Por una canción, cien canciones, de Liao Yiwu
Hay bastantes cosas que aprender de Por una canción, cien canciones, como norma general derivadas de la condición del autor que revela el subtítulo: Vida de un poeta en las cárceles chinas. Han sido muchos y muy buenos los escritores que a lo largo de la historia han pasado por la cárcel y muchos de ellos lo han contado, a algunos de ellos los cita Liao Yiwu en sus memorias carcelarias como Solzhenitsyn (también se refiere a Pasternak como modelo de la epopeya del manuscrito previa a su publicación), y nos han dejado grandes obras que tienen muchos puntos en común con la que nos ocupa. El que quiero destacar es el que es aparentemente más sencillo, no así en la práctica: si eres un poeta, mira la cárcel como un poeta. La pérdida de humanidad durante la experiencia es un motivo recurrente de la literatura carcelaria, al menos de la del Gulag que es la que mejor conozco, por eso su relato debe ser un método para recuperarla. Y una de las mejores formas de hacerlo es hacer gala de una característica tan humana como lo es la capacidad de observación, de la que se deriva la conversión de este libro, o de estos libros, en el altavoz de aquellos que no pueden contarlo.
Aunque a lo largo de Por una canción, cien canciones el autor hace referencia en varias ocasiones a Solzhenitsyn, el paralelismo más claro, a mi modo de ver, sería con Ossip Mandelstam. Ambos fueron condenados por escribir un poema, sobre la masacre de Tiananmenn en el caso de Liao Yiwu y sobre Stalin en el del poeta ruso. La diferencia es que Yiwu, afortunadamente, ha vivido para contarlo mientras que Mandelstam murió para que lo contara su esposa Nadiezhda en Contra toda esperanza. El poemade Liao Yiwu, Masacre, se incluye al final del libro y es un prodigio de contundencia y rotundidad. Pero no es de su relación con la gran literatura carcelaria, especialmente la del Gulag, de lo que quiero hablar fundamentalmente en esta reseña, sino de una cuestión diferente. A principio de este año reseñé un libro de una temática similar, aunque bien diferente, Evasión del campo 14, de Blaine Harden. En él se hacía un relato estremecedor de la evasión de un interno de un campo de trabajo de Korea del norte, un recluso de nacimiento, y era un relato tan aterrador como efectivo (sede un punto de vista narrativo, quiero decir) y de hecho ha sido un best seller mundial. El tiempo, sin embargo, no ha sido generoso con él y el protagonista se ha visto obligado a desdecirse de determinados aspectos de su relato lo cual, aunque el resto de la historia sea probablemente cierta, viene a echar por tierra la credibilidad del libro y el esfuerzo de muchas personas que tienen el objeto del mismo como causa de lucha.
La comparación entre ambos casos me resulta ciertamente interesante, el protagonista del libro de Blaine Harden adornó su historia para que ésta fuera más llamativa, por no decir que para presentarse como un héroe, mientras que Liao Yiwu no sólo no hace el menor esfuerzo en ese sentido sino que sus fuerzas se invierten únicamente en sinceridad. Y el relato desde luego que es de una dureza extraordinaria, pero el esfuerzo no diría que de asepsia pero si de mostrarse fríamente descriptivo en muchos pasajes redunda en una mayor fuerza en el relato, por no hablar de la verosimilitud del resultado: la visión humana de un poeta.
En Por una canción, cien canciones hay muchas escenas aterradoras y Liao Yiwu no siempre es testigo, en ocasiones participa y no lo esconde. Eso hace grande su relato. De hecho, incluso la narración de su experiencia previa a la prisión, lo que podríamos denominar del nacimiento de su conciencia a raíz de la masacre de Tiananmenn (sorprendentemente se ve que no le venía de serie), no es especialmente complaciente consigo mismo. Uno incluso se alegra de que su mujer le abandone cuando sale de la cárcel porque el trato que le dispensa antes dista mucho de ser edificante. Ese esfuerzo de sinceridad unido al talento literario de Liao Yiwu hace de este libro un muy buen libro, no sólo por su valor documental, sino como experiencia lectora.
En 2012 reseñé otro libro del autor, El paseante de cadáveres, y mi sensación con la lectura de Por una canción, cien canciones viene a ratificar las sensaciones de aquella primera lectura: el relato de la sociedad china que se desprende de estas páginas es el de una sociedad si no gobernada sí muy marcada por la violencia y por la obsesión por el dinero. Es sin lugar a dudas un libro muy valioso para conocer la sociedad china, y no lo es menos para explorar ese territorio aun más ignoto que es el alma humana, la capacidad de adaptación, o no, a las situaciones extremas y las cosas que uno no haría jamás en condiciones normales y que sin embargo hace de la forma más natural en otras extremas.
Un aspecto más de Por una canción, cien canciones que no quisiera dejar de citar es el interés de lo que se cuenta alrededor de la masacre de Tiananmenn, un episodio del que se entrevé una realidad que en occidente estamos muy lejos de haber conocido en toda su dimensión.
Andrés Barrero
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