El pájaro carpintero, de James McBride

El pájaro carpinteroTras el buen sabor de boca que me dejó la última novela que leí de la editorial Hoja de Lata fui a la librería en busca de más títulos del mismo editor. De cuantos encontré entre los estantes destacó la portada de un joven negro vestido de chica y gesto simpático; El pájaro carpintero se llamaba. Lo que ilustraba la imagen no podía asemejarse más a la divertidísima historia que se narra en su interior. Eso sí, lo que va a desfilar por sus páginas son un sinfín de asesinatos, crueldades esclavistas, vejaciones y demás canalladas pertenecientes a uno de los capítulos negros de la historia de Estados Unidos de finales del siglo XIX.

Con estos ingredientes, el calificar esta historia como una novela divertida resulta, cuanto menos, contradictorio. Culpa de ello la tiene su autor, James McBride, ganador por esta obra del National Book Award por su audaz y satírica representación de la lucha abolicionista de Estados Unidos. El propio autor cuenta en el prólogo que en los meses de construcción de la novela le tocó vivir una etapa oscura personal. Tan oscura y dañina que se negó a dejarse llevar por sus sentimientos y plasmar ese dolor en el papel. Decidió tratar, eso sí, un truculento y difícil proceso histórico, el de la esclavitud, pero con una perspectiva distinta y a través de los ojos de un niño la mar de resuelto y simpático: el Cebolla. Un niño que, como tal, nos va a contar su propia biografía con humor y un tono para nada bronco sobre las hazañas de John Brown, un auténtico guerrero abolicionista que se cruzó un día en su camino.

Henry Cebolla Shackleford es un niño esclavo que un día, en contra de su voluntad, debe unirse al ejército abolicionista del legendario y despiadado asesino John Brown. El gran americano por defender la libertad y la palabra de Dios, o «el hijoputa asesino más infame y retorcío que jamáis hayáis visto» según el Cebolla, muestra desde el principio lo surrealista de su campaña antiesclavista: confunde a Henry Cebolla con una chica y desde entonces, para poder salvar su pellejo, este actuará como tal durante toda su loca y aventurada odisea. Comienza así su hilarante historia junto a un auténtico devoto de las Sagradas Escrituras, en nombre de quien ejecuta a todo aquel que defienda la esclavitud. Viajarán por el oeste norteamericano derrotando a todos los negreros que encuentren a su paso siguiendo las indicaciones de John Brown, esto es, improvisando, ya que ni un solo plan sale como tenía pensado. Con el Cebolla como talismán, Brown ve cada vez más claro el camino de luz y esperanza que le marca la Biblia y su sueño de acabar con la esclavitud. Lo que no parece querer entender es que, en un tiempo de esclavitud, muchos son los negros que prefieren tres platos al día de sus amos, pese a que vengan precedidos de injustas distinciones clasistas, antes que enzarzarse a mamporros y jugarse el pellejo por un ideal casi imposible.

Ese será el sino de la historia, dura por cuanto significa históricamente, pero no por cómo lo cuenta. El humor, la adictiva acción, la amabilidad en el tono y la picaresca de su protagonista, Henry Cebolla, hacen de esta novela un auténtico regalo para los sentidos. Los diálogos, ya anunciados por su traductor, intentan reproducir el habla sureño de los esclavos, y su lectura invita a acercarse a aquella época de granjas rodeadas de plantaciones de algodón donde unos blancos ricos compraban a negros que trabajaran para ellos. El pájaro carpintero es un estupendo viaje a través de las montañas de Virginia, a pie, a caballo o en el ferrocarril que une Washington D. C. y Ohio. Pistoleros, rebeldes esclavistas, negros asustados y otros privilegiados, John Brown con sus locas ideas y Henry Cebolla, todos y cada uno de ellos van a reflejar una época tormentosa, van a ser miembros nacidos del dolor en busca de la libertad. Cada uno a su modo, eso sí. Y como quien lo cuenta es el Cebolla, lo amable, lo hilarante y lo pícaro destacarán por encima de todo.

 

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