Reseña del libro “Pelusa baby”, de Constanza Gutiérrez
El título del libro que nos ocupa hoy creo que define muy bien lo que podemos encontrar dentro del mismo. Pelusa baby es un libro sorprendente y divertido, un regalo primaveral, fresco y repleto de referencias contemporáneas.
19 relatos en los que su autora, Constanza Gutiérrez, nos crea una fotografía de quienes nacimos a finales de los 80 o principios de los 90. Una imagen creada por una mirada curiosa, lúcida y ocurrente. Con esto no quiero decir que no sea disfrutable para quienes no se encuentren en esta franja de edad, ya que aborda temas que también son universales: precariedad, family issues, las relaciones amorosas y cultura pop que atraviesa generaciones. ¿Quién está libre de conocer a Harry Potter o a Shakira? Desde mis primos pequeños hasta mi abuela italiana, pasando por mi cuñada coreana, saben quiénes son estos personajes. Todos ellos son capaces de conocer estas referencias y por eso se hace disfrutable tengas la edad que tengas y sea cual sea el lugar donde vivas.
Como es natural, hay relatos que me han tocado más que otros. Lo primero de todo es empezar por el principio, y el principio de este libro ya empieza rompiendo los esquemas. El primer cuento titulado En la colonia tolstoiana, es una especie de prólogo escrito por la misma autora, el cual está integrado como un cuento más, en lugar de estar separado del resto. Habla sobre su propia experiencia como escritora, con tintes mágicos y por supuesto mucho humor. Este prototipo de prólogo poco convencional, nos informa del tono que marcará el libro con los posteriores relatos.
Se aborda la manera que tenemos de relacionarnos, no solo entre nosotros, sino también la relación que tenemos con lo laboral. En el cuento que da título al libro: Pelusa baby, nos habla de un método muy peculiar en el que se ven involucradas conductas gatunas. Habla de adoptar la indiferencia como estilo de vida. Me parece que lo trata desde el humor y eso le da ligereza al texto, pero del cual se pueden sacar reflexiones profundas acerca de cómo confrontamos la vida.
Este libro, al ser un reflejo, en muchos casos, de una generación que hemos ido creciendo de la mano de las tecnologías, estas aparecen de forma frecuente. En algunos cuentos como La vida era un festival y en Catalina al otro lado del espejo actúan como catalizadores de la historia. Pero en otros, como Mi abuelo el fugitivo y en Copiando a Gógol se cuelan con sutileza.
A pesar de que son muchas las referencias explícitas a la cultura pop, en mi caso también me ha evocado otras tantas que no están de manifiesto. En Mi cola y yo, recordé el personaje Son Goku de Dragon Ball. Una de las series animadas más míticas con la que crecimos los millennians. Y en segundo lugar pensé en Agujero Negro de Charles Burns y la cola de Eliza. El primero resonará en la mayoría de quienes me lean, el segundo pienso que no tanto por ser algo más antiguo y más dirigido a gente con gustos por lo extraño y por la novela gráfica de culto.
Me ha llamado muchísimo la atención que los concursos televisivos aparezcan en más de un cuento. Aunque no es algo que encontremos representado normalmente en literatura, es cierto que dan mucho juego para hablar de la economía, de lo familiar y de lo extraño desde el humor. Esto le sirve a Constanza para crear una atmósfera muy concreta y delirante. Y por supuesto, no he podido evitar rememorar uno de los concursos televisivos que acompañaron todos los veranos de los niños millennians: el Grand Prix. Pelusa baby, como este programa, es divertido, veraniego, y tal y como decía su canción: para el abuelo y el niño.