Otra vida para vivirla contigo, de Eduardo Mendicutti
Hay personas que en el amor se entregan. Ya pueden tener poco en su haber que lo dan todo como si fuera la mayor obra de beneficencia en la historia de la humanidad. ¿Qué sucede entonces? Que aquellas personas miran a su alrededor y se encuentran con un páramo que riámonos del desierto del Sahara. Pero como en toda película romántica, con el amor parece que tienen suficiente, entregando entregando y nunca recibiendo (o al menos, no de la manera que ellos esperan). La característica principal de las víboras es que poseen uno de los venenos más mortíferos, y si miráramos a nuestro alrededor, podríamos encontrar ese mismo tipo de veneno que paraliza y mata en otras formas de vida como, por ejemplo, en los bien llamados perros del hortelano. Sí, esos que ni comen ni dejan comer. Esos que te venden una moto, demasiado barata, y tú la compras pensando que va a ser la mejor inversión hecha a largo plazo, pero que se convierte en una birria a corto plazo. Porque en el amor, como en la vida, como en los telediarios de todas las noches, hay momentos en los que uno ve algo que no le conviene, pero aun así no puede apartar los ojos. Otra vida para vivirla contigo es una historia de amor, de ese amor por el que nos entregamos, por el que nos evadimos, pero por el que nos quedamos en bragas y muertos de frío.
Un escritor famoso. Un concejal emergente. Una historia de amor. Un enamoramiento fuera de órbita que convierte a sus personajes en prisioneros de sus propias palabras. ¿Es el amor, pues, una cárcel? Puede que el amor no lo sea, pero en todo caso, nuestros protagonistas se encargan de encerrarse. Porque es demasiado tentador vivir en este tipo de jaula, de oro sí, pero jaula al fin y al cabo.
Hace tiempo que vengo siguiendo la carrera literaria de Eduardo Mendicutti. Creo que, como escritor, es una de esas voces tan irónicas y faltas de vergüenza que, cada una de sus historias, caen en mis manos y se convierten de la noche a la mañana en favoritas. Otra vida para vivirla contigo es como es veneno de las víboras de las que os hablaba al principio: se mete en tu interior y no te deja hasta que no se te ha cortado la respiración. Y quizá sólo vuelves a respirar para producir una carcajada tan brutal que los pulmones no estén preparados para ese acto. Porque una de las características principales de las obras del autor es disfrazar con ironía, con sátira, con sarcasmo, con veneno, aquellas historias de amor que pocas veces aparecen reflejadas en la pantalla grande de la literatura, haciéndonos ver que si el amor es grande, nosotros lo convertimos en pequeño, que si el amor es diferente, nosotros lo convertimos en un común drama donde las plañideras griegas pueden hacer su agosto, y que si el amor es algo extraordinario, nosotros lo convertimos en una venta de mercadillo esperando, rogando, implorando, que el primero que pase lo compre y nos deshagamos de él a toda costa. Y así es como vamos disfrutando de la historia de amor de Víctor y Ernesto como si fuera nuestra propia historia de amor porque en realidad hay muchas similitudes, porque todos nos hemos encontrado con personas que nos contaminaron la razón con palabras bonitas y con gestos sutiles.
Que yo he muerto y renacido con cada una de las novelas de Eduardo Mendicutti es una verdad como un templo. Ahí, en ese altar que son mis estanterías, han ido apareciendo sus historias de amor, sus monólogos de personajes derrumbados por el amor y convertidos en dardo de la ironía y los juegos de palabras más reconfortantes de la literatura española. Uno de los mayores prejuicios a los que nos enfrentamos los lectores es aquel por el que si la historia de amor no es una normal y corriente, es como si no mereciera la pena meternos de lleno en su mundo. Otra vida para vivirla contigo puede no ser una de esas historias de amor que todo el mundo ve y observa en la literatura, pero no por ello es menos imprescindible, porque son las palabras del autor, son ese juego de niños sonrojados en la intimidad de una casa, son esas miradas de reojo cuando un beso aparece, o incluso esos pensamientos cuando nos roban la vida los que marcan la diferencia en una historia que tendría que estar destinada a perdurar en la mente de un lector, sea cual sea su género. Nos reímos por mil historias, nos reímos de la vida misma, del amor que se va y no vuelve, de los enemigos que siempre tenemos y que permanecen agazapados intentando saltarnos a la yugular. ¿Y si, al final, fuera precisamente eso lo que importara? Pues esta historia nos demuestra que el amor puede ser una mierda, pero al menos, será una mierda que nos encarguemos de crear nosotros mismos.