Es complicado entender la poesía de Lorca, como sucede con toda la que ha sido empapada por el surrealismo. Es cierto, pero también creo que una de las cosas que busca este tipo de escritura es hacernos sentir más que hacernos entender. Poeta en Nueva York es un libro que lees y aunque hayas entendido poco de lo que realmente te dice, te sacude por dentro ese sentimiento que Lorca quiso dejar marcado en sus páginas. Un sentimiento que te remueve por dentro pero aún así te hace seguir leyendo.
Poeta en Nueva York nace en un momento duro para el escritor granadino y ese malestar es lo que nos golpea cuando abrimos el libro. Y una de las cosas llamativas es que todo lo que quería hacernos sentir Lorca nos llega a través de preciosas metáforas, o de gran vitalidad en el verso, o incluso a través de una cubierta del libro color rosa. Esa ambigüedad es lo que más atrae del poeta, un ser capaz de enamorar con su escritura mientras está mostrándonos lo más oscuro de su interior. Lorca fue a Nueva York para alejarse de un entorno que le angustiaba. Pudo ser por el fin de una relación sentimental, por la presión que sentía al ser homosexual o por ambas cosas a la vez; pero acabó marchándose y se encontró que el lugar al que fue era mucho peor que del que venía. Trastornado por el capitalismo, la industrialización y el racismo de una ciudad que no duerme, Lorca acabó formando uno de los mejores poemarios que tenemos en nuestro país.
Cuando lees a Lorca, aunque entiendas bien poco de lo que en verdad dice, sientes una gran compenetración con él. Probablemente ayude bastante el saber que murió muy joven, sin ver este libro publicado – como nos cuenta en la faja del libro Antonio Muñoz Molina – y siendo fusilado por razones que ahora no tendrían ningún tipo de sentido. Por eso creo que esta obra publicada ahora por Navona Editorial es una muy buena forma de adentrarnos en este autor que llamó la atención de tantos otros poetas de su tiempo.
No creo que para leer la poesía de Lorca debamos estudiar su escritura antes. Yo opino, y animo a que el lector haga lo mismo, que basta con coger el libro, disfrutar un momento de ese color rosa que contrasta con el también llamativo verde del interior, abrirlo, oler sus páginas y leerlo de un tirón. Es una delicia.