Un paso al frente

Un paso al frente, de Luis Gonzalo Segura de Oro – Pulido

un paso al frenteEspaña, con todo lo democrático y actual que parece, tiene en su interior dos temas fundamentales que, de ser tocados, provocan que un terremoto de los altos en la escala Richter haga su labor y desestabilice aquello que había permanecido estancado: la iglesia y el ejército. No se hace raro, por tanto, que en este país que se declara democrático, Un paso al frente haya generado tanta polémica a su alrededor y se haya pretendido “secuestrar” y callar las palabras de un autor que, además de escritor, también es militar. No seré yo quien, simple reseñista, intente avivar el fuego que ya está caldeado sobre este libro, pero sí diré que estas cosas no las entenderé nunca. Pero como no pretendo polemizar – o, quizás, el simple hecho de escribir esta reseña sea ya polemizar, no lo sé – hablaré aquí del libro, de su autor, de lo que cuenta y de lo que hace sentir el libro, porque al fin y al cabo uno lee y acaba cambiado, es la consecuencia lógica a la hora de abrir un libro y llegar al final. Es así como funciona esto de la relación lector – libro, una relación tan simple como complicada a la vez y que puede reventarnos por dentro – como es el caso – o al menos removernos en algún sentido, sin saber muy bien cuál, pero que nos acompaña cuando salimos de casa, incluso días después de haber terminado dicho libro y haber vivido la historia en primera persona. No se trata, pues, de polémicas o de todo lo que lleve aparejado un libro. De lo que se trata, y de eso hablaré, es de lo que un libro puede llegar a conseguir tanto dentro como fuera de nosotros mismos. Esa es la magia, y a esa es a la que hay que poner nombre.

 

Habría que hablar entonces del desconocido Luis Gonzalo Segura de Oro-Pulido que, con ese nombre alargado ha creado una historia de denuncia sí, pero de denuncia novelada, sobre un mundo del que él sabe mucho, del que él ha formado – y sigue formando, si es que a la vez que yo escribo esto algo ha cambiado en el mundo – parte, y del que nadie hasta ahora, o al menos no con la crudeza y la claridad con que él lo cuenta, se había atrevido a poner en palabras nunca. Hay que ser claros: Un paso al frente no es un libro fácil. Rezuma, en cada una de las páginas como si fueran poros de la piel, la barbarie y la sinrazón que se vive en el ejército y toda esa especie de podredumbre que, como si en un juego de la ruleta rusa se tratara, convive con tantas otras cosas que sí merecen ciertos vítores – aunque ninguna alegría, al menos por mi parte -. Hay una guerra que se libra siempre y que es mucho peor que aquellas en las que los disparos y las bombas van cayendo a diestro y siniestro. Es la propia guerra, la de las convicciones frente a la injusticia y los robos de una identidad que, como si fuéramos perros rabiosos, intentamos librar y no salir mal parados de ella. Él, el autor digo, se la ha jugado, es cierto, y se la ha jugado sabiendo en todo momento lo que le esperaba. ¿Es por ello un aprovechado? No lo creo. Lo importante aquí no es el debate sobre si ha cometido algún delito hablando del ejército. Lo importante aquí es, sin lugar a dudas, el haber tenido el valor suficiente como para contar algo prohibido y ajeno a la mayor parte de la población y que, aun a día de hoy, tras varios días de haber terminado su lectura, se ve como una imagen borrosa de todo lo que nos habían contado sobre un concepto, lo militar. ¿Es entonces todo lo que rodea a este mundo así? Ni mucho menos, no lo he creído nunca, pero eso no es razón suficiente para que no se habla y se intente amordazar.

Un paso al frente es lodo y es sangre, es disparo y es silencio, es dinero sucio y noches insomnes, es denuncias y también ostracismo, es conflicto de intereses y violencia sibilina, es la luz cuando todo es oscuridad, es páginas amargas junto al amor que es imposible, es todo y la nada a la vez, como en una especie de agujero negro que fagocita lo que hay a su alrededor. Luis Gonzalo Segura de Oro – Pulido es, por tanto, autor y sujeto, persona y víctima, es el portador de la palabra pero también receptor de los insultos, es conocedor de la verdad pero también el miedo que se refleja en la voz, en el titubeo, es juez pero también culpable, o quizá sólo un inocente que vio que la verdad debía ser contada, narrada, sacada al mundo para que todos fuéramos conscientes de un mundo que nos estaba vedado. Es, por terminar de alguna manera esta reseña, el animal que se queda paralizado tras la picadura del escorpión de la portada. Porque el veneno, tras los pasos dados, puede que al final no acabe con su vida, pero sí al menos mina las fuerzas cuando se ve que la justicia, esa que se presupone imparcial, no lo es tanto cuando unas estrellas aparecen bordadas en un uniforme y el dedo acusador, el falso, no el de verdad, lo convierte en el mayor mal, cuando lo único que se hace es el bien. Ahí está la paradoja. Ahí está todo lo que es, pero no dejan de enturbiar con palabras.

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