Peyton Place, de Grace Metalious
Pueblo pequeño, infierno grande, advierte la sabiduría popular, y Grace Metalious, la (malograda) autora de Peyton Place, hizo suya esa máxima. Fue así como dio vida a Peyton Place, una especie de Macondo de la trash lit norteamericana (que, en realidad, suena mejor y -creo- es más fiel a la realidad que “literatura basura”, cosa que no considero que sea Peyton Place, de lo contrario no estaría recomendándola aquí); si bien quizá es más correcto decir que es una especie de Saint Mary Mead, a juzgar por lo que allí nos aguarda.
En efecto, los rasgos más perniciosos y malévolos de la vida de una pequeña comunidad cobran vida en la pequeña ciudad de Peyton Place. Narra parte de las existencias de algunos de sus vecinos, pero no es realmente una novela coral, porque tiene unas protagonistas bien definidas: Constance Mackenzie, su hija Allison y la amiga de ésta y empleada en la tienda de Constance, Selena Cross. La voz y los ojos que nos guían a través de la historia son principalmente los de Allison, que es el personaje que más cambia a lo largo de la historia; por tanto, es ella la protagonista principal. Pero hay muchos otros personajes, cuyos trasuntos en los pueblos pequeños del mundo real seguramente serán fáciles de identificar para cualquiera: el médico, bondadoso y casi reverenciado; los hombres ancianos desocupados cotilleando contra todo lo que se mueve; la mujer excéntrica y gratuitamente colocada en una especie de lista negra; el gran señor local que hace notar su influencia en todas aquellas causas que le interesa ganarse… Aderécese todo esto con la dosis justa de sucesos escandalosos y nárrese todo con un estilo muy agradable y un considerable talento, que hace que nada de lo escandaloso parezca barato y que la vulgaridad no parezca ramplona, sino instructiva -por cuanto constituye reflejo de la naturaleza humana, o de parte de ella, al menos- y tendremos Peyton Place, la novela.
Peyton Place supuso un enorme éxito de ventas a la vez que una gran polémica cuando se publicó por primera vez, en 1956 -permaneció 59 semanas en la lista de los más vendidos del New York Times-, pero tiene su leyenda negra: se dice que fueron las consecuencias de su inesperada subida a los cielos de la fama, a la vez que las maledicencias y las calumnias que, parece ser, hubo a raíz de ella, las que precipitaron a Metalious a una vida disipada y, en fin, a su muerte prematura por una cirrosis. Verdad o mentira, lo cierto es que Peyton Place ha quedado en el imaginario estadounidense como sinónimo de escándalo social, y no es difícil comprender por qué. En Peyton Place, hay sexo fuera del matrimonio y escenas muy atrevidas para la época, algo que puede provocarnos hoy una sonrisa indulgente (¿se escandalizaban por esto?, podemos sentirnos tentados a preguntarnos), pero también hay malos tratos, alcoholismo destrozahogares, xenofobia, caciquismo y corrupción, hipocresía… cosas que deberían escandalizarnos siempre, y sin embargo lo provocativo de Peyton Place es que todos estos males se narran desde la sabiduría y desde la resignación y, por tanto, desde cierta indiferencia que nos da a entender que la autora da todas esas lacras por consustanciales a la vida de cualquier comunidad pequeña y cerrada. Quizá es eso lo que aún tiene capacidad de levantar ampollas cuando leemos Peyton Place: que no es un libro explícitamente de denuncia, no es un libro colmado de indignación, sino más bien una constatación de unos hechos y una forma de ser desgraciadamente universales.
Con todo, hay cierta luz en Peyton Place. Nos reconforta identificarnos con las tres figuras principales, esas tres mujeres que, cada una a su manera, luchan por ser más fuertes que su entorno y, en cierta manera, por escapar a él. Las tres luchan por su individualidad y su libertad personal en un ambiente que no favorece el fomento de esos valores, sobre todo si se es mujer.
Y está también la paradoja encarnada por la joven Allison, muchacha de talento y de espíritu buscador -busca la realización personal a través de la literatura, busca el amor romántico, busca la relación sexual idealizada, busca la amistad femenina perfecta- que está destinada a chocar con Peyton Place pero que, en última instancia, ama el lugar donde nació. Quizá porque Peyton Place es también una declaración de amor a esos pueblos, a esas pequeñas ciudades que son demasiado pequeñas para contener a algunos de sus individuos, pero que también son el crisol imprescindible para que éstos brillen.
Como curiosidad, sepan ustedes que la edición de Peyton Place de Blackie Books incluye un prólogo de Boris Izaguirre, fan irredento de la novela (¿les sorprende?) y que sólo queda afeada por un horroroso “andara” en lugar de la forma correcta “anduviera”, error incomprensible que se repite varias veces. Por lo demás, es una edición agradable a los sentidos, lo cual viene bien, por el volumen del libro. (Aunque, se lo aseguro, a mí no me pesó).
Esta novela es un clásico. Siempre me gustó mucho. Si no recuerdo mal, hay una versión cinematográfica bastante entretenida. Interesante edición con prólogo de Boris Izaguirre. 🙂
A mí también me gustó, y me pareció mejor de lo que esperaba. Fue una grata sorpresa. 🙂
Hola. Existió una miniserie llamada Peyton Place. La caldera del diablo. Basada en esta novela. En la época de la televisión en blanco y negro.
Sí, realmente era fuerte para la época y por lo tanto atractiva. Infidelidades, disputas familiares. Y cómo olvidar las actuaciones de Ryan O’Neal, Mia Farrow y Dorothy Malone.
Otra obra similar, película de la que también hicieron una serie fue “Un largo y ardiente verano”, con el matrimonio Jane Woodward y su esposo Paul Newman (les comento que me estoy estrujando los sesos para acordarme de los nombres y perdón si no los escribo correctamente). También actuaba el genial Orson Welles.
Ahora no se nos movería un pelo al ver o leer estas historias.
Felicitaciones por la reseña. Gracias por tantos recuerdos.
Saludos cordiales, desde Córdoba, Argentina.
¡Gracias a ti por leer y por dejar este amable comentario, MissDaisy!
Me ha gustado mucho tu reseña. Acabo de leerlo y coincido contigo.
Me alegro mucho. Gracias por leer mi reseña, un saludo.