Dijo alguna vez José Saramago que “la vejez empieza cuando se pierde la curiosidad” y no puedo más que coincidir con esa afirmación. Me pone de muy mal humor ver, por ejemplo, a personas que escriben con errores de ortografía pese a tener a su disposición miles de recursos para evitarlo, todos ellos gratuitos. Muchas veces ese enfado se incrementa cuando me responden “es lo mismo que escriba esa palabra con b o con v, mientras se entienda al leer” Es cuando me quedo pensando en la falta de curiosidad reinante en estas sociedades donde lo que importa es la velocidad y no la calidad. Y menos la curiosidad, total ya todo me lo entregan empaquetado, listo, cortado… ¡No vaya a ser que nos pongamos a pensar!
Por suerte aún existen personas que hacen de la curiosidad una forma de vida y que llegan aquí para que pensemos que no todo está perdido. Jorge Alcade es un periodista y escritor madrileño que ha dedicado su vida a la divulgación científica e histórica. Y en ¿Por qué los astronautas no lloran? cuyo epígrafe es La gran ciencia de las pequeñas cosas, nos acerca de manera simple, clara y concisa miles de preguntas con sus análisis, interpretaciones y respuestas dignas de ser leídas por todos aquellos que aman saber no solo sobre las cosas, sino sobre todo el porqué de las mismas.
A lo largo de 25 apasionantes y divertidos capítulos, el autor va planteando pequeños grandes temas y luego desgrana la información que tiene al respecto, no solo a través de su amplio conocimiento, sino también recordando sus encuentros con diversos científicos del mundo. Así, cuestiones como qué pasa cuando morimos (y más específicamente, cuándo es que estamos realmente muertos), porqué nos empeñamos en jugar a la lotería pese a su inmensa dificultad de ganarla, porqué tenemos los pies fríos o qué nos pasa mientras estamos en coma, se suman a una larga lista de dudas que hasta incluye un capítulo dedicado a ayudar a los padres a responder las simples pero difíciles preguntas planteadas por los niños, como de qué color es un espejo o por qué no nos podemos hacer cosquillas a nosotros mismos.
Pero además de saciar nuestra sed de curiosidad, ¿Por qué los astronautas no lloran? nos va dejando centenares de pequeños datos alucinantes, de esos que uno irá repitiendo por todos lados para hacerse el interesante e incentivar la curiosidad ¿O acaso no es fabuloso conocer que el 80 por ciento de los japoneses son intolerantes a la lactosa (¡sí, el 80%!) o que se calcula que por cada persona viva hay doce muertas?
Recomiendo la lectura de este hermoso libro, pero si mi recomendación no es suficiente, les dejo una duda gigante flotando en el aire, para que no puedan dormir y corran a la librería ¿Por qué no hay dentífricos con sabor a naranja?