Play

Play, de Javier Ruescas

Cuando se juntan tres elementos clave en la forma de escribir una historia, lo único que puede pasar es que salga redonda. Esos tres elementos son: pasión, constancia e imaginación. Escribir, para mí, he creído siempre que se trata de un ejercicio de superación personal. Es un trabajo como otro cualquiera ya que, al fin y al cabo, le están poniendo en su interior parte de ti mismo. Quizá hoy en día hay ciertas historias que adolecen de una falta de entusiasmo por lo que se escribe, rellenando páginas y páginas sin concierto, y dando como resultado una amalgama de historias sin mucho sentido. Pero, de vez en cuando, confluyen esos tres elementos y es entonces cuando uno babea ante lo que está leyendo. Es cuando uno se da cuenta que hay un futuro próspero en esto de las letras y que podemos estar tranquilos (todo lo que se puede dado como están las cosas, ya me entendéis).Y aquí me encuentro yo, en una introducción sobre el mundo literario, intentando desentrañar para vosotros que nos leéis aquello que supone “Play” para un lector ávido como yo de buenas historias y, por qué no decirlo, de mejores escritores.

Leo y Aarón son hermanos. Pero no se parecen en nada. El primero es un viva la vida que hace años se fue de casa y ahora tiene que volver al redil. El segundo es la parte racional y reservada de la ecuación. Pero los dos tienen sueños: Leo hacerse famoso, Aarón recuperar a la novia que perdió después del verano. Será entonces, cuando el hermano mayor descubra las canciones que su hermano pequeño ha estado preparando, cuando empezarán a creer que los sueños pueden cumplirse… sólo que a un alto precio.

Quizás para aquellos seguidores de Javier Ruescas que yo diga aquí que es el primer libro que leo suyo es una deshonra, casi una mancha en mi historial. A todos ellos les digo que se calmen, próximamente caerán algunos más que ya tengo pendientes. ¿Y por qué digo esto? Pues porque he descubierto a uno de los autores de corte juvenil más prolíficos de la historia y porque el rato que he pasado descubriendo la historia de Aarón y Leo ha sido tan gratificante, que no dudaría en decir que para todo aquel público joven que quiera verse reflejado en una historia, vayan corriendo a buscar aquello que se encuentro dentro de esta novela. La familia, los sueños, el amor, la venganza, la amistad, hacerse adulto sin pretenderlo, la inconsciencia de la edad, la toma de decisiones, los errores que nos persiguen… y hablaría más, pero me excedería seguramente enumerando las múltiples capas que tiene esta novela y es que, increíblemente, se lee casi como si no te dieras cuenta, y, si se me permite la licencia, como una de esas canciones que, cuando llega al final, te sientes tentado de dar al repeat una y otra vez porque no puedes evitar querer escucharla una y otra vez.

La verdad es que a veces me repito, yo lo sé. Pero como me suele suceder siempre que leo una historia que va más encaminada al público juvenil, es una grata sorpresa encontrar con historias reales que poco tengan que ver con vampiros, hombres lobo, y un sin fin de criaturas del averno. Algo así como un pequeño oasis en el que pararte a descansar. Y “Play” es muy real, es una novela que todo aquel que se mueva en este mundo podrá reconocer como de plena actualidad, una novela que se mueve entre la ficción y la realidad con una soltura propia de aquellos escritores que saben hilar historias y que tejen, como Ariadna, cada día una historia nueva y que cada vez es más interesante. No sé bien si esta es la novela más ambiciosa del autor, quizá más adelante tenga el honor de preguntárselo, pero lo que está claro es que, como decía al principio de esta reseña, en él se conjugan los tres elementos para que las novelas salgan redondas. Recuerden: pasión, constancia e imaginación.

Quizá sólo haya una pequeña pega que hacerle a Javier Ruescas. O más que una queja, sería una pregunta: ¿por qué?. Porque se trata de una trilogía y me has dejado, a mí, al que suscribe, con la miel en los labios de lo que sucederá a continuación. Supongo que habrá que esperar a que él nos lo diga, y seguro que eso es antes de lo que muchos os pensáis.