Ojalá estuvieras aquí, de Graham Swift
Se enfrenta Graham Swift en Ojalá estuvieras aquí al reto de poner palabras a los sentimientos de unos personajes que si se definen por algo es por su incapacidad de ponerle palabras a sus sentimientos, y sale más que airoso de él. Hombres de campo, o más, hombres de campo ingleses, duros, rocosos, hombres esculpidos en el material del que se hace el silencio incapaces de concebir otra vida que la de su granja, aunque la vivan, convencidos que uno es de donde nace y no de allí de donde es feliz, incapaces de concebir que puedan poner un pie fuera de Inglaterra y sin embargo lo ponen, unos hombres, o un hombre, Jack Luxton, enfrentado al imposible metafísico de seguir siendo él pese a vivir una vida que no es la suya, más feliz, mejor, construida sobre el amor y no sobre el sacrificio, pero no por ello menos ajena y que pese a todas sus ventajas no le ha proporcionado las herramientas necesarias para defenderse de la invasión del pasado ante la que no puede oponer otra cosa que su incapacidad para procesar los acontecimientos, un pasado que decide volver dentro de un ataúd para reclamar sus derechos y devastar completamente la calma próspera y apacible que Ellie, la mujer de Jack, había logrado construir reconvirtiéndole de granjero en pastor de caravanas.
Jack Luxton, como su padre y el padre de Ellie, son seres acostumbrados a convivir con el sufrimiento que se ven obligados a enfrentarse a una serie de desgracias que son incapaces de asumir, Graham Swift consigue retratar con gran delicadeza y eficacia el drama íntimo que debe suponer para un hombre de campo verse obligado a sacrificar, a quemar, sus reses no por un brote de enfermedad evidente y contrastable, sino por la sospecha de la posibilidad de que una década atrás comieran un pienso contaminado con algo tan abstruso como un prión. ¿Qué sabían estos esclavos de sus propias granjas de encefalopatías espongiformes, de vacas locas? Lo loco para ellos era el mundo, un mundo para cuya comprensión no estaban dotados de herramientas más sutiles que para el desempeño de su trabajo: una pala y una escopeta para trabajar, una pala y una escopeta para vivir una vida que se desintegraba ante sus ojos.
Pero Jack y Ellie salen de esa vida, o tal vez sea más apropiado decir que Ellie saca a Jack de esa vida, y Ojalá estuvieras aquí es la crónica de esa transformación narrada a partir del momento en que su nueva vida también amenaza de derribo. Porque Ojalá estuvieras aquí es una novela que avanza hacia atrás, no hay más progreso temporal a futuro que la resolución de la escena inicialmente planteada, Jack esperando a Ellie con la escopeta cargada encima de la cama, pero para comprender esa escena y su desenlace hay que comprender la vida de ambos y de sus familias, y ese es el viaje que tan brillantemente resuelve Graham Swift, con la maestría necesaria para ambientar lo que al fin es una historia de amor en un escenario nada trillado y acercarnos una realidad desconocida de esas que se ocultan a la vuelta de la esquina y no por ello nos son más familiares. Hasta que Jack y Ellie pasan a formar parte de esa extensa nómina familiar que son los personajes que leemos y ya son nuestros.
Jack es un personaje de una pieza, no muy listo, no muy rápido, no muy sensible, no muy valiente, pero bueno, honesto e íntegro y el efecto que consigue Graham Swift al construir detalles hermosos con las rudimentarias herramientas de que dota a su personaje para la emotividad es extrañamente conmovedor. Resulta especialmente hermosa la historia que explica el título, resulta francamente emocionante que las vidas de estos personajes cambien por carta, gracias a tres cartas importantes dos de las cuales son cartas de muerte y la otra, la primera y más importante sea… bueno, eso mejor lo leen en la propia novela.
El hermano pequeño de Jack, Tom, se muere por carta que es la forma que tiene de morirse quien rompe con su vida anterior, quien la abandona, quien cuando se despide de su hermano sabe que lo hace para siempre. Y la carta la envía el ejército, y la muerte la envía la guerra de Irak (Jack ve asombrado en televisión las columnas de humo de las torres gemelas y Tom ve asombrado en televisión las columnas de humo de las piras en las que ardieron los animales de las granjas inglesas por las vacas locas y la fiebre aftosa, detalles trascendentales en la vida del otro hermano y ninguno, sin embargo, termina de percibirlos como propios) y esa intrusión en la vida nueva de Jack de su hermano muerto hace que se tambaleen todos los logros que poco a poco ha ido construyendo en base a la felicidad y las renuncias. Y en una isla, la Isla de Wight, que parece un escenario extraordinariamente apropiado para un hombre que vive hacia dentro. Queda claro en el libro quien enuncia el deseo que da título a la obra y a quien va dirigido dicho deseo, Ojalá estuvieras aquí, sí, y sin embargo el lector no puede evitar dirigirle a su vez ese deseo al propio protagonista, ojalá estuvieras aquí Jack, en tu propia vida, en la Isla de Wight, en tu camping de caravanas y no perdido en esa maraña de recuerdos, tristezas y deseos no satisfechos que conforman el pasado de una buena persona que, llegado el momento, simplemente olvida cómo vivir, cómo defenderse de la vida, si es que alguna vez lo supo y no se limitó a dejarse llevar.
Graham Swift mastica los detalles, nos presenta poco a poco las piezas de un puzzle que sin embargo, pese a avanzar lentamente y hacia atrás, cobran sentido de un modo sorprendente. Quiero decir que no es una novela de intriga y sin embargo uno se sorprende cuando las cosas cobran un sentido sutilmente diferente del que esperaba, y no es una novela de ritmo, y sin embargo la inevitablemente contagiosa angustia vital de Jack acaba creando una ilusión de vértigo que hace que en la última parte de Ojalá estuvieras aquí sea virtualmente imposible despegar los ojos de sus páginas.
Andrés Barrero
andres@librosyliteratura.es
Al principio me llamo muy poco la atención,pero decidí darle una oportunidad y seguí leyendo,después de unas páginasemanas ya no lo pude dejar asta descubrir el final. Simplemente me atrapó.
Gracias por compartir tu experiencia, es un libro muy especial y me alegra que lo disfrutaras.
Un abrazo,
Andrés