He dejado reposar esta reseña durante mucho tiempo. Quizás más del que debiera, pero para mí era totalmente necesario. Tenía que alejarme de los versos de Ana Segarra para volver a encontrarme con ellos como si fuera la primera vez y eso es precisamente lo que he hecho hoy. He aprovechado un martes cualquiera de mis vacaciones, en uno de estos días que comienzan a anunciar el fin del verano, para sentarme con una manta y un café y volver a Por si me pierdo como una lectora totalmente nueva. Y la verdad es que, he de admitir, vuelvo a sentirme orgullosa de mi compañera y su poemario.
Porque, aunque esto yo ya lo sabía, lo que nos propone Ana con su poemario es un viaje maravilloso, repleto de sentimientos y de honestidad. Quizás estos sean los rasgos que más me gusta de su poesía: que es real y totalmente sincera. Valoro mucho cuando el poeta no anda buscando al lector, sino que utiliza los versos para retratarse, sin trampa ni cartón, a través de su voz más genuina. Ana es así. Su poesía es así. Y yo tengo debilidad por los poetas que me miran de frente y saben mantenerme la mirada.
Así que este viaje que emprendemos de la mano de Ana, como uno de aquellos que tanto le gusta hacer a la autora, está repleto de sorpresas. Ya no sólo por la delicadeza con la que la Ana ha elegido las fotos para acompañar a sus textos, consiguiendo fundir poesía e imagen de una manera brillante, sino por la calidad de las emociones transmitidas en este poemario.
En sus versos hay lugar para la nostalgia: “ojalá todo, pero como antes”; para el amor: “pero no somos lo mismo (…) somos distintos y eso es lo que me hace respirar cada día”; para el coraje: “Entonces me levanto. Férrea, irrompible y viva. Más dura que antes. Y resistente al fuego”; y sobre todo, como os decía, para la más absoluta sinceridad:
“Cómo no va a doler
la vida
si cada vez que tenemos
una costra
la arrancamos
para dejar la piel
de nuevo en carne viva”.
Me gusta Ana Segarra. Me gustan su optimismo y su valentía, su añoranza y sus pasos firmes. Me gusta Por si me pierdo, porque leer sus versos es una buena forma de encontrarse. Ha pasado el tiempo necesario para que me reafirme y para que ella, con el corazón y las manos abiertas, vuelva a convencerme de nuevo.