Pulsaciones, de Javier Ruescas y Francesc Miralles
Es difícil. Es difícil mantener relaciones. Nos alejamos, nos acercamos, creamos miedos, alegrías, alguna que otra decepción, lágrimas, sonrisas, y un sin fin de momentos que, si se nos preguntara, los habremos coleccionado para recordarlos una y otra vez. Es lo bueno que tiene la memoria, que nos permite viajar en el tiempo y volver a aquellos instantes en los que una palabra, una caricia, un tierno beso, hicieron que nuestro mundo se parara o girara todavía más rápido. Pero, ¿qué sucedería si, por accidente, perdiéramos esos momentos, los olvidáramos, y no fuéramos capaces de encontrar el punto de unión? ¿Seríamos felices, o por el contrario, no sabríamos muy bien qué hacer? ¿Sería ese espacio vacío lo que llenara, paradójicamente, nuestros días? Pulsaciones es aquello que vivimos diariamente, pero también aquello que se nos arrebata; es un mundo en mensajes de texto pero también es un diálogo convertido en novela. Es una vida, rodeada de otras muchas, de otras almas que laten por la compañía de alguien querido, por el sentimiento que produce saberte acompañado, más allá de miedos, de traumas, de lágrimas que brotan por las injusticias de la vida, por los instantes que pueden cambiar todo el recorrido que te habías marcado. Esta es una historia llena de vida, pero también llena de esos huecos que no sabemos, o no podemos, rellenar.
Elia ha tenido un accidente de coche. No recuerda nada de los tres días anteriores. Al despertar, irá enlazando las relaciones con sus amigos, sus padres y compañeros de hospital, en una suerte de conversación a través de una aplicación de móvil. A modo de conversaciones, observaremos como las relaciones se hacen más fuertes y el amor, aquel que estaba olvidado, resurge con toda la fuerza con la que es capaz de abrazarnos a todos.
Hace un tiempo, cuando hablaba de un libro titulado Play dije que, hoy en día, su autor era una de esos jóvenes promesas, o por qué no decirlo ya, escritores juveniles consagrados que manejaban el arte de escribir con el afán de los que saben hacer las cosas bien. Hoy, Javier Ruescas, acompañado por otro autor muy conocido como lo es Francesc Miralles nos trae bajo el brazo una historia diferente, por su forma, y que convierte al lector en un espectador de aquellas conversaciones que todos mantenemos entre nosotros, en algún momento de nuestra vida, con la gente que queremos. No destripo nada a nadie si digo que construir un libro a través de mensajes de texto es una labor titánica, casi diría que una labor de tejedor de sueños que, al fin y al cabo, es lo que son los escritores para mí desde hace años. Porque ellos, y en este caso ellos dos, son los que alumbran de alguna forma el camino que seguimos los que leemos para aprender de nosotros mismos, creando historias en nuestra mente, mientras observamos cómo los personajes que nos acompañan en el camino con capaces de darnos las respuestas adecuadas. Eso sucede aquí. En este pequeño rincón que es Pulsaciones nos vemos inmersos en una historia de amor que puede resultar imposible, en la amistad que crece a pesar de las adversidades, en la familia que acoge y abraza apretando incluso demasiado, y entre mensaje y mensaje, seremos testigos de cómo ciertas murallas caerán y no volverán a levantarse bajo ningún concepto.
Pertenezco a esa generación que creció con los libros. Esa generación que no tenía la tecnología tan a mano cuando se trataba de ponernos en contacto con la gente que te importaba. Y mirando un poco atrás, no era raro entender que yo mirara con cierto escepticismo las nuevas formas de comunicarse de los jóvenes. Supongo que es una cuestión de edad, o de ser un romántico de los de la vieja escuela. Por lo tanto, cuando una novela como Pulsaciones te recuerda que los nuevos momentos, los nuevos tiempos, están aquí para quedarse y para convertir una vida en algo asombroso, es digno de agradecer a esos autores que, con una sensibilidad a flor de piel, son capaces de hacer estallar en los ojos del lector una historia llena de sentimiento, lleno de reflexión, lleno del amor que todos sacamos de dentro cuando sentimos que ya no nos cabe en el pecho, y así poder tocar, aunque sea con una leve caricia, a aquellos que nos siguen los pasos.
Lo dije al principio, es difícil mantener relaciones. Lo que no dije es que, a pesar de esa dificultad, las relaciones son necesarias para, como en el caso del libro de Javier Ruescas y Francesc Miralles, hacernos mejores.
Una reseña muy bonita y muy bien escrita. Deberías pensar en escribir… jejeje. Te felicito.