Si hay un colectivo odiado por el 99% de la sociedad, aparte del de los políticos, eso por descontado, es el de los banqueros. Y es lógico que ese sea el sentir popular. Entre ambos, bancos y Gobierno, han llevado al país a la situación en la que estamos y somos los curritos los que pagamos las consecuencias y somos desahuciados mientras que ellos se jubilan o son cesados con indemnizaciones millonarias que avergüenzan a la ciudadanía en pleno.
Un país donde los ancianos y jubilados, muchos sin estudios, firmaban lo que les decían sin saber qué, confiados, y ahora tienen que apechugar con ello, mientras que la infanta, amparándose en sus “no lo sé” o “no me acuerdo”, se irá de rositas a pesar de sus muchos estudios y de ser ella misma de uno de esos cargos inventados en una reconocida entidad para que gente de su clase justifique un salario.
Y si hay algo peor que esto es que tu banco de toda la vida, ese en el que has estado ingresando tus ahorros con el esfuerzo de los madrugones de cada día, de sacrificios y prohibiciones para no “vivir por encima de nuestras posibilidades”, de aguantar broncas del jefe, de comerte marrones de otros y de aguantarte las ganas de mandar todo al carajo, ese banco en el que el director te conocía, te aconsejaba y sabía tu nombre,… lo peor es, decía, que te estafe a sabiendas. Que malo es que sea un inepto y por error la cague, pero que quiera robarte ese dinero después de tantos años confiando en él… en fin, que muchos merecen que se les “azote hasta que sangren”, y más…
De eso va Presas fáciles. Una historia de venganza que me ha sorprendido por lo sutil, lo ligero y lo fluido que se lee pero también por lo mucho que consigue que identifiques lo que te cuenta y que reconozcas en él la realidad, y también porque deja que la rabia, ira e indignación que despiertan en ti se transformen en satisfacción con cada una de las muertes.
El cómic comienza con un matrimonio de ancianos que se ha suicidado porque van a ser desahuciados y continúa con una serie de cargos de varios bancos que van apareciendo muertos, a razón de uno por día más o menos. Al principio se piensa en las casualidades de la vida, que tiene estas cosas, pero con la tercera víctima ya se sospecha de la existencia de un asesino en serie. O al menos lo hace uno de los polis, Sotillo, encargado de la investigación. La otra parte, la “jefa” Tabares, es más reacia a considerar esa teoría.
A medida que el caso avanza se van haciendo interesantes descubrimientos y se dan más coincidencias que llevarán a la resolución del misterio.
Todo ello en un blanco y negro, no puede ser de otra forma, que tira más a un gris por ser un calco de la situación que refleja. Porque en definitiva, aparte de un excelente cómic policíaco, Presas fáciles es una crítica, una denuncia de toda la corrupción bancaria, en concreto del caso de las preferentes, y de la falta de escrúpulos de los poderosos que, cuales hienas de la portada, veían (¿siguen viendo?) a nuestros mayores como objetivos fáciles.
Cuando el sistema deja de cumplir con sus funciones, cuando deja desamparados a los ciudadanos y permite que sean expoliados, justificándolo con palabrería de vendedor de feria, pierde su legitimidad.
Lo que nosotros pretendemos no es destruir el sistema… Es obligarlo a que asuma sus responsabilidades.
La narración es muy equilibrada, alterna presente y pasado y transcurre de una forma muy lógica, igual que si fuéramos tirando de un hilo. Todo nos lo dan mascado, pero es no importa, no es ningún defecto. Es más un éxito al ver el desarrollo y el final.
Ah, y ese final… realista y de futuro incierto. Es la guinda. Un final que lo borda.
Miguelanxo Prado fue Premio Nacional de Cómic en 2013 y de él hasta ahora solo había leído Tangencias, del cual recuerdo que el dibujo me gustó mucho, pero sin duda es uno de los autores, y para colmo españoles, que hay que tener muy en cuenta y que sin duda lo tendré en mente.
Presas fáciles es un gran y veraz reflejo del momento actual y una lectura agridulce que te sacudirá por dentro.
Real como la vida.