Alexa, tírate un pedo. Creo que este era el comando de voz, o algo similar. Éramos tres adultos pidiéndole a un asistente de voz que puede decirte el tiempo que hará mañana, qué es una corneja o ponerte el último tema de Rosalía que nos deleitara con una de sus mejores flatulencias. Y Alexa imitaba el sonido de una ventosidad. Le rogamos tantas veces que lo hiciera que en algún momento llegó a colgarse y si le pedías que hiciera una suma el resultado era un pedo. ¿Quién era Elvis Presley? Un pedo. ¿Mañana lloverá? Otro pedo. Lloramos. Lloramos de risa por una tontería escatológica digna de la mente de un infante. Tuvimos que enjugar nuestras lágrimas varias veces. Varios días después, al amigo poseedor del asistente personal virtual empezaron a llegarle a los dispositivos vinculados anuncios de medicamentos para eliminar los gases. La verdad, no sé si fue casualidad o que los algoritmos habían hecho su trabajo. Tenía su gracia y a la vez era inquietante. Aquello solo había sido una anécdota fruto de una broma. Con todo, nos surgieron varias preguntas: ¿Podía la inteligencia artificial recabar detalles íntimos? Si ese era el caso, ¿dónde iban a parar? En QualityLand Marc-Uwe Kling trata de responder esta y cientos de preguntas más llevándonos como turistas por un lugar que podría estar a solo unos pocos años por delante de donde nos encontramos ahora mismo.
QualityLand parece un lugar perfecto. El temor a equivocarse ya no existe porque los algoritmos se encargan de elegir por ti. Saben dónde necesitas estar, qué quieres comprar o cuál es tu pareja perfecta antes siquiera de que tú pienses en ello. Los coches autónomos te llevaran a ese lugar al que tú creías que no querías ir. A no ser que hayan sido hackeados y vaguen por la ciudad como zombis. QualityPartner encontrará a tu pareja ideal. Los algoritmos dicen que esa persona con la que tú decidiste casarte y tener hijos no es la adecuada. Déjate llevar por los algoritmos. Abandona tu vida, deja que creen otra por ti. Ascender en la escala social es más fácil que nunca. Solo dependerá de tu nivel de salud, de la pareja que tengas, del trabajo que ejerzas, de tu dinero, de a cuantas personas le caigas bien en la red y de un centenar de parámetros más, empezando por tu apellido. Este depende del trabajo que ejercían tus progenitores cuando te concibieron. Y será lo que marque tu ventaja en la línea de salida de este endiablado juego. Peter Sinempleo sabe que algo falla en el sistema. Ha visto robots con problemas psicológicos y humanos que se dejan llevar ciegamente, hasta las últimas consecuencias, por los algoritmos. Ha visto como cientos de miles de cámaras graban indiscriminadamente a los ciudadanos de QualityLand invadiendo su intimidad con el simple objetivo de venderle un producto. Aunque lo que ha hecho perder la paciencia de Peter para que emprenda una batalla contra esta falsa utopía ha sido un vibrador de color rosa con forma de delfín.
La novela QualityLand no es lo que parece. O no es lo que yo me esperaba. Me había formado una idea errónea. Una opinión preconcebida porque leí las críticas de la faja del libro. Algún medio lo comparó con la obra de Douglas Adams, así que esperaba una trama cargada de aventuras disparatadas y de humor arrolladoramente absurdo. Y en algún momento puntual lo encontré. Al igual que hallé escenas donde el humor ácido me llevó a imaginarme a Peter Sinempleo como el principal protagonista de un capítulo de Futurama. Así que tras un inicio prometedor aunque lento, que se hace algo pesado porque el autor necesita desarrollar el mundo pasito a pasito, de forma detallada para que todo cuadre milimétricamente, descubro que el humor no lo inunda todo y que los momentos de seriedad son en realidad el punto fuerte de la novela.
Con QualityLand Marc-Uwe Kling se sirve de la sátira para mostrarnos todo lo que puede ir mal si no utilizamos adecuadamente la tecnología. Un personaje ignorante o neófito en algunos temas sirve para explicarnos conceptos tan sumamente atrayentes como El test de Turing, las implicaciones morales en la IA, La paradoja de Moravec o cómo operan en bolsa las compañías de alta frecuencia. Todo con un lenguaje cercano y ameno, como si estuvieras asistiendo a una TED Talk. Y de esta forma, la utopía va desvistiéndose a lo largo de cada capítulo para mostrar la cara más horrenda de una distopía.
El autor se vale de una trama en la que tres historias acabarán confluyendo. La de Peter Sinempleo tomará como base la interacción de los humanos con la tecnología, el hipercapitalismo y los monopolios. Martyn Presidente es un político sin escrúpulos con una supuesta familia modélica. El día a día de esta familia en una casa donde la domótica está a la última y se vale de la biometría hasta para las cosas más absurdas desencadenará momentos complejos y dramáticos en donde la impunidad ante un abuso de poder dependerá del estatus social. Por último tenemos a John of Us, una IA que quiere ser presidente. Las empresas que controlan el mundo intentarán mangonearlo como si fuera un pelele más, pero John les saldrá rana. Marc-Uwe Kling nos describe cómo funciona la política y la importancia de controlar los algoritmos para manipular las elecciones. Además de estas tres tramas, el libro se conforma también de recortes de noticias que ocurren en QualityLand. ClickBaits con más merchandising que información veraz. Encontramos también una guía turística que sirve para que descubramos los intríngulis de QualityLand. Y también hallaremos recomendaciones literarias y cinematográficas en las que será imposible no soltar una buena carcajada.
QualityLand, publicado por Tusquets, es una sátira de ciencia ficción brillante e inquietante con toques de humor que rebajan el siniestro mensaje subyacente y con la seriedad adecuada para tratar todos esos temas que nos suenan de las novelas de Philip K. Dick o de series como Black Mirror, West World o Years & Years.