Ya llevaba unas cuantas novelas negras para refrescarme la cabeza cuando decidí ponerme con esta obra de la editorial Siruela que parecía novelada pero histórica. La elegí porque el título es una preciosidad, casi parece el inicio de un poema, Palabras en mis manos, y para que no piensen que soy una frívola y que el titulo y la portada es lo único que me llama la atención de los libros (aunque elegir ambas cosas es una de las tareas más complejas del proceso de publicación), tengo que reconocer que en algún lugar había visto que hablaba de Descartes.
Y si se habla de Descartes, no puedo por menos que recordar que un día leí un libro estupendo titulado Hierba Mora, en el que descubrí un trío que nunca he podido olvidar: La Reina Cristina de Suecia, Descartes y Helena. Y desde entonces si de alguna forma veo el nombre de alguno de ellos en un libro hace que me interese, y por poco que sea el fundamento histórico que tenga me entrego a él en cuerpo y alma. Si no está luego a la altura de lo que espero, naturalmente ahí se queda, que a tanto no llega mi interés por ellos.
Pero no ha sido el caso. Me repito al decir que esta editorial tiene la capacidad de sorprenderme una y otra vez, cambiando los registros continuamente sin bajar un ápice la calidad de lo que presenta a sus lectores.
No tenía ni idea de quién era esta mujer que me ha engatusado desde sus primeras palabras ¿Como conocerla si al parecer esta ha sido su primera novela publicada? Me parece increíble que una primera obra pueda tener esta calidad, esta suavidad, este hacerme quedar hasta bien entrada la noche leyendo, este recordar que apurar una copa de vino mientras lees una historia tan bella es un auténtico placer para todos los sentidos.
Guinevere Glasfurd inicia mi aventura lectora con estas palabras:
“Recorrí la habitación a pasitos, trazando un círculo diminuto. Lo que buscaba ya no estaba allí. Su reloj, sus documentos, su tintero de cristal: no quedaba nada, todo había desaparecido. En el pasado había visto aquella habitación vacía y no me había importado, ahora solo magnificaba mi pérdida. No quería una moneda, ni un obsequio, ni un recuerdo. Quería palabras, alguna nota… Mas no hallé ninguna.”
Ya intuyen que el libro me ha parecido una maravilla, y que allí no solo estaba Descartes, también estaba Helena… ¿Será mi Helena? El vino, como la noche, se acaba y el sueño me vencía antes del descubrimiento.
Me quedé dormida en aquel Amsterdam de mitad del Siglo XVII donde Helena Jans, sí, mi Helena, trabaja como doncella para un hombre muy especial ¡Un librero! El señor Sergeant. A su casa Acude para pasar una temporada René Descartes. El resto hay que leerlo, hay que sentirlo… ¡Hay que ver para lo mucho que da la imaginación cuando la historia no es capaz de rellenar todos los huecos! Para eso está la literatura, esta literatura que nos ofrece Palabras en mis manos.
Lo que está claro es que la necesidad de saber nace de la mano de un buen maestro o maestra, de lo que proyectamos sobre los demás, sobre todo de nuestros hijos o de nuestros alumnos, o de nuestros potenciales lectores, cuando lo que queremos es transmitir nuestro amor por la literatura, por las palabras, por lo que de valor tiene ese pequeño poema con palabras exquisitamente seleccionadas para robar una emoción.
Las palabras tiene tanto valor como la vida, es lo que separa a un ser humano del resto de los animales, somos capaces de trasmitir emociones y sabiduría a través de las palabras. La palabra como arte, la vida como un libro que vamos escribiendo hasta llegar al FIN.
Un absoluto acierto el que la narradora inicie la trama casi en su mitad, in media res que dirán aquellos que se hayan acercado alguna vez a un curso de escritura, o incluso que participen en algún Club de lectura.
Está claro que la educación es importante pero no lo es menos la inquietud de algunas personas por saber, por aprender, en este caso lo vemos desde dos puntos de vista distintos, desde dos niveles casi imposibles de sostenerse; Descartes por un lado, Helena por otro… Y juntos el universo. Pero Helena es mujer, Helena es pobre, es casi menos que nada en un mundo diseñado para ellos.
Helena se da cuenta del poder al que se puede llegar con el uso de las palabras, de la importancia del saber en la vida, de ahí su desesperación por aprender, por asegurarse que los pobres aprendan palabras, más allá de la Biblia están los versos, y de los versos brotan las emociones, esas que descubrirá a lo largo de la vida. También Descartes tiene su propia lucha con la sociedad, con él mismo, con su autocensura y sus miedos…
Y así vamos conociendo la historia de uno y otro, y sabemos que Descarte irá a Suecia, y yo sé que hay libros que cuentan que conoció a la Reina Cristina, otra mujer que quería saberlo todo y para ello dejó su corona y se fue al mundo y probablemente conoció a nuestra Helena y ambas escribieron un libro del que algún día tendremos conocimiento.
Algún libro que, como este, nos hable de cómo se vivía en aquella época, de que no era fácil ser mujer, ni campesina, ni reina; un tiempo en el que ser pobre era no ser nada y ser mujer era ser menos que nada. Algo si han cambiado las cosas, pero donde anida la pobreza física o espiritual, allí sigue escondido ese siglo XVII.
Otra vez tengo que decirles que leer puede llegar a ser un gran placer para todos los sentidos. Y terminas de leer algo así y vuelves a tener esa sensación de que quieres más, necesitas más, y miras llover por la ventana y surgen en tu mente las ideas, los recuerdos, y todo ello tiene sentido cuando acuden a mi mente y a mi mano las palabras, esas que darán forma a todo el caos que hay dentro de mí y que gracias a ellas queda ordenado verso tras verso, haciendo de mi vida un lugar más cálido, más grato, más habitable, un lugar en el que los sueños pueden rescatarte de vez en cuando de aquel Siglo XVII.
Leer es maravilloso, aunque cuando te encuentras frente a un libro no siempre se tiene la suerte de estar disfrutando de verdad, cuando encuentras uno de esos libros, en lo que todo te gusta, es fantástico.
Las palabras son muy importantes, pero sólo cuando van acompañadas de algo más profundo, del pensamiento elaborado,, cuando te encuentras con textos escritos magníficamente, pero huecos de reflexión, ya no es lo mismo, es algo así como lo del sexo con amor o sin amor, en el que el sexo son las palabras, y el amor el alma, el pensamiento, jeje.
Creo que este libro me puede gustar mucho, parece que lo tiene todo, hasta a ¡Descartes! y además …. ¡ya va siendo hora que conozca a tu Helena!