Palabras al aire, de Sagrario Fernández – Prieto
Mi vida se rodea de varias cosas: libros, un ordenador, y ganas de escribir. Pero resulta que, vas inspeccionando por la gente con la que te cruzas, y resulta que no todo el mundo tiene el mismo tacto a la hora de escribir. Sin más, aquí un ejemplo: “acavo de llegar de la plalla”. Quien me escribió esto (que ya es difícil, teniendo en cuenta que hoy en día, en los teléfonos móviles hay una cosa que se llama corrector) no sólo no supo por qué le reprendía y le decía que no se escribía así, sino que, además, me dijo que qué importaba, que ya le había entendido. Y sí, es cierto, le había entendido, pero como leí alguna vez: escribir bien es gratis. Así que yo, que siempre que puedo intento conocer palabras nuevas, saber cómo se escribe, etcétera, cuando aparece un libro que trata sobre lo mal que escribe la gente, voy a por él. Es una pura cuestión de masoquismo, bueno, de masoquismo y de reírme un rato la verdad, porque hoy en día, que la gente escriba tan mal y meta la pata de tantas maneras atroces no deja de tener un punto cómico que me hace soltar la carcajada más pura. Carcajada y miedo después, todo hay que decirlo. Así que cuando Palabras al aire cayó en mis manos, recordé la cantidad de veces que, leyendo el periódico o viendo la televisión, me han explotado los ojos o los oídos al oír cómo la gente no se preocupa en echarle un vistazo a su texto y corregirlo. ¿Signo de los tiempos que corren? Puede ser, pero eso no es excusa señores. Eso no es excusa, para nada.
Sagrario Fernández – Prieto lo hace bien. Nos descubre, después de mucho documentarse, que en esta vida nadie está a salvo de escribir mal, de redactar mal, de mezclar churras con merinas y quedarse tan pancho. Y sí, es un libro para darse cuenta, un libro para reírse de las erratas ajenas, o incluso un libro para discutir. El caso es que Palabras al aire es algo raro, no en un sentido negativo, sino en un sentido de no saber muy bien dónde encasillar (si es que se necesita, claro) este libro. Ya he comentado al principio que yo, que suelo preciarme de revisar bastante los textos que escribo, suelo sentir cómo mis ojos empiezan a aumentar de tamaño y explotan poco tiempo después, cuando una errata flagrante aparece en escena y me hace olvidar lo que estaba leyendo. Es matemático: veo la errata y ya sólo me fijo en ella y quiero borrarla, quiero que desaparezca, quiero incluso llamar a la persona que la ha cometido y decirle: oye, revisa el texto, en la página doce tienes un fallo. Soy así de raro, qué se le va a hacer. Por eso este libro es tan importante, o al menos lo es para mí, porque para todo aquel que piense que la ortografía es algo lo suficientemente importante, esto es como un bálsamo entre tanta herida. Y sí, os puedo asegurar que hoy en día hay mucha herida que sanar en nuestros medios. ¿La razón? Quizá sea la inmediatez de las profesiones, la falta de recursos y de correctores de estilo, qué sé yo, pero lo que no se puede permitir es fallos tan grandes como los que se han observado a lo largo de la escritura.
“Aller” en vez de “ayer”. “güevo” en vez de “huevo”. Palabras que suenan mal nada más verlas. No hace falta que se pronuncien. Dañan a la vista. Y no sólo palabras sueltas, también expresiones que chirrían pero que aun así no se corrigen. Palabras al aire puede que no sea un manual de estilo de los más técnicos, ni siquiera de esos académicos que se hacen pasar por eruditos, pero después tienen más faltas que ninguno. Pero lo que sí que hay que agradecerle a Sagrario Fernández – Prieto es la capacidad por poner la lupa en lo que está mal, en los errores que se cometen. Pero no vayan a pensar que yo me considero un catedrático de la lengua, porque cometo errores como todo el mundo. Pero me apasiona, aunque suene raro, que alguien demuestre que se debe escribir bien, que la ortografía y la gramática se enseñan en las escuelas por algo, no es algo baladí, es algo imprescindible. Porque si nos olvidáramos de escribir bien, esto sería la jungla más absoluta. Y nosotros no somos animales, ¿no?.
Venga, todos aquellos que piensen como yo que levanten la mano. ¿Veis? No me siento tan solo. Muchos de vosotros pensáis lo mismo que yo, sólo que a mí me ha tocado la inestimable labor de decirlo en voz alta. Pero tranquilos, siempre me pasa. Y aunque sea una labor difícil, es algo que me parece de recibo, porque si yo escribo para vosotros, presupongo que queréis que lo haga bien. Sino, algo mal estamos haciendo y habría que ponerle remedio. Remedio desde ya.
Estimada Sra. Frnández-Prieto:
Me ha encantado su sección “Palabras al Aire” en La Voz, de César Vidal. ¿Podría hacerle una consulta sobre una palabra que tengo dudas que exista, pero que se utiliza en diferentes textos? Se trata de la palabra “ultérrimamente”. ¿Existe? ¿Tiene algún sinónimo más correcto?
Muchas gracias,
Marisa Justo S.