Presencia Humana 3, de Varios Autores
Hay algo que siempre me ha llamado la atención de las nuevas editoriales: su capacidad de riesgo. Ese sentimiento que les hace luchar contra viento y marea y proporcionar a los lectores proyectos que se salen de los cánones habituales y que dejan con la boca abierta a más de uno. Una de esas veces en la que la sorpresa se junta con la admiración más absoluta, ha sido con Aristas Martínez, a los que conocí personalmente hará unos meses, y que hoy vuelven a mi vida – lectora, se entiende – con su propuesta para este verano (aunque en realidad sirva para todo el año, dado la excelencia de lo que hay en su interior). En el actual panorama literario, observar cómo los proyectos, los buenos, lo que tienen una calidad extraordinaria, van saliendo a la luz y permitiendo que cierto grado de éxito llegue a las manos de los que se lo merecen, es una alegría. Por ello, tras disfrutar con calma el nuevo número de Presencia Humana sólo me queda pronunciar en voz alta – o escribirlo vaya, que para el caso es lo mismo – que este número ha superado a todos los anteriores, siendo difícil que eso sucediera viendo los nombres que han pululado por sus páginas, y que ya me muerdo las uñas esperando el siguiente número, que caerá en mis manos en el mismo momento en que se edite ya que, aunque sea una obviedad hay que decirlo, estamos ante una apuesta segura de lecturas como las que ya no quedan.
Si tuviera que dibujar una línea que uniera mis ganas lectoras con Aristas Martínez, estoy seguro que pasaría por algunos de los nombres que han ido desfilando por las páginas de las ediciones anteriores de su revista, y también de este Presencia Humana 3 que, con su especial de Salto de Página Editorial marcan una pequeña diferencia con las publicaciones que nos llegan: la de una fina selección de textos que, alumbrados entre el terror y la ciencia ficción, nos animan a no dejar de leer. Pero no sólo de relatos vive el hombre, o eso dicen. Lo importante aquí es el conjunto, una especie de cuadro sin ninguna tara que reproduce a la perfección esa expresión que solemos decir los lectores en nuestra intimidad que es la siguiente: joder, qué bueno. Nombres de la talla de Emilio Bueso – su LampHead tiene mucha mala leche incrustada y una frase final que deja K.O – pasando por Jon Bilbao – al que desgraciadamente he conocido tarde, pero con el que ya me estoy poniendo las pilas -, llegando incluso a historias gráficas de ED que dejan a la altura del betún muchas de las que, con una extensión mucho más larga, han ido apareciendo últimamente. Gusto de abrir un libro sin saber lo que me voy a encontrar. Me gusta esa sensación de no tener controlado lo que me voy a echar a la cara. Pero esto no sucede aquí ya que sabía, en todo momento, que la propuesta merecería todas las alabanzas, como así ha sido.
Pretender hacer aquí una oda a Aristas Martínez quizá sea caer en los tópicos y, además, de poco servirán mis palabras si no cogéis Presencia Humana 3 con vuestras propias manos. Lo más importante, lo que tenéis que saber casi por obligación, es que al abrir esta publicación no os vais a encontrar con textos descafeinados, que la excelencia es una virtud que se prodiga poco – sí, he dicho poco – y que aquí hay pequeñas dosis de ella. Han sido pocas las ocasiones en las que, este año, he descubierto recopilaciones de relatos (sin olvidar que aquí la primera parte son unos ensayos que te dejan ahí sentado de lo buenos que son) en las que no hubiera una pata que cojeara, que el desequilibrio hiciera acto de presencia para hacer elegir uno sobre otro. Y aunque lo he intentado, aunque tuve la absurda necesidad de buscarlo entre los pliegues de esta publicación, no lo hice. Una de las cosas más gratas para un lector, es darse cuenta de que lo que ha leído ha cambiado, en algún punto, todo lo que había conocido hasta el momento. Lo importante, ahora, es seguir ese camino que esta editorial nos ha marcado a todos para conseguir, de nuevo, que su nuevo número de Presencia Humana tenga el puesto que se merece. Ni más, ni menos.