En los últimos años he descubierto que cuanto más se sincera el autor en sus novelas mayor es la calidad que le ofrece al lector. Es fácil de entender, si hablo de mí y de los míos, por mucho que reforme mi propia historia, quiero mostrar lo mejor, pero sin buenismos, y mostrarlo de la forma más literaria y original.
Llevo tiempo siguiendo de cerca a Manuel Vilas, alias “El Gran Vilas”. A mí me gusta. Me gusta mucho el poeta y en ocasiones me ha costado un poco acercarme al Vilas más prosaico, si es que realmente lo hay. Pero aquí, en Ordesa, he encontrado el punto exacto, quizás ese punto de equilibrio en el que Vilas me ha ofrecido lo que seguramente me apetecía de él.
Ordesa es el acierto del autor. Cuando leí las 20 primeras páginas ya sabía que Manuel Vilas había acertado. Había arriesgado y había ganado. También sabía que había llegado el momento de abrir aquella botella de Enate Caberné que tenía guardada para una ocasión así de especial.
Manuel lleva mucho tiempo buceando por las profundidades de las reacciones humanas, lo ha hecho a través de la poesía, de la narrativa, de los artículos de viajes y del neoperiodismo de opinión pura o de pura opinión. El autor, que ha experimentado muy acertadamente con las redes sociales, ha llegado al fondo del lector de mediana edad, y no duden que llegará con este libro, Ordesa, incluso a los seguidores de redes sociales que no se acercan nunca a la literatura. Y la degustarán y la amarán y ya será lectores eternos.
Además, el autor de Barbastro ha hecho algo importante para la literatura, ha abierto las puertas de la poesía a miles de lectores no habituales. Pero no se preocupen, lo más probable es que nadie note que está ante el poemario de una vida. Porque lo que hay ante nuestros ojos es una novela, la historia en la que Vilas se nos presenta en forma de narrador, y ahí nos irá descubriendo las miserias humanas de nuestra particularísima generación X, esta que en España superó a la conocidísima Generación del Baby Boomer, o lo que es lo mismo, los nacidos en la primera mitad de los años sesenta.
Vilas, como todo buen poeta, es un explorador, ha viajado a EEUU y ha regresado hecho todo un Roth a la española… Mejor aún, un Auster, porque Manuel, como Auster, sí ha tenido la capacidad literaria de sorprenderme con Ordesa, que para mi gusto ha venido a rociarnos de frescura y a recordarnos que “si olemos a limpio es porque otros están sucios”. Incluso que unas veces podemos oler a limpio porque en otras ocasiones la vida nos ha hecho sudar la gota gorda.
Así suena el arranque de Ordesa.
“Ojalá pudiera medirse el dolor humano con números claros y no con palabras inciertas. Ojalá hubiera una forma de saber cuánto hemos sufrido, y que el dolor tuviera materia y medición. Todo hombre acaba un día u otro enfrentándose a la ingravidez de su paso por el mundo. Hay seres humanos que pueden soportarlo, Yo nunca lo soportaré.
Nunca lo soporté.
Miraba la ciudad de Madrid y la irrealidad de sus calles y de sus casas y de sus seres humanos me llegaba por todo mi cuerpo.
He sido un eccehomo.
No entendí la vida.
…”
Si un poeta se desnuda en sus poemas, ¡imagínense un poeta escribiendo una especie de autobiografía! Poco importa si lo dicho es realmente cierto o no, lo que denota la escritura de Vilas es la honestidad de querer dar dándolo todo. Si no recuerdo mal, en una ocasión subió una analítica personal a facebook y la gente se volvió loca comentando y dándole al “me gusta”… No es de extrañar que ahora nos entregue el resto de sí mismo.
El libro es triste, en alguna ocasión he sonreído, pero mirándolo ahora desde el recuerdo, veo que tiene esa tristeza de saber que te enfrentas a toda una larga vida sin la dulce amargura del chocolate. El libro es triste y es bueno, y es bueno porque el autor ha hecho un trabajo literario único. Alguien de esta generación debía hacerlo, debía adentrarse en el interior de aquellos que hoy son o fueron hijos pero al mismo tiempo se están descubriendo como padres… La familia.
El amarillo es el pasado, pero creo que si hablamos del amarillo como el color de la muerte, también ha de ser presente y futuro. La muerte presente de forma constante en el libro porque la muerte forma parte de la vida. Y la vida puede ser muy larga cuando bebes agua con gas y te has criado en la ribera del Vero…
Me preguntan mis amigos que si merece la pena comprar el libro de Vilas, y yo les digo que hace tiempo que Manuel debía haber salido de pobre, compra uno para ti y regala otro a un amigo. Es un libro personal, un libro que he degustado en pocos días, un libro que ha quedado subrayado y con notas al margen, uno de esos que no podré dejar porque tras la lectura y las notas ya queda pesonalizado, tanto como la historia que nos cuenta el autor.
¿Qué si me gusta Ordesa?
Ordesa siempre será el mejor lugar para encontrarnos con nosotros mismos. Y si viajan a Ordesa con Ordesa en la mano, miel sobre hojuelas.
Bueno, bueno, bueno…vaya pinta tiene. Hay que leerlo. Vamos a por él
Pues espero que lo disfrutes tanto como yo 😀