Pirofobia, de Jack Lance
Jack Lance es uno de los seudónimos de Ron Puyn, autor neerlandés de novelas de misterio con elementos sobrenaturales. Antes de ser novelista, se dedicó, al parecer, a la publicidad y también al periodismo, y algo de ello sí transpira Pirofobia, una novela de gran éxito en Países Bajos y Bélgica y que, según leo en Internet, ya se ha adaptado al cómic, y que podemos disfrutar ahora de la mano de Minotauro.
Decía que se nota algo de la experiencia de Jack Lance en la publicidad y en el periodismo. Se dedica a la publicidad el protagonista de Pirofobia, Jason Evans, ejecutivo de éxito profesional y personal, con un trabajo en una empresa donde se le respeta y admira, una mujer a la que ama y una familia unida que lo respalda. Eso, sólo al principio, pues su vida se tuerce cuando comienza a recibir unas fotografías Polaroid con macabras imágenes y mensajes algo crípticos. Todo ello desencadena en Evans su miedo latente al fuego, no un miedo racional, sino una fobia cuyo origen ignora y que se ha mantenido bajo control hasta ahora. Así pues, Pirofobia nos propone acompañar a Jason en la investigación sobre el remitente de las fotos y sobre lo que significan, así como en su exploración de su propio miedo.
Y Pirofobia es, en efecto, una novela escrita con el pulso y la eficacia que le suponemos a una buena campaña publicitaria, y la economía de medios que debe tener el auténtico periodismo. Si quieren ustedes una novela que escatime descripciones irrelevantes, “de adorno”; que le ahorre exhibiciones algo impúdicas de la desnudez sentimental y la vida sexual de los personajes; en fin, si le gusta que los narradores vayan al grano y que le cuenten una historia de las de noche de campamento alrededor de una hoguera (emplazamiento especialmente propio para este relato), entonces Pirofobia es su novela. Jack Lance se inmiscuye en la vida de sus personajes, pero no los disecciona ni tampoco le interesa contarnos su vida y milagros, sus emanaciones emocionales ni sus recuerdos que no vengan a cuento. En ese sentido, las páginas de Pirofobia se vuelven con una pasmosa facilidad.
Jack Lance se confiesa admirador de Stephen King y de Dean Koontz. Yo diría que se parece mucho más a éste que a aquél. En realidad, si esperan ustedes a un King a la europea, deberían seguir esperando. Jack Lance comparte con Koontz un mayor apego a sus personajes, una mirada más humana y empática con ellos y una ausencia de malicia. Pirofobia nos ofrece suspense y elementos angustiosos (yo no la llamaría precisamente una novela de terror, aunque contenga ingredientes terroríficos), pero Lance se ocupa y se preocupa por sus personajes y podemos intuir que toma partido por ellos desde el principio. Ello brinda a su narración cierta calidez y una mirada comprensiva y compasiva que hace que nosotros también nos compadezcamos del pobre Jason, y eso a pesar de que ninguno de los personajes es de ésos que diríamos que para el final del libro nos parecen de carne y hueso o como si los conociéramos de toda la vida. Nos encariñamos de ellos lo justo y lo necesario, de forma que, al terminar la lectura de Pirofobia, nos quedaremos tan a gusto y tan tranquilos sin darle vueltas en la cabeza a lo que acabamos de leer.
Recomiendo Pirofobia a quienes quieran disfrutar de la rareza (para nosotros) de leer a un autor neerlandés de terror, muy eficaz y muy directo, y que ambienta su historia en Estados Unidos. Por otro lado, debo decir que, gracias a la edición de Minotauro, tener este libro en las manos ha sido una gozada, pues se trata de un formato de tapa blanda satinada muy maleable y cómoda de usar y de leer en cualquier sitio.