Presagios, de Karin Fossum
Karin Fossum dijo en una entrevista que no se consideraba muy buena como escritora de novela negra, así que tenía que hacer otra cosa. Y, novela tras novela, va dando más pruebas de que eso que hace sí que lo sabe hacer muy bien. No en vano el Times la incluyó entre los 50 mejores autores de novela negra de todos los tiempos. Es, aunque no tan conocida en España como otros compatriotas suyos, para muchos la mejor autora noruega de su género. Karin Fossum tiene algo; sus historias tratan sobre los personajes, sobre personas envueltas en un crimen, y sobre cómo ese crimen desnuda el alma de todos aquellos a quienes toca, convirtiéndolos en fiel espejo de cualquier alma humana.
Presagios es una de las novelas más impactantes y más estremecedoras de Karin Fossum. No es uno de los casos más difíciles de su carismático inspector, Konrad Sejer, quien aquí actúa a modo de contrapunto de una historia brutal, ofreciéndonos el remanso de orden, reflexión y serenidad que precisamos a medida que vamos progresando en la historia. Presagios es una novela criminal diferente. Como sucede en las novelas de Karin Fossum, no tratamos aquí con criminales de altos vuelos en escenarios o situaciones fuera de la cotidianidad. El horror nace y se inflige en una pequeña ciudad noruega habitada por familias normales. De repente, alguien comienza a ejecutar crueles gamberradas, actos que no ponen en peligro la vida de nadie pero que se distinguen por su iniquidad, por la maldad y el odio que encierran. Konrad Sejer y su ayudante, Jacob Skarre, son llamados a investigar quién puede estar detrás de esos sucesos.
Nosotros, los lectores, conocemos su identidad antes que Sejer y Skarre, puesto que Karin Fossum nos la desvela casi al principio. Se trata de Johnny, un joven de 17 años que vive con su madre alcohólica, a la que odia fervientemente. Somos testigos de sus gamberradas, así como de su vida totalmente desordenada, miserable y sin alicientes ni ilusiones, tan sólo azuzada por el odio hacia su madre. A medida que avanza la trama, las crueles acciones de Johnny irán creciendo en intensidad, hasta el punto de hacernos presagiar algo terrible, más allá del control de Johnny y del propio Sejer.
Presagios se lee muy rápido; no es la trama su verdadero motor, lo que nos engancha –aunque también–, sino la intensidad del drama humano que se nos narra, las pasiones al límite que vemos crecer ante nuestros ojos, y la naturaleza terrible de eso que se está gestando en esa tranquila comunidad noruega, una de las sociedades más seguras y de mayor bienestar del mundo. Presagios se lee, pues, con creciente desasosiego. Vemos impotentes cómo el mal, un mal sin paliativos, va infectando las vidas de sus tranquilos habitantes a partir de unas gamberradas. Pero ¿acaso son sólo eso? ¿Dónde termina la gamberrada y dónde empieza la verdadera maldad gratuita? ¿No serán sólo diferentes nombres que damos a una misma realidad, sólo para nuestra propia paz de espíritu? Karin Fossum nos da su respuesta: una de las moralejas de Presagios es, para mí, que el mal es algo incontrolable, algo vivo que va creciendo y que no se puede controlar, al igual que una hoguera se convierte en incendio sin que hayamos podido pararlo. Y poco importa la intención que tuviera el autor de unas discutibles chiquilladas; todo puede desembocar en algo verdaderamente horrible.
Presagios es un libro que debería leerse, a poder ser, de día y cuando luzca el sol, idealmente en momentos en los que el lector esté de buen ánimo; porque es un libro que muestra al ser humano en toda su mezquindad, pero también en toda su vulnerabilidad. Presagios nos demuestra lo indefensos que estamos ante los ataques gratuitos, y que a mucha gente buena le pasan cosas malas simplemente porque sí, porque así es la vida. Si lo leen en el momento equivocado, puede que Presagios se les quede en la mente un poquito demasiado, incluso que les perturbe un poquito el sueño esa noche. Pero, si empiezan a leerlo, no podrán parar hasta ese tramo final que nos deja sin aliento.
Como digo, nuestro buen Sejer, ese tipo magnífico, es aquí no tanto el policía que resuelve el caso y detiene a los malos para que no hagan más daño como el espíritu reflexivo, estoico y profundamente humano que hace que el dolor nos duela menos. Hay también otro personaje en Presagios que a mí me pareció radicalmente positivo, un rayo de luz en medio de la oscuridad, alguien que nos hace sonreír y con el que Karin Fossum parece querer recordarnos que existen la valentía, el optimismo y la arrolladora fuerza vital que late en todos nosotros, y que debemos agarrarnos a ellos para enfrentarnos al mundo de ahí fuera.