¿No os ha pasado? Sí, seguro que sí, es una pregunta retórica. A todos nos ha pasado, ya seamos hombres o mujeres. Sin excepción. No la hay, y si te paras a pensar, es lo más lógico del mundo que suceda.
Domingo por la tarde después de comer, con la sangre yendo en tropel a las tripas atiborradas de sabrosas viandas revueltas en sus jugos gástricos, dejando la cabeza a la intemperie y a merced de una de esas… cosas que emiten en la tele a esas horas. Lo dicho, sin defensas. A escasos centímetros del mando a distancia. Tan cerca y tan lejos…
Es entonces cuando uno demuestra lo que vale, cuando, de entre todos los momentos , si en alguno debe ser fuerte es ahí, en esos precisos y jodidos instantes; es ahí cuando hay que hacer un último esfuerzo, no caer en las redes del mal y ser capaz de decidir: leer porno o leer novela negra. La decisión no es nada fácil. De hecho, es una decisión de gran “envergadura” para hacer que esa tarde de domingo sea una más o una tarde memorable. Porque sí, lo criminal y lo porno están íntimamente unidos, pero hagamos unas distinciones:
La novela policíaca ha de tener un crimen y un policía o detective. Los personajes son blancos o negros, buenos o malos. En cambio, la negra transcurre en ambientes sórdidos, el contexto tiene más profundidad y detalle social, los personajes no son el blanco o el negro absoluto; tienen matices de gris, son más reales y verosímiles.
Del mismo modo hay que distinguir la novela erótica de la pornográfica. Dice en el prólogo Juan Ramón Biedma, coordinador de estos trece relatos, que, “en el primer caso el sexo puede tener un objetivo puramente ornamental, en el segundo debe cumplir su función de excitar al lector, de insuflar o avivar el deseo.” Dice también que la crudeza del lenguaje es otro recurso para alcanzar ese propósito. Lo cierto es que esto es así, pero también lo es que muchos buscan en el porno culminar ese deseo avivado con una liberación del zumito de vida.
Lo que vamos a leer en Obscena es negro y porno, no erotismo. Lo aclaro por si alguien cree que las sombras de Grey es porno. No. No lo es para nada. Ni por el forro de los …
Tampoco es un libro para todos los públicos y no solo hablo de la mayoría de edad. Hay prácticas que a algunos les revolverán las tripas, aunque tampoco es para tanto, la verdad. Al fin y al cabo, es más desagradable cenar con el fondo de un telediario viéndole la jeta a Rajoy, enterándonos de nuevas corruptelas o informándonos de las batallas en Alepo.
En estos relatos la crudeza del lenguaje en realidad no es tal crudeza sino que es un lenguaje más de la calle, menos adornado. Es, simplemente llamar al pan pan y al vino vino: polla a la polla, tetas a las tetas, coño al coño, mamada a la mamada,…en lugar de pene, senos, pechos, gruta, monte de Venus, cueva, felación … que es lo que se hace en las novelas eróticas: decir lo mismo pero en bonito, suave y melodioso.
Y por eso estos dos géneros ligan tan bien cuando se hace bien la fusión, como es el caso. Porque lo porno y lo criminal son dos caras de la misma moneda. Los aspectos salvajes del ser humano, los deseos desatados. No sé quién dijo que matar era “déjame hacer lo que quiera llevado a su máxima expresión”, pero alguien lo dijo.
En fin, después de este tratado filosófico vayamos meollo.
Ya de buenas a primeras, en el segundo párrafo del primer relato, el de Carlos Salem, aparecen unas “tetas compradas” y comparadas con globos. ¡Bien, Carlos, buen comienzo!
Cada relato tiene algo y todos son distintos. No obstante ha habido alguno demasiado raro en el que me he perdido y no he entendido nada, ni me ha “insuflado o avivado el deseo” ni aun con una caja de pastillas azules.
Una recomendación que haría sería la de empezar de atrás adelante. Creo que se ganaría en intensidad y en calidad pornocriminal, ya que, en mi opinión, el orden en el que están dispuestos va de más a menos.
Sea como sea como se lean, de los trece relatos destaco, por orden de aparición:
–La noche de San Valentín, de Carlos Salem, o cómo resistirse cuando te tienen cogido cada cinco minutos por la polla.
–Maldigo el gallo que anuncia el alba, de David Llorente, en un futuro apocalíptico. ¿Qué futuro no lo es ya?
–Marcia y Marcial, de Empar Fernández, hablando de snuff movies.
–Sandalias amarillas de tacón, de Fernando Marías. Fetichismo y ¿posesión? Tremendamente bueno. Diría que el mejor a todos los niveles: lo negro, lo porno, lo fantástico, lo misterioso… Uff, es avivador total.
–Nieve a punto de clara, de Juan Ramón Biedma, con una niña en el papel de detective. Original desarrollo y buen final. Muy bueno también.
–Un sabor muy familiar, de Marta Robles, o cuando te casas con alguien, te casas con su familia también.
Animo a todos los aficionados del noir a hacerse con este libro. No tengáis miedo al prefijo porno. Es más, no os animo, os desafío a ir en el metro, en el bus, en el tren… con la portada bien visible, orgullosos de vuestra pornocriminalidad.
En serio, Obscena es una grata sorpresa para estos tiempos de lo políticamente correcto, que cuenta con los desarrollos y rasgos de la novela negra, que deja muy buen sabor de boca, una amplia sonrisa y muchas ganas (de que haya una segunda antología muy pronto).
Drácula se equivocaba. No solo la sangre es la vida, también el porno lo es.
PD: Es increíble la cantidad de páginas web que hay en Internet y que no son porno.