Cuando vi el título y la portada de esta novela reeditada por Gigamesh, no pude resistirme: colgué una fotografía en Instagram y propuse a mis seguidores que me dijeran de qué creían que iba, lo primero que se les pasara por la cabeza. Las respuestas fueron de lo más variadas, tal y como imaginaba: monos de una familia disfuncional con negocios turbios, psicópata con una infancia dura, humor gamberro con toques de terror, ensayo de psicología, canibalismo por supervivencia… Y unos cuantos coincidieron en que parecía una novela negra o policíaca. Lo sorprendente es que la mayoría de ellos tenían algo de razón, a pesar de decir cosas tan diferentes. Porque sí, en Por qué me comí a padre, del escritor británico Roy Lewis, hay monos, hay humor gamberro, hay psicología (o, mejor dicho, antropología y sociología), y hasta canibalismo por supervivencia.
Pero ¿de qué va realmente esta novela? Pues narra en clave de humor (no lo abandona en ningún momento) las vicisitudes de una familia de homínidos de camino a ser Homo sapiens. La fabricación de herramientas de sílex, el descubrimiento y control del fuego, la vida en las cavernas, la domesticación de los perros, las primeras expresiones de arte, la caza, la cocina, la exogamia o las negociaciones políticas para apropiarse de territorios son algunos de los acontecimientos que protagonizan estos homínidos visionarios. Por supuesto, no todos los miembros de la horda ven con buenos ojos estas modernidades y no siempre salen bien sus experimentos para seguir progresando, pero la inventiva y voluntad férrea del cabeza de familia serán claves para que lleguen al final del Pleistoceno y den el gran salto evolutivo.
Por qué me comí a padre no siempre se ha titulado Por qué me comí a padre. Publicada por primera vez en 1960, se ha editado con nombres como El fin del Pleistoceno o Lo que no dijo Engels en “El origen de la familia, la propiedad privada y el estado”, mi título favorito, pues creo que es el que mejor transmite el tono de la novela, aunque no sea tan provocador e impactante como el actual. Cabe destacar que el autor, Roy Lewis, era especialista en sociopolítica y, por eso, Por qué me comí a padre, además de ser una novela de humor, cumple su papel como texto didáctico para aprender un poco de antropología y sociología. Es más, sus diálogos sobre los pros y los contras del progreso podrían aplicarse tal cual al mundo de hoy en día, y no desentonarían en absoluto. De ahí que, pese a los sesenta años transcurridos desde su primera publicación, siga disfrutándose de su lectura. No ha envejecido nada mal.
Por qué me comí a padre tuvo tanta fama en su momento que hasta el mismísimo Terry Pratchett lo recomendó, asegurando que era «el libro más divertido que haya leído nunca», ahí es nada. Yo no diría tanto (en esa categoría metería, precisamente, alguno del bueno de Pratchett), pero, sin duda, la novela de Roy Lewis se lee con una sonrisa y con ella se puede aprender bastante, motivos más que suficientes para que me una a su recomendación.
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