi sin darme cuenta, en algún momento del libro pasé por el aro, entré de lleno en la historia y quería seguir viajando con Elyria. Porque a ver, ¿quién no ha querido romper con todo alguna vez y dejarlo todo atrás?, ¿quién no ha dudado de sus decisiones y el por qué las ha tomado?, ¿quién no se ha planteado más de una vez que habría pasado si hubiera tomado otro camino?, o simplemente ¿a quién no se le han pasado por la cabeza algunas ideas descabelladas que no ha querido compartir con nadie? Todo esto es lo que es esta novela. Algo que se resume en una sola cosa: sentimientos. Nunca falta nadie es un libro que está muy vivo y que tiene alma; la de su protagonista que se expone por completo para nosotros como si fuera una rana lista para que la diseccionemos. Somos capaces de meternos en la mente de Elyria y oír absolutamente todos los pensamientos que tiene; los buenos y los malos; los lógicos y los descabellados; los que podría compartir con cualquier amigo o conocido y los que jamás querría que nadie conociera. Lo más especial de este libro es precisamente eso, que es como si Elyria nos abriera de par en par su cerebro y su corazón; y aunque no estés pasando por lo mismo que ella y aunque tengas una forma distinta de ser, de pensar y de reaccionar a las cosas, todos podemos vernos reflejados en muchos de sus sentimientos y reflexiones. Por eso, es tan fácil empatizar con ella y con su historia y, por lo tanto, dejarse llevar hasta el final como si estuvieras acompañando a una amiga en su huída a lo Thelma y Louise.

Hay personas que nos hacen sentir más humanas y otras que nos hacen sentir menos humanas, y eso es tan evidente como la gravedad, y quizá exista un modo de demostrarlo, pero la demostración importa menos que el hecho de que ocurra, el hecho de que pueda aparecer un desconocido y mirarte y hacer que tengas más sentido para ti y para el mundo, aun cuando ese sentido sea algo extremadamente frágil y solo se dé de vez en cuando, y tenga propensión a alejarse o apagarse.

Como decía al principio de esta reseña, Nunca falta nadie, es un libro que recomiendo fervientemente, pero con alfileres, no a todo el mundo porque es una historia que hay que leer sin prejuicios, que hay que leer dejándose envolver por el mundo de Elyria, cogiéndola de la mano en su viaje hasta el final sin pensar despectivamente: “esta tía está loca”. Porque si plantearse las cosas, si estar perdidos, si querer empezar de cero, si no tener respuestas para todo… es estar loco, ¡viva los locos! En una parte del libro, el profesor con el que Elyria va a refugiarse, le dice: “nada es suficientemente bueno para ti y quieres algo imposible”. Que tire la primera piedra aquel que nunca ha soñado con imposibles, aquel que siempre está a gusto y contento con su vida y no quiere o busca algo más. Todos somos un poco como Elyria, y los que sean capaces de reconocerlo son los que van a disfrutar de este magnífico y original libro.

@EvaLColmenero

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