Pocas cosas dan más satisfacción que dar con un escritor y dibujante que lleve más allá el concepto de locura imaginativa. Es más, uno que no tema represalias ni censuras, arte liberado de cadenas, y que, sin sentirte incómodo de lo que lees, disfrutes como un niño ante una historia que poco tiene de infantil. Y eso lo ha creado el historietista argentino Lucas Varela, una mente extra para esto de crear cómics rebosantes de imaginación. Y lo ha hecho con su particular visión gamberra y desenfadada del clásico de Collodi, Pinocchio, aquí rebautizado como Paolo Pinocchio. Olvida el clásico moralizante, olvida al bondadoso Gepetto, dale una toba al charlatán de Pepito Grillo, este Pinocchio es un canalla de tomo y lomo y, como tal, va a poner en práctica su mejor poder, el de la mentirijila.
Paolo Pinocchio ya es mayor y su incorregible don para mentir le va a jugar malas pasadas. Tantas que engaña a quien sea para conseguir sus propósitos siempre un tanto denunciables: servir caldo de panceta a los tres cerditos, drogar a la bella durmiente haciéndola creer que eran aspirinas, simular ser fan y tener todos los discos del flautista de Hamelín… y así unos cuantos meneos gamberros a los cuentos clásicos que le llevan inevitablemente a ser condenado al infierno. Ah, pero este Paolo tiene capacidades más que de sobra para usar sus métodos engañosos inclusos en el averno, de donde una y otra vez escapará con sus imaginativas artimañas.
Varela ha derrochado todo su poder creativo en este cómic editado por Dibbuks (ojo, es de hace unos añitos) para ponernos delante de un personaje a medio camino entre don Juan y Bender de Futurama en un fantasioso entorno infernal. El tono gamberro y divertido hace que cada viñeta se convierta en una carcajada casi clandestina en estos días de ofendida moral y piel sensible de muchos sectores. Hay comentarios subidos de tono, hay desnudos (de todos los tipos inimaginables), hay sobre todo mucho cachondeo y guasa que es, en definitiva, como hay que tomarse la ficción. En realidad, Paolo Pinocchio nos está mostrando esos profundos y cohibidos pensamientos humanos que, si bien la razón, la cultura, la educación y el sentido común han moldeado, no dejan de estar ahí, escondidos, propios de las condiciones humanas que tantos autores como Dante, Cervantes, Shakespeare, Balzac, Pardo Bazán, Arendt han sabido retratar en sus textos. Lo moralizante del clásico no queda atrás en este cómic, pero se le da una vuelta de tuerca para verlo con una visión más adulta y, sí, libertina. Porque si algo reclama el personaje de Paolo es el de la libertad, cueste lo que cueste.
Si rompedor es el personaje más lo es el dibujo. Un toque cartoon con escenarios repletos de fantasía donde el infierno, cavernoso y medieval, deviene en un colorista entorno lleno de demonios y flácidos ectoplasmas condenados, y donde hasta el mencionado Dante hace su estelar aparición. Como no podía ser de otro modo, lo irreverente de este cómic también toca al poeta toscano que compartirá un momento divertido de camaradería con Paolo. Propio de la loca imaginación de Lucas Varela, los escenarios pesadillescos recuerdan caricaturas de los cuadros de Brueghel el Viejo o el surrealismo de Dalí para darle un enfoque amable, simpático donde tú, como lector, vas a pasear muy divertido a través de sus viñetas acompañando al incorregible Paolo Pinocchio. Sin duda un cómic recomendable por su dosis satírica de las condiciones humanas donde el humor y la imaginación son los mejores aliados para disfrutar de su lectura.
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