Perdida, de Gillian Flynn
Perdida salió al mercado apoyada por una potente campaña de publicidad, con eslóganes y todo, uno de los cuales afirma tajantemente que “Nunca has leído nada igual”. En efecto, no recuerdo si he leído algo igual que Perdida (aunque ya de entrada sus elementos, por separado, los hemos leído todos muchas veces desde Edgar Allan Poe), pero sí que he visto algo igual, y se llama La última casa a la izquierda.
Una novela de misterio que guarda similitudes –y bien grandes– con un reconocido hito del cine de terror y del gore… No, los parecidos estéticos y formales son inexistentes. Sus respectivas tramas nada tienen que ver. Vamos a resumir la de Perdida y luego volveré a este parecido que les refiero.
Perdida cuenta con dos protagonistas, cada uno con su voz, pues sus relatos en primera persona se intercalan a lo largo de la novela. Se trata del matrimonio formado por Nick y Amy Dunne. La acción arranca el día de su aniversario de bodas, en el cual Amy desaparece misteriosamente. Comienza su búsqueda y la investigación policial y, de paso, nosotros conoceremos mejor a Amy y a Nick, por separado, y veremos el paso gradual de matrimonio aparentemente feliz a otro que se desintegra rápidamente.
Los dos protagonistas principales de Perdida son dos personas de orígenes y culturas que, en principio, no parecen muy compatibles, aunque pronto vemos que se complementan: Amy es una pija neoyorquina, hija de una pareja de escritores que se han hecho de oro gracias a un personaje adolescente llamado La asombrosa Amy, que es abominablemente perfecta; Nick es un joven periodista de una pequeña ciudad de Missouri, del Medio Oeste, que está llevando a la realidad su sueño en la ciudad de Nueva York. Circunstancias adversas y ajenas a sus deseos los llevan a mudarse a la ciudad natal de Nick, donde tiene lugar la desaparición de Amy.
El mejor logro de Gillian Flynn en Perdida consiste en cada uno de sus protagonistas, Amy y Nick. Es de elogiar la habilidad de Flynn para construir personalidades muy marcadas, muy ricas en detalles y, por ello, muy creíbles, sin caer mucho en tópicos y casi siempre con un rasgo, una anécdota o una frase originales y ocurrentes que, además, hacen muy al caso para ayudarnos a conocer la mente y la personalidad de cada uno. En realidad, toda la novela rezuma ingenio y chispa, que es precisamente –al margen de la trama en sí– el elemento clave que nos absorbe y nos hace seguir leyendo compulsivamente.
Perdida se nos ha presentado como una novela de misterio, y lo es, pero descubre su verdadera cara a las pocas páginas: es, sobre todo, una comedia costumbrista más negra que el carbón acerca de las relaciones de pareja, con todos sus aspectos y matices. Es posible que el lector, aunque sea de forma inconfesable, se reconozca en algunos de los rasgos, escenas, comentarios o bromas privadas de Amy o de Nick. Son, casi siempre, pinceladas lo bastante bien pensadas por Gillian Flynn para que no nos resulten caricaturescas y ya–leídas. En el fondo, estas escenas conyugales relatadas ya por Nick, ya por Amy –con las consabidas diferencias de apreciación, claro– son, con mucho, lo mejor que Perdida tiene que ofrecer: escenas que configuran algo mucho más siniestro, nada menos que el retrato de una pareja y de una familia enteramente disfuncionales.
Y es aquí donde aflora un tercer estrato de lectura en Perdida, pues a lo que asistimos a lo largo de sus páginas es a un despliegue escalofriante de maldad –que no de mal, algo más sobrehumano, se puede decir; algo que ofrece un asidero a la dignidad humana, porque el hombre puede intentar luchar contra el mal; pero es él quien ejerce esa maldad que muchas veces no sale en las noticias. No nos engañemos: Perdida habla del odio y de la maldad, tanto, que bien podría haberse titulado Perfidia en lugar de Perdida. No es una lectura para cualquier lector, ni siquiera para cualquier amante del thriller. Es una historia sórdida y un espectáculo escabroso. En este punto enlazo con la referencia que hice a aquella macabra película, La última casa a la izquierda. Es ahí donde tanto se parecen: son maldad en estado puro. La pregunta que surge es si ser testigos de ese espectáculo de maldad es y debe ser sólo entretenimiento o si realmente sirve para algún propósito edificante.
Que cada uno saque sus propias conclusiones.
En unos días tendré este libro (que me ha dicho una amiga que me lo va a regalar 😛 ), así que en cuanto lo lea, me paso por aquí otra vez y comentamos 😀
Me has dejado con ganicas de leerlo, intrigada, vamos!
Un abrazo!
Ya la he terminado Leire, y desde luego coincido con tu reseña…
El inicio de la novela na da me hacía sospechar lo que iría viendo página a página.
Un abrazo!