¿Sabéis esa frase que dice “hubiera preferido que me diera un bofetón a que me dijera aquello”? Creo que representa muy bien lo que quiero transmitir hoy con esta reseña. Yo lo he sentido muchas veces, preferiría un puñetazo a escuchar la frase que me acabas de decir. Porque me has roto. Porque puede que el dolor físico lo olvide, pero el emocional, no. Y esto se dice porque hay palabras que duelen como puñales. Durante muchos años se ha considerado que para que hubiera maltrato tenía que existir una violencia física. Y por fin nos hemos dado cuenta de que no. Que las palabras también pueden llegar a matar. Que se lo digan a las personas maltratadas o a los niños que sufren bullying. Las palabras hieren. Y sino que se lo digan a las personas que han sentido el peso de las palabras en su piel.
Y Fiana Marín Benítez lo sabe y por ello ha querido crear este libro del que vengo a hablar hoy, Palabras y flechas, donde demuestra que una sola palabra en el momento adecuado, puede atravesar un corazón como su fuera un puñal.
Tengo ante mí un libro de relatos cortos que se nota que está escrito con mucho cariño y mucho mimo. Cada relato tiene como protagonista a alguien diferente pero todos tienen algo en común: el sentimiento que le pone la autora en cada uno de ellos. Los sentimientos son, pues, lo único que importa aquí. Y eso hace que, aunque todas las historias son independientes, al final conformen un todo, un conjunto.
Como siempre que leo un libro de relatos cortos o de poemas, he querido darme un tiempo para leerlo. Podría haberlo devorado de una sentada, es verdad, pero he preferido leerlo tranquilamente, un par de relatos un día, otro par de relatos otro, para así poder saborearlo mejor. Creo que es la única forma en la que se debe leer una obra de este tipo, donde las características de cada relato son diferentes. Si lo hubiera leído del tirón (creedme que tuve muchas tentaciones de hacerlo) no hubiera podido disfrutarlo igual, ya que seguramente muchas de las historias se hubieran entremezclado en mi mente y hubiera sido una auténtica pena.
También, como siempre digo cuando leo un libro de este tipo, me encanta buscarme e identificarme con alguno de los relatos. No me he llegado a encontrar en ninguno, pero sí que hay uno que he disfrutado muchísimo y que tuve que releer para que ningún matiz se me escapara. El relato en sí se llama Cuba y cuenta la historia de un hombre que se va a ir a esa isla caribeña a celebrar una despedida de soltero. Antes de embarcar su mujer le dice que le da permiso para que se tire a quien quiera, una buena mulata, con la condición que después, a la vuelta, le cuente todo. Se contrapone a la actitud del resto de mujeres que, celosas, no quieren que sus maridos vayan a esa despedida de soltero. Nuestro protagonista entonces siente algo que no había sentido nunca: si le pone los cuernos a su mujer con otra, pero tiene consentimiento de ella… ¿sigue siendo poner los cuernos? Entonces, ¿qué sentido tiene hacerlo si el rollo es el morbo que da el hecho de que ella no se entere? Es un relato sincero que me ha hecho recapacitar y pensar sobre ese tema. Será porque nunca se me había ocurrido esa perspectiva pero, por un momento, esas palabras rompieron mis esquemas. Sí, porque las palabras también hacen eso, romper esquemas.
Fiana Marín Benítez nos presenta así su primera novela, aunque tengo que decir que no es su primera incursión literaria, ya que ha participado en varias antologías y en su carrera figura también la producción y guionización de cortometrajes. Ahora se ha lanzado a decir todo lo que tenía que decir y lo ha hecho en forma de palabras que componen relatos y que a veces pueden llegar a doler como flechas. Hay que decir que tiene un estilo narrativo my particular que destaca principalmente por lo directo de sus sentencias. En los relatos no se anda con rodeos, va al grano y usa un lenguaje sencillo pero sutil, lo que hace que la lectura sea muy amena y ligera. Además es muy buena amiga de los diálogos, buena forma de poder conocer a los personajes un poco más y esto es muy difícil de conseguir, porque en los relatos cortos no hay demasiado tiempo para dar al lector unos personajes muy formados. Desde aquí animo a la autora a hacer una corrección del texto más exhaustiva, pues he encontrado algún error ortográfico, pero cosas pequeñitas, como una letra que se confunde o una tilde que se olvida. Si se corrigiera eso, el libro sería muchísimo mejor. Aunque, como digo, ya lo es. ¡Me ha gustado muchísimo!
Y así, con estas palabras que yo espero que no duelan, ni hieran, ni maten (por favor) termino diciendo que, si me gusta leer, es porque de vez en cuando me puedo encontrar con joyitas como esta que me hacen recordar por qué no puedo irme a la cama si no tengo un libro al lado.
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