Todos crecemos con grandes aspiraciones que nos ayudan a avanzar en el sinuoso camino que es la vida. Algunas vocaciones surgen desde muy pequeño y otras surgen a raíz de distintas circunstancias y experiencias a lo largo de nuestra adolescencia y nuestra edad adulta. Sea como sea, lo bueno del siglo y la región en la que nos encontramos, es que podemos formarnos para alcanzar nuestros sueños. Sin embargo, no hace tantos años las mujeres en nuestro país no lo tenían tan fácil. Muchas de ellas, soñaron con convertirse en científicas, doctoras, abogadas, escritoras o periodistas… como Elisa Montero, la protagonista de Papel y tinta, la novela con la que se estrena María Reig.
El libro nos sitúa en Madrid en los primeros años del siglo XX, época en la que España arrastraba la mayor parte de las prohibiciones y tabús del siglo pasado, pero empezaba a abrirse hacia las ideas novedosas y liberales que iban tomando forma en otros países. Entre esas restricciones que cada vez eran menos frecuentes en lugares como Francia, estaba el acceso de la mujer a la universidad. Algunas mujeres ya acudían a clase para formarse como maestras, secretarias o enfermeras. Sin embargo, otras profesiones aún eran consideradas exclusivamente masculinas. Entre ellas, se encontraba el periodismo. Aunque algunas pioneras empezaban a ejercerlo o escribían manuscritos, estaba mal visto y eran las menos, ya que su función era lograr un buen y lucrativo matrimonio y convertirse en una buena esposa y madre.
Aprendí entonces que la viralidad —definida por la capacidad de seducción y la fuerza o coordinación física— era el corsé de los hombres. Al igual que las mujeres debíamos preservar nuestra pureza, los varones tenían que demostrar su masculinidad. Como si fuéramos habitantes de mundos paralelos o polos de una realidad contradictoria.
Este es el mundo al que debe de enfrentarse Elisa, una joven de origen humilde, que a muy temprana edad llega a la casa de su tía y madrina, una mujer viuda y adinerada perteneciente a la burguesía de Madrid. A pesar de que tiene todo lo que necesita, echa de menos los brazos de una madre o un padre que le den cariño y ya desde niña encuentra su refugio en la escritura, creciendo así en ella la pasión por las palabras y por el periodismo. Y precisamente de periodismo se habla mucho en el libro y, lo que es más importante, se muestra. Para una servidora, ha sido un placer leer un libro en el que hay continuas referencias a periódicos españoles como ABC, El Sol, La Voz o La Nación; en el que se ve retratado como se ejercía la profesión antiguamente, yendo de un lado a otro, cuaderno y bolígrafo en mano, casi sin pisar la redacción. Además, María incluye titulares y extractos de artículos publicados en aquellos años, dejando patente su pasión por una profesión que comparte con su protagonista.
Varios hombres escribían concentrados con veteranas máquinas de escribir. Otros paseaban, nerviosos, sin un rumbo fijo. […] El repiqueteo de las teclas se entrelazaba con los murmullos y las quejas vanas de los empleados. Olía a puro, a papel y a tinta. Observé con detenimiento a aquellos ilustres periodistas que se escondían tras las firmas, tras los pretéritos y los sustantivos que narraban la realidad al resto de la ciudad. Ninguno tenía aspecto de erudito ni de gran pensador, pero todos se aferraban, con una fe incierta, a sus textos, construyéndolos ladrillo a ladrillo.
Si la novela es un homenaje al mundo periodístico, el personaje de Elisa es un homenaje a las primeras feministas que hubo en España, a todas las mujeres que durante décadas lucharon por la igualdad de género en nuestro país. A las Clara Campoamor, Emilia Pardo Bazán, Rosalía de Castro, Victoria Kent, Concepción Arenal, Carmen de Burgos… Elisa, al igual que todas ellas, es una mujer adelantada a su tiempo, rebelde, curiosa, apasionada, culta e inteligente, que no acaba de encontrar la felicidad en la pequeña jaula en la que se ve recluida por la época y por la clase social de la que forma parte.
Toda estas ansias de volar están perfectamente retratadas en Papel y tinta por su autora. De hecho, podríamos decir que la misma María Reig, al igual que su Elisa, ha tenido que luchar contra los obstáculos de su tiempo para alcanzar su sueño. En este caso, abrirse un hueco en una industria y mercado literario que todavía está adaptándose a las nuevas tendencias de ocio y a la irrupción de nuevos modelos de publicación, distribución y venta de libros. Por eso, para conseguir publicar su novela María tuvo que recurrir a una campaña de crowdfunding que, por suerte, salió adelante viéndose revalidada por más de un centenar de personas que apostaron por su historia.
Digo por suerte, porque Papel y tinta es un regalo. Es un libro que desprende vida y pasión en cada hoja y que además está perfectamente ejecutado. No tendría por qué, ya que la historia de la literatura está llena de grandes ejemplos, pero resulta verdaderamente sorprendente que una chica tan joven haya escrito una primera novela así, tan mastodóntica, tan bien escrita y tan equilibrada. A lo largo de las más de 800 páginas que tiene el libro, conjuga de manera totalmente armoniosa ficción y realidad, haciendo gala de una gran pericia y una exquisita labor de documentación. Podemos sentir el desconcierto de una sociedad que se veía continuamente abocada a la inestabilidad debido al sistema político de alternancia de esos años; podemos conocer a algunos de los personajes culturales y políticos más famosos de la época como Miguel Primo de Rivera, Manuel Azaña, Torcuato Luca de Tena, Ramón Gómez de la Serna o Carmen de Burgos, conocida como Colombine, la primera periodista española; y, lo mejor de todo, podemos pasear por el Madrid del siglo pasado como si estuviéramos allí, entrar a los cafés y cabarés de moda, disfrutar de los primeros cines de la capital, convivir con otras mujeres en la primera residencia universitaria femenina o acudir a las concurridas tertulias literarias como la del Café Pombo.
Aunque Elisa es la gran protagonista, está muy bien acompañada por un puñado de personajes como Catalina Folch, una de sus mejores amigas que estudia magisterio en la universidad; Olivier Pascal, corresponsal de Le Figaro; o Agnes Henderson, otra amiga de Elisa, norteamericana, que sueña con ser abogada. Todos ellos son igual de carismáticos y están igual de bien reflejados que la protagonista, otra prueba más del buen hacer de la autora, ya que los pensamientos y los diferentes diálogos dan buena cuenta de los formulismos de la época según el estatus social de cada uno. Nos sirven como evidencia, no sólo de la gran desigualdad existente entre hombres y mujeres, sino también entre las zonas rurales y urbanas: las dos grandes denuncias que la autora hace en la novela. Además, también gracias a ellos reproducimos maravillosas conversaciones sobre diferentes temas como el turismo en el gobierno, las reglas sociales según el género, las condiciones de los jornaleros en el campo, la educación, el derecho al voto, el valor del dinero, la ejecución de las leyes jurídicas… cada uno de ellos, aparezcan más o menos en el libro, aportan y suman a la historia. Ninguno está de más y todos tienen claroscuros, no se pueden encasillar en prototipos tan superficiales como “buenos” y “malos”.
En definitiva, no puedo más que recomendaros fervientemente que corráis a la librería más cercana a haceros con un ejemplar de Papel y tinta para conocer a Elisa Montero y empaparos de su su pasión y sus ganas de comerse un mundo que amenaza con comérsela a ella si no se revela contra él.
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