El día en que Patricia Benito decidió matricularse en Primero de poeta sin duda fue un gran día, al menos para los lectores. Resulta curioso cómo es posible que habiendo superado el curso con una nota inmejorable, uno desea que se transforme en curso-marmota y lo repita indefinidamente, no sea que en segundo de poeta aprenda a perder la frescura, la honestidad y el encanto que hacen de éste no solo un buen libro, sino uno entrañable. Tanto que le dan a uno ganas de matricularse en primero de persona, de recuperar esa mirada fresca que permite medir el tiempo en medias cervezas y no hacer planes a más de cerveza y media.
Resulta francamente emocionante asomarse al corazón de esta recolectora de mariposas que es Patricia Benito, uno ve estas páginas honestas, transparentes y se pregunta si en Primero de poeta había otra asignatura que la libertad. Libertad para escribir, para sentir, para amar o, en fin, para vivir. El talento para escribirlo y la honestidad para desnudarse y lograr que las letras sean sus mejores galas no se enseña, aunque se aprende, pero en cualquier caso corre de su cuenta.
De todas las libertades que pueblan este poemario, desde luego la que se toma con la ortodoxia académica, con la métrica, no es la más definitoria del libro, de hecho tengo para mi que aunque la forma sea importante por lo hermosa, el alma de este libro no tiene nada que ver con ella sino con el fondo, con ese sentimiento vitalista e inquieto que lo ilumina.
Cosas como
Hace tiempo aprendí
A poner un “creo” detrás de
Mis verdades más absolutas.
Y un par de oídos.
Desde entonces,
Salgo ganando siempre.
Son además una muestra de sabiduría, aunque supongo que esa palabra no gustará a la autora o en todo caso le provocará cierto sonrojo. También lo es eso de “Vive, joder, vive” que sirve en cierto modo de leit motiv al libro, ya que nos ponemos.
La legión de quienes no tenemos la suerte de cursar estos estudios de Primero de poeta que Patricia Benito plasma en este libro, los que empezamos demasiadas frases por “tengo que” en lugar de por “quiero”, no puedo decir que cambiemos, seguro que este curso tiene un cupo de acceso limitado a quienes de todos modos no lo necesitan, pero nos queda el consuelo de leerlo y de sentirnos reconfortados. Tal vez no convirtamos los “tengos” en “quieros” pero el libro nos hace recuperar cierto espíritu, cierta paz, porque al menos nos damos cuenta de que nuestros “tengos” son voluntarios y realmente son “quierotenerqués”. Puede que suspendamos Primero de poeta pero siempre nos queda Patricia Benito, esa incontinente sentiverbal que prequiere demasiado rápido y desquiere demasiado lento, para disfrutar del camino.
Andrés Barrero
@abarreror
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