Santiago de Compostela tiene un aura mágica. Cuando paseas por ella en un día de esos tan comunes de lluvia fina y lenta, de niebla terca, todavía la sensación se agudiza. El gris se impone y es casi imposible no transportarte a otros tiempos. Palpitan las piedras intentando contarnos toda su larga historia. Pasa con otros cascos históricos y hay otros muchos, preciosos y no tan famosos, como el de Ourense, el de la ciudad de Pontevedra, Allariz, Ribadavia… pero Compostela tiene tantas pisadas encima, de tantas gentes de todo el mundo, que te inunda de sensaciones aunque no quieras.
Ulises Bértolo nos ha paseado por esta ciudad tan especial en Orthodoxia. Se ha inspirado en personajes y hechos reales para recrear esta ficción tan entretenida, interesante y bien contada. Lo ha hecho además, y según sus propias palabras, para que lo pasemos mal. Bueno, yo me lo he pasado bien, pero creo que entiendo lo que quiere decir. He pasado momentos angustiosos, sí, de los de contener la respiración, así que el objetivo está conseguido.
La novela arranca con un asesinato en el monasterio de Uclés (Cuenca). La Guardia Civil envía a Sandra Márquez, joven brigada de la Unidad de Patrimonio, a ayudar a la policía en la investigación. Parece que el asesinato se encuadra dentro de una operación de la Interpol para desmantelar una red que se dedica al tráfico ilegal de obras de arte. Sandra tiene que trabajar con el profesor libanés Thomas Noah, experto en epigrafía, medievalista e historiador, que suele asesorar a la Interpol. Encuentran una extraña moneda en la mano de la víctima, y junto con el cuadro que parecía el objeto de un robo frustrado, les dará la pista para viajar a Compostela e intentar desentrañar un misterio que se remonta siglos atrás. En Santiago se les une en las pesquisas Luis Novo, descendiente de los caballeros de la Orden de Santiago y gran conocedor de la historia, tanto de la ciudad como de la orden militar que se sometió a la orden religiosa.
Por otra parte, durante toda la novela, vamos viendo y escuchando a la otra parte. La banda, grupo, secta, ladrones, asesinos, psicópatas, megalomaniacos, locos y varias cosas más que se os puedan ocurrir y que tenga que ver con la maldad, básicamente. Ya sé que hay locos, maniacos o ladrones que no son malos, que no tienen mal fondo, quiero decir, pero en este caso tenéis que poner todo lo enrevesado en el asador. Estos además tienen dinero, poder y contactos, por lo que son muy peligrosos.
Me gustan mucho los personajes, me he enamorado del profesor Noah. Pero también nos encontramos con secundarios entrañables, como el profesor Patiño o Miguel, el compañero de Sandra en la Guardia Civil, heavy y malhablado. Y los oscuros… hay alguno ahí como para un tratado de psicología.
Además de estos personajes tan interesantes, hay una investigación policiaca actual, que se va complicando con algún cadáver más, que enlaza con lo que van descubriendo sobre el pasado en documentos históricos. Piezas que van encajando en el puzzle y que nos llevan a visitar otras paradas del Camino de Santiago, analizar otras iglesias y monasterios por León o Zamora. En algunos momentos me ha recordado a las novelas de Dan Brown, pero con la parte de la argumentación histórica más profunda. Hay erudición, pero también hay acción trepidante.
Orthodoxia tiene muchos diálogos que ayudan a que la novela se lea con fluidez. Estructurada en capítulos cortos que cambian de escenario y que te van enseñando todos los puntos de vista para que no pierdas el hilo. Buenas descripciones, con una prosa sencilla, que no simple, y certera. Está escrita en tercera persona menos en los capítulos que habla Luis Novo, en primera, que es como el que cuenta la novela. Esto al principio me confundió un poco, porque tenía la sensación de un narrador omnisciente y aparece esta figura que habla desde el yo y el nosotros, pero lo acabas integrando en el devenir de la trama.
Ulises Bértolo ya tuvo una buena acogida con su primera novela y yo creo que con la que nos ocupa, nos está aclarando que ha venido para quedarse.