Con tan sólo un libro en su haber, esta autora ha conseguido que se publique de manera simultánea en diferentes lenguas su segunda novela. Celeste Ng no es una principiante y tras el éxito que supuso Todo lo que no te conté, vuelve a la carga. Urbanizaciones en las que el drama entra por la puerta de atrás y se cuece a fuego lento ante unos personajes que lo ignoran por completo. Ahí es donde la autora norteamericana es una maestra. Su sutileza le ha ganado un sinfín de seguidores y es lógico. No hace ruido, no fuerza la situación, pero te ata de pies y manos a las páginas de su libro. Consigue que lo que te está contando importe. No exagero si digo que es muy posible que veáis este libro en las listas de lo mejor del año. La escritura de Celeste Ng es como los conflictos que plantea en sus novelas. Nadie se da cuenta de que ha llegado hasta que todo ha cambiado para siempre.
Mia Warren, cansada de la vida itinerante que ha llevado en los últimos años, decide asentarse con su hija Pearl en Shaker Heights. Una comunidad bien intencionada donde comenzar de nuevo y donde conocerá a Elena Richardson, propietaria de la casa que alquilan. El encuentro de las dos mujeres cambiará el curso de sus vidas para siempre. Elena, madre de cuatro hijos y miembro reputado de su comunidad, sentirá cómo los preceptos vitales de Mia chocan con los suyos propios.
Son los hijos de ambas mujeres quienes estrecharán lazos en detrimento de las diferencias puestas sobre la mesa. Aunque todos sabemos que los parches no son soluciones perdurables. Cuando el caso de adopción de una niña china por un matrimonio blanco pone en entredicho la ética y el buen hacer de los integrantes de Shaker Heights, las dos mujeres acabarán enfrentadas. Y, por ende, también los hijos de éstas. Alargando el conflicto de raza y clase desde los tribunales a la zona de juegos. A lo largo de la novela todos aprenderán la facilidad con la que puede propagarse un fuego que se creía controlado.
El estilo de Celeste Ng acaba subyugando al lector. Convierte a cada uno de sus múltiples personajes en un pequeño foco de atención, empatía y verosimilitud. No hay buenos ni malos. Desde el narrador omnisciente, consigue ponernos en la tesitura de cada uno de ellos. Otorgándole a la verdad una dimensión múltiple. Ideas como estatus o pertenencia cobran nuevos significados dependiendo del personaje que nos acompañe, dándole voz y peso a los argumentos que esgrimen.
En recientes entrevistas, la autora ha comentado que ella se crió en una población de esta índole, a las afueras de Cleveland. Conoce al dedillo los entresijos de estos vecinos que corren las cortinas para invocar una suerte de privacidad. Sabe qué esconden las familias perfectas, así como el grado de suciedad de la colada que no se muestra públicamente. La viveza con la que desarrollan su día a día los vecinos de Shaker Heights es un reflejo del grado de conocimiento que posee la autora. Celest Ng usa la mirada de Mia para criticar esta postal perfecta y hacer arte con las grietas que va encontrando en la vida diaria de estas personas.
Narrativamente estamos ante un sólido escenario que todos conocemos, a pesar de que la mayoría nunca hayamos pisado una de estas comunidades. Celeste Ng consigue aportar su granito de arena en este imaginario colectivo de barrios residenciales norteamericanos que tantas veces hemos presenciado en otras novelas.
No quería acabar esta reseña sin hablar de la maternidad. Ya que sin duda es el asunto más importante que se nos presenta en la novela. Madre no hay más que una, eso es cierto. Pero esta máxima acepta un sinfín de matices y Pequeños fuegos por todas partes recoge todos y cada uno de ellos. La capacidad de romperse por un hijo, la sangre fría de retenerlos contra su voluntad. Hijos deseados y padres primerizos. Madres ausentes y niños robados. El arte de la combinatoria se expande cuando hablamos de progenitores y descendientes. La Biblia nos habla de dos mujeres enfrentadas por la custodia de un hijo. Una, capaz de compartir un trozo de dicho hijo; otra, forzada a ceder. Celeste Ng asume la tarea de continuar con la tradición de toda esa literatura ancestral centrada en las madres y parte en dos el universo de Mia y Elena con el fin de satisfacer el deseo de verdad que reside en el lector.
Rectifico lo que dije antes. La novela de Celeste Ng no habla de maternidad, sino de maternidades. Hay algo que asusta en traer vida a este mundo. Te expone y te convierte en el blanco de los miedos y las dudas. Parir te obliga a romperte y a dejar ir. La creación de otro humano es algo engorroso y arbitrario en grado sumo. ¿Dónde acaba nuestro papel? ¿Cuándo podemos sentirnos orgullosos ante el buen trabajo realizado? No existen respuestas. Los hijos llegan para heredar nuestro legado o para construir el suyo propio sobre nuestros cimientos. No existen las madres perfectas. Por desgracia, tampoco los hijos pródigos.
Seguro que lo leeré en cuanto me llegue a las manos, porque la otra novela de esta autora me gustó mucho. Saludos