Libros como este son los que demuestran que el que nace escritor lo es siempre, no solo cuando escribe. Pameos y meopas, publicado ahora por Nórdica Libros, es la recopilación de unos poemas escritos por Julio Cortázar entre 1944 y 1958 que ni el propio escritor concibió como obra para publicar. No soy escritor y por eso nunca he sabido descifrar cómo alguien que sí lo es es capaz de diferenciar aquello que espera publicar de aquello que no. Concibo la escritura, aunque de forma lejana, como un continuo vital y por eso me sorprende cuando me encuentro con casos, como es el de Cortázar en este momento, en los que el escritor reconoce que la obra en cuestión, ahora sí publicada, eran simples poemas «excesivamente personales, herbario para los días de lluvia» y para los que «nunca creí demasiado en la necesidad de publicarlos».
Vale, quizás sí que puedo llegar a entender que haya escritores que vean en alguno de sus escritos una calidad inferior a la que creen oportuna y decidan que eso no quieren que se publique. Pero viendo estos poemas, pameos o meopas, me es imposible entenderlo. ¿Debería ser obligado en autores ya consagrados y con masas de fans detrás que todo lo escrito por ellos tuviera que ser compartido? A veces me lo pregunto. Porque es posible que si no hubiera sido por circunstancias muy puntuales – como cuenta el propio Cortázar en el prólogo de la obra – estos poemas nunca hubieran salido a la luz editorial. Y ahora nosotros no los tendríamos en la mano. Y ahora yo no estaría escribiendo esto. Y Pablo Auladell no podría haber hecho estas magníficas ilustraciones que acompañan al libro, que lo llevan de la mano. ¿Cuánto se queda en el camino?
Seis partes configuran un libro compuesto por poemas escritos entre Buenos Aires, París y Roma con un Cortázar que oscila entre los 30 y los casi 50 años. Partes compuestas por dos, tres o cuatro poemas, sin seguir un hilo narrativo ni temporal, solo regidos – si esto es posible en algo que haga Cortázar – por el título de cada parte. La forma en los poemas cambia, igual que el sujeto, el destinatario, la extensión, el ritmo. Lo que no cambia es la huella. Es leer por ejemplo ‘Poema’, la primera composición del libro y para mí la mejor y saber a quién tienes delante.«Además te quiero, y hace tiempo y frío», Cortázar en estado puro.
Hay casos en los que el escritor cambia de género para intentar ser otro, incluso algunos refuerzan ese giro cambiándose el nombre. Luego hay otros que no, como es el caso de Cortázar: escritores que parece que nunca suelten el bolígrafo, que escriban su vida a medida que pasa en la forma que se le presente. Hay escritores que incluso te obligan a separar sus libros de la estantería porque no puede ser que sea el mismo el que ha escrito una y otra cosa. Hay otros que se juntan solos. Veo a Cortázar en fila en mi estantería, fila desde hoy un poco más ancha, más ancha por la llegada de Pameos y meopas.
¡Gracias, por esta entrada! Estoy estudiando a Cortázar y me he encontrado con el articulo. Saludos desde Barranquilla, Colombia.
Emma Claus.
Muchas gracias a ti por leerla y dejar tu comentario. Qué suerte que estés estudiando a Cortázar. Es un genio. ¡Mucha suerte en tus estudios!