Poderes terrenales, de Anthony Burgess
El punto de arranque de esta extraordinaria novela es la solicitud que el vaticano realiza a un afamado escritor apostata y homosexual para que, en calidad de testigo de un milagro, colabore en el proceso de beatificación del fallecido Papa, con quien estaba emparentado. Esta petición lleva a Kenneth Toomey, el escritor, a comenzar una recapitulación de su vida y con ella de la historia del siglo con dos ejes principales, la religión de la que no se siente tanto apostata como expulsado ya que se niega a vivirla hipócritamente y es ella la que no le acepta por su condición sexual, y la del drama de la homosexualidad en una época en la que ley obligaba a vivirla clandestinamente. Y lo que resulta verdaderamente llamativo del planteamiento general de la novela es que ni todo es lo que parece ni la propia narración, en primera persona y abiertamente subjetiva y escasamente fiable, lo aclara. Parece que Anthony Burgess no buscó en Poderes terrenales tanto las soluciones como los problemas, y el resultado difícilmente habría podido resultar más brillante.
La construcción de los personajes de Poderes terrenales es extraordinaria, la de todos ellos, aunque la personalidad arrolladora y abiertamente contradictoria de Carlo, quien llegara a ser elegido Papa, lo convierte en un personaje inolvidable. Un cura que practica exorcismos y que ante la presencia de quien invoca a los demonios para maldecir a una persona, como paso previo a su protocolo le propine al brujo una soberana patada en los genitales parece a la fuerza un personaje interesante. Si además es brillante como orador, original como teólogo e inconmensurable como gourmet y como jugador, se comprende que el personaje es forzosamente atractivo.
La ambientación no es menos atractiva ya que la acción no transcurre sólo en Europa sino que África y Asia, donde el propio Anthony Burgess vivió, también tienen una presencia notable en Poderes terrenales. Sin embargo son las relaciones familiares y afectivas del protagonista los ejes sobre los que se apoya el hilo narrativo de la novela, relaciones difíciles marcadas indefectiblemente por su homosexualidad. El desfile de personajes reales de la cultura y las innumerables referencias literarias son un atractivo más de ésta que probablemente sea la novela más ambiciosa del autor, que no obstante es más conocido por otras obras como pudiera ser La naranja mecánica. A Anthony Burgess, según cuenta la leyenda que tratándose de un escritor no es necesariamente cierta, le diagnosticaron una enfermedad terminal que le llevó a la escritura con la intención de dejarle en herencia un patrimonio a su mujer, lo que le hizo desarrollar una velocidad extraordinaria en su labor creadora. Pero como sobrevivió tanto a la enfermedad como a su propia esposa, ya que murió cincuenta años después del diagnóstico, lo que resultó de su frenética actividad literaria fue una obra ciertamente extensa, pero dudo que en ella se encuentre una novela como ésta, tan ambiciosa, con tanta vocación de totalidad.
Las encontradas relaciones del protagonista con la religión que siente como propia pero que le excluye provocándole una frustración que le ocupará la vida son una cuestión de peso en Poderes terrenales, y son un asunto delicado, difícil de tratar sin herir susceptibilidades del que Burgess sale airoso porque su planteamiento, de tan honesto, difícilmente podría resultar irrespetuoso. En cualquier caso la situación en que tanto la Iglesia católica como en su momento la sociedad ponía a los homosexuales, esa obligada elección entre negarse a sí mismo o negar a su Dios, elegir entre amor y sociedad, entre amor y religión, es y debe seguir siendo motivo de profunda reflexión ya que no en todas partes es un tema superado (en su dimensión pública, quiero decir) y la forma en que uno vive ese drama desgarrador a través de este libro es en sí misma un argumento definitivo.
Y hay otro motivo de reflexión en el libro, un asunto relacionado con la religión aunque no necesariamente, y es el propio milagro que monseñor Carlo realiza en un hospital de Chicago (no en tanto milagro sino en tanto curación), las circunstancias que lo rodean y sus consecuencias. No puedo desvelar más por respeto al propio libro, ya que creo que es un asunto de fondo formidable y debe ser leído tal como Anthony Burgess lo concibió. En esta gran novela de contradicciones y dilemas, no puede faltar esta sobre el bien y el mal o mejor, sobre el mal que nace del bien.
Andrés Barrero
andres@librosyliteratura.es
Me parece una obra extraordinaria. Una novela total que nos ofrece una mirada de 360º a la humanidad con sus miserias y grandezas. Es de lectura indispensable.
Gracias por el comentario, lo cierto es que es una obra muy ambiciosa con vocación de totalidad y no creo que ocupe el lugar que merece ni siquiera en la obra del autor. El prólogo de esta edición es realmente interesante y esclarecedor.
Un abrazo,
Andrés
Totalmente de acuerdo contigo. Para mí gusto es muy superior a ‘La naranja mecánica’.