Voy a empezar esta reseña con una apreciación especial al autor. Escribir me parece algo muy complejo. Sentarse delante de un teclado y decir «voy a contar algo, y voy a invertir muchas horas de mi vida para que alguien lea una idea que he tenido» es de ser un valiente. Y todavía más cuando la temática es algo sobre lo que se ha escrito muchísimo, ya que hay que demostrar que tu idea es original y que no se parece a nada que otra persona pueda aportar. Me estoy agobiando solo con pensarlo, y eso que yo en mis ratos libres también me dedico a eso de crear historias.
Pero ya no solo hablamos de esos hechos, sino que también tengo que hacer un inciso especial por toda la documentación que un trabajo como este requiere. Y es que en esta historia nos vamos a ir a la Segunda Guerra Mundial —como ya habréis adivinado por la portada—, y nos vamos a ir de una forma que va a parecer que estamos en mitad de ella.
Dentro de Oscuro amanecer en Berlín seremos testigos de cómo el tiempo pasa por delante de nuestro protagonista, Kurt Guthmann. La Primera Guerra Mundial todavía mira desde cerca y él necesita volver a la normalidad. Ejerce la profesión de abogado y vive todo lo tranquilo que se puede vivir en una Alemania que acaba de ser devastada por el horror. Él es judío y eso no le impide hacer su vida normal, ni tener clientes, por supuesto. Así que un día llega a sus puertas Arthur Meyer, la otra persona clave dentro de la novela, en busca de asesoramiento jurídico.
En este punto avanzamos unos cuantos años y nos plantamos en plena Segunda Guerra Mundial. Si bien la condición religiosa de Kurt no ha sido relevante hasta la fecha, el lector ya se habrá dado cuenta de que le augura un futuro incierto. Por lo pronto, Kurt acaba en un campo de concentración, pero el destino mezclará sus cartas y hará que se vuelva a encontrar con aquel hombre que una vez acudió a él en busca de ayuda. Arthur trabaja ahora para los servicios de inteligencia alemanes. Ese encuentro lo cambiará todo y hará que el lector comience a pensar en qué es más importante, si seguir los ideales o luchar por sobrevivir.
Como veis, tengo entre manos un libro de espionaje que tiene dosis de intriga escondidas entre sus páginas, así como algún que otro giro que sorprenderá al lector. Y tengo que decir que una de las cosas que más me ha gustado ha sido el modo en que Joaquín Rodríguez nos introduce en la trama. Veréis, yo no soy muy asidua de las novelas históricas, y aunque me gustan los documentales y siempre que puedo me informo sobre acontecimientos históricos, lo cierto es que tengo una memoria pésima para los datos. Así que la Historia se me resiste bastante, porque no controlo las fechas y mucho menos los lugares. Y por ello me da mucho miedo adentrarme en novelas históricas, porque a veces los autores presuponen que el que ha llegado ahí sabe de qué va la cosa, así que suprime información con la intención de ir al grano sin más miramientos. Sin embargo, no ha sido el caso. Joaquín se toma su tiempo para poner en situación al lector, y lo hace de una forma amena mientras lo compagina con la historia de Kurt, sin caer en el error de dar demasiadas descripciones aburridas ni caer en parrafadas tediosas.
Y a este respecto también quiero decir que se nota muchísimo que el autor de Oscuro amanecer en Berlín es un apasionado de las leyes y de su profesión, ya que él es abogado. Gracias al protagonista, que también es abogado, podemos ver esa dedicación y esa pasión de la que os hablo, teniendo como resultado una historia muy real y muy creíble gracias a los términos y la forma que utiliza para describir la profesión de su personaje.
Si bien antes he dicho que este libro requería de una documentación profunda y exhaustiva, lo que más me llama la atención es que el autor podría haber ambientado la trama en cualquier otro punto de la Historia, que yo me habría quedado igual. El momento elegido es importante, pero no clave, ya que al final lo que atrapa al lector es la trama de espionaje que hay en el trasfondo de todo, el misterio que subyace debajo de la historia y que hace que conectes con los personajes y con lo que le está pasando. Joaquín Rodríguez ha escogido ese momento de nuestro pasado, pero podría haber escogido cualquier otro —incluso el presente—, y el resultado creo que habría sido el mismo. Bueno, o tal vez no. Perdonad que yo misma me ponga a divagar sobre mis propias teorías, pero es que acabo de darme cuenta de que probablemente el autor sea un apasionado de la Segunda Guerra Mundial y que haya escogido esta época porque le genera interés. Y eso, seguramente, le habrá llevado a hacer una documentación exhaustiva y que ha dado como resultado esta novela. Sí, creo que esto tiene más sentido.
Sea como fuere, siguiendo mi primera teoría o la segunda, lo cierto es que tenemos ante nosotros un libro muy entretenido, que mantiene el pulso con el lector y que hará, mediante su juego de espionaje y misterio, que este se adentre en la trama desde el principio del libro, ya sea un experto en la Segunda Guerra Mundial o ya sea como yo, que me dejo llevar por lo que alguien con pasión me quiera contar.
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