El planteamiento de este libro no podía ser más atractivo, es una obra fundamental de la literatura clásica japonesa, un ensayo sobre la vida sencilla y la relación con la naturaleza y además prologado por Natsume Soseki y muy bellamente editado por Errata Naturae. Kamo no Chōmei, tras una vida azarosa tanto a nivel personal como social, ya que le toco vivir no pocos desastres cuya narración es sumamente interesante, abandona la capital, la residencia familiar y una relativa comodidad como funcionario de la corte y, llevado por sus convicciones budistas, se retira primero a una casa modesta y después a una cabaña de unos tres metros cuadrados que construye él mismo en el bosque, en el monte Hino.
Cuando supe de la existencia de Pensamientos desde mi cabaña me vino a la cabeza, supongo que es inevitable, Walden, y pensé que debía ser toda una experiencia leer a una suerte de Thoreau japonés. Sin embargo no es parecido, Chōmei no despliega un gran aparato argumental, su filosofía de sencillez la expone en sus textos haciendo gala de la misma en su forma de escribir y en su modo de vida, y logra de alguna forma extraña y elegante construir una obra pequeña y de gran belleza, inspiradora y sugerente. No voy a decir que a uno le entren ganas de escapar a la montaña, montarse una cabaña portátil con ramas y dedicarse a la escritura y la vida contemplativa, pero no puede dejar de admirar la habilidad de los clásicos japoneses para construir, con pocas herramientas, obras tan bellas y reconfortantes.
Natsume Soseki comienza diciendo que la obra de un genio lo contiene todo, y hay que darle la razón, a la vez que hay admirarse ante el hecho de que ese todo quepa en un recipiente tan pequeño. En ciento cuarenta y siete páginas caben los Pensamientos desde mi cabaña, el prólogo de Soseki, un postfacio de Jacqueline Pigeot y un texto sobre el autor, titulado Retiro y Poesía, de Tamamura Kyo. El prólogo, es obligado decirlo, resulta especialmente deslumbrante.
Podría resultar contradictorio envolver una obra cuya razón de ser es la vida sencilla en tanta explicación, en tanto razonamiento, pero no lo es. Ambas cosas son necesarias, se llega a los mismos lugares por distintos caminos y para llegar al destino de Pensamientos desde mi cabaña viene muy bien disponer de un buen mapa. Porque a menudo las referencias nos resultan complicadas y resultaría triste que nos perdiésemos en cuestiones como Tu cabaña se asemeja a la de Jōmyō-koji, pero observas las enseñanzas aun peor que Shūri-Handoku. A las dificultades que en occidente nos plantea a menudo la literatura japonesa se unen en este caso las propias de la condición de monje budista del autor.
No puedo resistirme a lanzarles un cebo, a mostrarles por una rendija la vida de Chōmei en el bosque:
Si una mañana siento la vida fugitiva como la estela blanca que se deja a la popa, me dedico a contemplar los barcos que navegan por Okanoya y trato de escribir a la manera de Mansami. Al atardecer, cuando el viento mueve los árboles de Katsura, y hace sonar sus hojas, me acuerdo del río Jin-yo y pulso la biwa, imitando a Gentotoku. Cuando tengo ánimo, acompaño la melodía del viento con el «Canto de las brisas de otoño», o el murmullo del agua con un pasaje célebre de la «Fuente que mana». No soy un gran artista, pero tampoco toco para deleitar a un auditorio. Toco para mí mismo, para dar sustento a mi corazón.
Esta crónica de la vida de un poeta, escrita cuando el rocío de su vida ya se evaporaba, es una verdadera delicia, su prosa elegante, sus imágenes hermosas y evocadoras y su filosofía de sencillez no son sólo motivo de deleite y reflexión, sino que por un tiempo probablemente demasiado breve sirve también de antídoto a los efectos perniciosos de esta vida nuestra, tan contraria a la que él describe y a menudo tan desquiciada. No parece muy recomendable retirarse hoy día a vivir en una cabaña como la de Chōmei, pero tenemos la ventaja de que podemos construirnos una con sus palabras y retirarnos un ratito a descansar cuando sintamos la vida fugitiva como la estela blanca que se deja a la popa.
Andrés Barrero
contacto@andresbarrero.es
@abarreror
Me tentó este libro, pero lo cierto es que tanto prefacio, postfacio, texto sobre el autor me alucinó, porque al final los pensamientos de Kamo eran muy, pero que muy poquitas páginas y un revestimiento demasiado grueso….
Un abrazo
Sí tienes toda la razón, el texto en sí es muy breve y además sutil, pero el envoltorio, sobre todo el primero, está francamente bien. A mi al menos no me ha estorbado, al contrario. De todas formas me alegra que te haya llamado la atención, es un libro interesante.
Gracias por hacernos llegar tu comentario.
Un abrazo,
Andrés