Al ver que una editorial se lanza con un libro desconocido para muchos de un autor célebre es inevitable pensar en que se está usando su nombre para vender sus libros sin centrarse en la calidad de estos. Probablemente por ese motivo quise leerme este. Como amante de la escritura de Cortázar, quería ver si esto no era una mera herramienta para seguir usándolo como causa de grandes ventas. Si habéis seguido mi camino en la web, seguro que ya os habéis fijado en que muchas veces – la mayoría – me equivoco en mis predicciones. Aquí no iba a ser distinto.
Prosa del observatorio, libro que mezcla la prosa cortazariana con fotografías tomadas por el propio escritor en su visita al observatorio de Jaipur (India), es un reflejo breve – pero extenso en el recuerdo que deja – de todo lo que contiene la escritura del escritor argentino nacido accidentalmente en Bruselas. Como digo, encontramos fotografías en blanco y negro impresas en papel grueso e intercaladas en el texto del observatorio estelar que construyó el sultán Jai Singh en el siglo XVIII para ver lo que Cortázar llama la «interminable lluvia de abejas de medianoche». A partir de ellas, Cortázar da inicio a una cascada de palabras con su sello más característico impreso. Esa prosa poética que a tantos lectores – que luego algunos han sido grandes escritores – enamoró y que sigue enamorando. De las estrellas y su configuración en el cielo para pasar al mundo de las anguilas y su evolución, su cambio de hábitat, su devenir vital. Todo ello cohesionado por la figura central del sultán Jai Singh, ese «hombre que de pie dialoga con los astros» atento al alba, a la «noche pelirroja».
Cortázar entona en este libro un grito que pide huir de la hiperdefinición, de un mundo donde la etiqueta, el número y el dogma es esencial para vivir. Él se dirige a la Dama Ciencia para quejarse, para expresar el desagrado que le produce sentir que nada puede sentirse ya, que todo parece estar estudiado, tratado, encuadrado en una visión cerrada y conclusa. Cortázar busca romper esa solidez de la cosmovisión humana, busca reivindicar la porosidad de la vida, el carácter rizomático del saber, del comprender, del vivir. Sí, Prosa del observatorio es también una queja a la sociedad en la que él se encuentra, es una queja a científicos concretos, al mundo en general; es una oda a la Naturaleza y su configuración azarosa, inaccesible a un entendimiento humano que busca, desde siempre y para siempre, abarcarlo todo.
Pero la queja, como todo en el universo cortazariano, tiene su visión positiva. Y es que para el escritor argentino hay salida, hay esperanza de apertura de brazos y mentalidad ante algo que nos rodea día a día, que es parte imprescindible de nosotros. El entorno, esa diana para el ojo de Cortázar, es un mar en el que bañarse y disfrutar de todo lo que nos ofrece; es, como piensa el escritor si decidimos hundirnos en ese mar de belleza infinita «algo así como un golpe de ala, un descorrerse, un quejido de amor y entonces ya, entonces tal vez, entonces por eso sí».
Si todavía no lo habéis hecho – cosa que envidio porque será una novedad total que yo ya no voy a poder vivir nunca más –, leed a Cortázar, de verdad. Y no es una obligación, es la invitación a la mayor fiesta literaria que no ha habido jamás.
Para mí Cortázar fue un deslumbramiento. Pocas veces me ha ocurrido algo así con un autor. Leer Rayuela fue descubrir que existían otras maneras de entender la literatura y de entender la vida. Buscaré este libro. Gracias.
Este es un libro de lectura rápida y que contiene en su plenitud esa prosa cortazariana que tanto nos maravilla a sus seguidores. Muy recomendable. ¡Gracias por tu comentario!