Paraíso

Reseña del libro “Paraíso”, de Abdulrazak Gurnah

Paraíso es uno de esos libros a los que sinceramente no me habría acercado si no fuera porque le han dado el Premio Nobel este 2021 a Abdulrazak Gurnah. De hecho, ha sido una lectura en la que me ha costado entrar. El comienzo doloroso del niño protagonista “cedido” al “tío Aziz” para pagar las deudas del padre no ayudaba. Leer sobre el sufrimiento de los menores nunca es plato de gusto.

Sin embargo, esa es una de las características que más valoro de Paraíso pues consigue transmitir ternura e incluso humor en contextos tremendos, escatológicos y violentos. La acción comienza en un pueblo, Kawa, de Tanzania, país de origen del autor, cuya isla Zanzíbar es famosa por sus playas y paisajes extremadamente bellos y salvajes. Aunque esta es una palabra con doble filo. En un sentido romántico, señala la inocencia y pureza de lo inmaculado. Unos territorios que no vieron venir el tsunami del colonialismo que arrasó entre sus gentes y sus recursos. “Salvaje” además es una etiqueta que puso el eurocentrismo imperialista y colonialista que merece una revisión.

En Paraíso la mirada del personaje principal, con sus cándidos 12 años, te permite acompañarle en el desprendimiento de la esperanza y la ingenuidad. Yusuf comienza a viajar con su falso tío para comerciar con todo menos con esclavos. Recorrerá distintas violencias: alemanes nazis, tribus alejadas de la civilización o marineros grotescos y malhablados. Incluso Khalil, con quien terminará forjando una amistad, que “cuida” de él las primeras noches y con el que duerme detrás de la barra del bar donde trabaja, le trata a golpes y capones. No soporta su falta de picardía y atención.

El choque de culturas expresado tanto en la lengua (Yusuf es swahili) como en las identidades o religiones es denunciado en Paraíso como uno de los rasgos del colonialismo aniquilador. La otra cara de la moneda es la huida de los refugiados y el maltrato que sufren aún en la actualidad. Pero el choque no ocurre solo entre continentes. Los propios africanos de la costa realizan su Odisea particular cruzando tierras de sultanes que les obligan a pagar diezmos. Yusuf queda impresionado, como buen adolescente, por la belleza de su país, pero también por el horror y la injusticia de la eterna huida o enfrentamiento. De hecho, los sueños con los perros que le acosan muestran gran carga simbólica relacionada con su cobardía.

El color de la historia, lo que me ha conseguido atrapar, ha sido la relevancia del viaje y de las historias. Paraíso incluye mucha información sobre relatos africanos que son desconocidos para mí. Pero lejos de un exotismo europeo atraen porque son la clave que diferencia a unos personajes de otros. Los que han enriquecido su mirada y empatía saliendo del discurso de “los unos y los otros” en la magia de los itinerarios. En este sentido, sin ser una experta, ni mucho menos, he encontrado paralelismos entre Paraíso y el capítulo 12 del Corán, titulado “Surat Yusuf” o “Historia de José”.

Por último, hay un eje narrativo curioso y llamativo que tiene que ver con la belleza de Yusuf. Atrae a las mujeres y a los hombres con un poder casi mitológico. Pero este rasgo supone una amenaza. Yusuf sufre la triple opresión del salvaje encarnado en Chatu, del mercader árabe-swahili Aziz y del europeo blanco mitificado como un monstruo al que solo puedes matar clavando un cuchillo en la axila izquierda, protegida por un traje de metal. Igual que el Paraíso atrae y encandila, ser bello puede despertar los deseos mezquinos de conquista y explotación.

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