Descubrí a Thomas Cathcart y Daniel Klein hace ya unos cuantos años, cuando me topé con Platón y un ornitorrinco entran en un bar en una estantería de libros en oferta. ¿Cómo iba a resistirme? Con ese título ¡y a ese precio! Y disfruté mucho de la lectura, en la que explicaban conceptos filosóficos a partir de chistes. Cuando supe que Pienso, luego dibujo también lo habían escrito ellos, me lancé de cabeza. He leído varios libros sobre filosofía en el último año, como Filosofía en once frases, de Darío Sztajnszrajber, El libro de los filósofos muertos, de Simon Critchley, y Tiempo de magos, de Wolfram Eilenberger, pero ninguno de ellos me resultó tan claro y ameno como el de Thomas Cathcart y Daniel Klein.
En Pienso, luego dibujo siguen la misma estructura que en Platón y un ornitorrinco entran en un bar, pero, en vez de chistes, se sirven de humor gráfico. Así, cada capítulo empieza con una viñeta que nos saca una sonrisa, cuando no una carcajada, y Thomas Cathcart y Daniel Klein reflexionan sobre ella para hacernos ver que, además de gracia, tiene una gran carga filosófica detrás. Y, de este modo, hacen un repaso a las grandes preguntas que se han planteado los filósofos a lo largo de los siglos: ¿cuál es el sentido de la vida?, ¿qué es el tiempo?, ¿existen diferencias por género?, ¿qué es lo correcto?, ¿cómo podemos distinguir entre conocimiento y opinión?, ¿de verdad tenemos libre albedrío o todo lo que hacemos está determinado?, ¿cuál es la forma más justa de repartir la riqueza o de organizar la sociedad?, ¿la tecnología está destruyendo a la humanidad?, ¿existe un plan cósmico?, ¿cuáles son los límites de la autoridad?, ¿qué es el bien y qué es el mal?, ¿qué es el amor?, ¿existe Dios?… y la mejor de todas: ¿sirve para algo la filosofía?
A través de las explicaciones llenas de chascarrillos de Thomas Cathcart y Daniel Klein, entendemos un poquito mejor las visiones distintas de epicúreos, pesimistas y existencialistas, nos rompemos la cabeza con la paradoja de Pinocho, el experimento mental del demonio de Laplace o la prueba de Turing, descubrimos que la teoría de la relatividad de Einstein tiene una fuerte competencia con la de Alfred North Whitehead, pues ambas pronostican los mismos fenómenos de manera diferente y dejan sin resolver los mismos misterios, y le damos vueltas a qué es realmente la identidad, el amor, el placer o la moral.
Que nadie espere alcanzar alguna certeza después de leer Pienso, luego dibujo, porque, como afirman Thomas Cathcart y Daniel Klein, «la filosofía siempre es mejor a la hora de hacer preguntas que de dar respuestas. Pero qué divertidas son las preguntas, ¿verdad?». Así que con eso hemos de quedarnos: pasar un buen rato alimentando nuestro espíritu crítico.
¡Ah! Gracias a Pienso, luego dibujo, me he enterado de que Thomas Cathcart y Daniel Klein también han publicado Aristóteles y un armadillo van a la capital y Heidegger y un hipopótamo van al cielo. Con títulos tan geniales, ¿cómo no voy a querer leerlos?