Era pequeñita. Su pelaje era de color canela. Un blanco impoluto jaspeaba sus patitas. Tenía la naricilla rosada y su nombre hacía honor a La reina del rock. Mi perrita, al igual que cualquier otro can, era fiel; leal a mí y a su familia de humanos. Yo hubiera hecho lo que fuera por ella, y ella seguro que también por mí. Podría decirse que desde entonces acostumbro a leer libros sobre animales (buscando tal vez reencontrarme con sensaciones arrebatadas por el sueño eterno), pero no es cierto. En realidad, ya lo hacía incluso antes de tener aquel aburrido gusano de seda, el pez negro y bobalicón de ojos saltones o aquel pollo que, todo ufano él, nos despertaba cada día al alba con su estridente canto. He leído libros con animales como protagonista desde que era muy niño. He hallado, en esos libros, amigos de largas colas, de bellos plumajes o de escamas plateadas. ¡Incluso he encontrado amigos entre los golosos plantígrados! Así pues, no era de extrañar que una portada rebosante de un otoño de tonos ocres, con un zorro de pelaje rojizo que, sobre una suave loma, observa como el día declina, me cautivara. Ese zorro se llama Pax, y él es el protagonista de este libro de mismo nombre.
Pax es un zorro doméstico. Un animal salvaje que, acostumbrado a vivir entre humanos, es dócil como un perrito. Amigo incondicional de Peter, el niño que lo recogió cuando era un cachorro y que desde entonces lo cuida con devoción. Amigos para siempre. Pero entonces la guerra entra en escena. La inestable armonía en la que se sostenía la relación de Peter con su padre se derrumba. Primero tras conocer la noticia de que éste debe marchar para defender a su país, y que él, en su ausencia, será dejado al cuidado de su abuelo. Y luego tras abandonar a Pax en el solitario margen de un bosque. Peter en un primer momento acatará las órdenes de su padre. Los mayores mandan. Pero más tarde, una vez haya ordenado sus ideas, decidirá hacer el petate, dejar una nota a su abuelo y huir en busca de su peludo amigo. Cientos de kilómetros los separan pero si la lealtad es inquebrantable el camino se hace más liviano. Pax, por su parte, deberá buscarse la vida mientras espera ansioso la vuelta de su amo. Cazar para comer, defenderse de depredadores o relacionarse con los de su misma especie, serán algunas de las lecciones que se verá obligado a dominar si quiere sobrevivir en el bosque. En definitiva, aprender a ser un zorro.
Pax: Una historia de paz y amistad habla de evolución, de adaptarse, pues mientras Pax intenta ser el animal salvaje que nunca fue, Peter debe dejar atrás su niñez y convertirse en un hombre. Pax y Peter, cada uno se verá inmerso en su propio viaje iniciático, a la vez que cada uno intenta llegar hasta el otro. La guerra, como enemigo implacable e indefinido, les saldrá al paso una y otra vez para que no consigan su cometido. “La guerra es una enfermedad humana…”. Pax habla también de guerra, pues es un libro que no solo explora los daños colaterales que ésta produce entre civiles inocentes, sino también entre la naturaleza más pura y los animales salvajes que la pueblan. Pero la guerra no afecta solamente de forma física, pues lo hace también de forma psicológica. “La gente debería decir la verdad sobre el coste de la guerra.” Destroza proyectos futuros. Bombardea pensamientos positivos. Y deja atrapadas a personas, en jaulas creadas por ellas mismas, en los horrores de guerras pasadas. Pax habla también de paz y de esperanza.
Sara Pennypacker utiliza un lenguaje sencillo que rápidamente obtiene el compromiso del lector para seguir las peripecias de Pax y Peter. Su punto más fuerte es la forma, fluida y específica, en la que describe el comportamiento de los zorros, no solo el del animal protagonista, sino el de otros compañeros de especie que, a diferencia de él, se han criado en la naturaleza. Gruñidos y ladridos. Posturas de desafío, de temor o respeto. Hocicos que olfatean todo olor que se filtra en su territorio. La forma de abalanzarse sobre una presa. Sara Pennypacker se esmera para que Pax sea un zorro de verdad, y lo consigue; abriendo además el apetito de conocimiento del lector. No tardaréis mucho en descubriros navegando por internet en busca de fotos y videos sobre estos animalillos.
Jon Klassen se encarga de ilustrar Pax. Su trabajo es de una preciosidad casi mágica en la portada (casi se puede oler la humedad del bosque u oír la respiración del zorro). En su interior una docena de ilustraciones sencillas y en blanco y negro (¡qué lástima que no sean a color!) resultan ser la compañía visual adecuada para acompañar a la narración.
Pax: Una historia de paz y amistad, es un cuento. Un cuento que no endulza una realidad tan dura como es la guerra. Un cuento que, por su lenguaje, es perfecto para los más jóvenes pero, por lo que dice y de la forma en que lo hace, deberían leer también los adultos; sobre todo los adultos, pues somos los que tenemos mayor responsabilidad en el asunto. Pax es, en definitiva, uno de esos cuentos que puede transformar una agobiante noche de insomnio en algo tan productivo como una didáctica reflexión sobre cómo alcanzar diferentes tipos de paz.