Reconozco que hay pocos autores de los que me considere “fan”. Hay escritores que me gustan más o menos… pero con Laura Gallego creo que tengo un problema. La conocí hace unos diez años con Memorias de Idhún y, desde entonces, no me he perdido ni uno de sus estrenos. Tanto es así que hasta en la librería por la que me dejo pasar como cinco veces por semana siempre me guardan un ejemplar de sus novedades sin necesidad de que yo lo pida. Y así, libro tras libro, llegó Omnia, todo lo que puedas soñar. Seguí bastante la publicidad que le dieron antes de ponerla a la venta, pero no había forma de averiguar de qué iba y de calmar mi ansia por conocer una nueva historia de Laura. Normalmente la manera de anunciar una novela es intentar enganchar al público con un trocito de la trama, pero en este caso la realidad era otra bien distinta, pues no contaban absolutamente nada de la obra pero aún así, gracias al misterio que envuelve al libro (solo hay que ver su portada) mis expectativas iban aumento a medida que los días pasaban.
No es fácil reseñar una novela como Omnia. En sí, la historia podría parecer sencilla: Nico, un niño de trece años, en la limpieza anual que su madre organiza en la casa pone por error en la pila de “cosas para donar” el peluche favorito de su hermana pequeña. Sintiéndose muy culpable, decide entrar en Internet para comprar un peluche parecido. Ahí es cuando descubre Omnia y donde empieza su aventura. Omnia es una tienda virtual que tiene como lema “todo lo que puedas soñar”, así que si el peluche está en alguna parte, tendrá que ser ahí.
El caso es que en este punto la historia se enreda, se complica y hace que Nico comience a dar sus primeros pasos hacia la aventura más alucinante de su vida ya que se ve obligado a ir a los almacenes físicos de la tienda, donde (y aquí es donde empieza lo interesante) descubre que nada es lo que parece. A pesar de que la historia se desarrolla en los almacenes físicos, considero que lo que hace a esta obra tan especial es todo lo contrario: el mundo virtual creado para dar vida a esa tienda y todo lo que ello implica. Llega un momento de la historia en la que tenemos que plantearnos hasta qué punto las máquinas han invadido nuestras vidas, hasta qué punto compensa la facilidad que nos aporta la tecnología, si no nos puede dar lo más importante: el amor y el cariño de nuestros amigos y familia. Laura Gallego plantea esta disyuntiva desde un punto de vista de un niño que todavía no se ha tenido que preocupar por nada en su vida. A los trece años, Nico todavía no sabe lo que es tener una responsabilidad, una preocupación que le reconcoma la cabeza las veinticuatro horas del día, pues por eso es todavía un niño. Pero cuando Nico se siente culpable por la pérdida del peluche al que tanto ama su hermana, se da cuenta de que hay cosas más importantes y toda una vida de adultos más allá de sus preocupaciones de niño. Y en la tienda de Omnia conocerá multitud de historias de varios personajes que le harán replantearse sus pensamientos, pues todos tienen, en mi opinión, pasados de los que no solo Nico, sino todos nosotros, deberíamos aprender.
Al final, de lo que se trata, es de leer cómo Nico pasa de ser un niño a ser un hombrecito (no vamos a llamarlo adulto, porque todavía le quedan unos cuantos años para eso), pero sí podríamos decir que vivimos, mientras leemos la novela, el momento en el que Nico tiene que madurar a la fuerza. Y eso me ha rozado un poquito el corazón, porque yo recuerdo perfectamente cuándo tuve que dejar la niñez atrás. Así que todos nos podemos sentir identificados con el dolor que supone perder a un peluche que tanto queremos.
Sin duda me ha asombrado este argumento porque no tiene nada que ver con los últimos libros que ha escrito Laura, ya que deja de lado la pura fantasía primaria, por llamarla de alguna manera (no encontraremos dragones, hadas o unicornios como en sus libros más famosos) pero, sin dejar de lado su imaginación nos da una historia tierna, con los mismos valores que abundan en todas sus demás obras: la poca importancia que adquieren las cosas materiales cuando las comparamos con el amor que nos pueden dar nuestros amigos o familiares. Por eso decía unas líneas más arriba que es una novela difícil de reseñar, porque es muy difícil plasmar en un puñado de párrafos lo que hacen sentir sus historias. A mí personalmente me apasionan, porque las devoro en cuanto las tengo en mis manos (como me consta que hacen todos sus seguidores, entre los cuales me siento orgullosísima de incluirme) y siempre acabo aprendiendo muchísimos valores de ellas. Además esta novela, que también hay que decirlo, tiene unas ilustraciones maravillosas de Xavier Bonet que empastan perfectamente con la historia, y que le dan un aire fresco a una novela que, aunque dirigida a un público más joven y que nos hace pensar que es una novela no apta para adultos, creo es necesario tener en nuestras bibliotecas, ya que a veces se nos olvida que también tenemos que alimentar al niño que todos llevamos dentro.