Si buscan algo diferente que leer, dejen de buscar, si hay algo que es Qué difícil es ser Dios es eso, diferente. ¿Y diferente a qué?, se preguntarán, pues a todo, les respondo gustosamente. Hasta tal punto es original que al principio cuesta un poco ubicarse, saber qué está ocurriendo. Sin embargo poco a poco entra uno en la historia y en la forma en que está contada y el riesgo ya deja de ser perderse, sino deslumbrarse, y no porque sea una trama especialmente compleja o porque se utilicen recursos estilísticos especialmente brillantes, sino porque la novela suscita tantas reflexiones que resulta difícil abarcarlas.
Tal vez sea necesario puntualizar que lo difícil no es exactamente ser Dios, porque don Rumata no es sino un hombre al que la vida le ha colocado en posición de disponer de un poner prácticamente sobrenatural en una sociedad, Arkanar, mucho más atrasada que la suya, sino que lo difícil es ejercer el poder prácticamente ilimitado de los dioses sin serlo. Les dejo a ustedes la reflexión sobre la dificultad de serlo, ya sea de su existencia o del ejercicio de sus funciones, pero lo interesante de Rumata es su doble condición humana y sobrenatural y su exigencia moral de no intervenir, ya que no deja de ser un observador, o de sí hacerlo. Dicen que esta novela, publicada originariamente en 1964 en la Unión Soviética inspiró la Primera Directiva de Star Trek, ya saben, la que establece que no puede haber ninguna interferencia con el desarrollo interno de civilizaciones alienígenas.
Qué difícil es ser Dios en una sociedad brutal, violenta, de la que se pretende erradicar todo rastro de erudición y de compromiso artístico, una sociedad cruelmente sometida por la fuerza de las armas. Ser ciudadano en esa oscura Arkanar, por cierto, es cualquier cosa menos fácil, pero vamos a lo que vamos: Rumata debe luchar su batalla interior entre salvar lo que de humano hay en esa civilización o cumplir con su deber de no interferir. Ocurre que Rumata es un ser humano con sus propias contradicciones, con sus puntos débiles, y eso es lo que añade dificultad a su tarea porque entre sus dilemas no sólo está interferir o no, también debe hacer frente a sus otras pulsiones, no necesariamente nobles, como la venganza o, en fin, la defensa de sus intereses particulares.
El mundo de Arkanar es una especie de edad media terráquea o, si prefieren que utilice una referencia más moderna, un invierno de Juego de Tronos en donde son las que espadas, lanzas y hachas quienes argumentan en las relaciones interpersonales. Y el vino. Y una serie de historiadores de la tierra se infiltran en ese mundo oscuro para documentar su evolución e investigar su historia con el mandato expreso de no interferir en la misma. Entre las muchas obsesiones poco edificantes de los gobernantes de Arkanar está eliminar a todo aquel que tenga la menor inclinación intelectual, lo que no sólo significa perseguir y eliminar a los artistas sino que implica darle el mismo tratamiento definitivo a profesores o médicos. Y la historia que poco a poco y con un estilo muy particular se nos va presentando bien podría ser una novela de aventuras, el ritmo y las situaciones que se van planteando son complicadas, entretenidas incluso, pero a los lectores nos pasa como a los dioses, es difícil ser uno y lidiar con esa manía de pensar que nos surge ante cualquier situación que implique algún dilema moral. Y de repente nos vemos a nosotros mismos en Arkanar y nos preguntamos qué haríamos nosotros en cada una de las situaciones con las que debe lidiar Rumata y créanme, a poco sinceros que seamos no es tan fácil respondernos y salir ilesos.
Esta edición de Gigamesh de Qué difícil es ser Dios es una traducción íntegra y directa del ruso, lo que imagino una tarea titánica, y no sería esta una reseña ni medio completa si no citara aquí a sus responsables: Justo E. Vasco y Raquel Marqués. Y algo más debo decir de la edición, porque es un libro francamente llamativo y la ilustración de cubierta de Alejandro Terán es en gran medida responsable de ello. También señalar que ha habido adaptaciones cinematográficas de esta novela, me consta que está disponible en nuestro país la de Andrei German de 2013 en la plataforma Filmin, que además la ha seleccionado como una de las mejores de la década.
Qué difícil es ser Dios es la primera obra de los hermanos Strugatski que leo, pero es difícil que sea la última porque es tan original e interesante que deja ganas de más. No se trata solo de sus valores literarios, su reflexión sobre la capacidad de las sociedades humanas para perder de vista los valores que las convierten en eso mismo, diría que está de plena actualidad. No es de extrañar su compromiso contra el fascismo, sino su actualidad. La ciencia ficción funciona cuando habla de nosotros mismos y, con las salvedades de la actualización histórica, no podemos negar que Arkanar vive en nosotros y si hay observadores todopoderosos infiltrados no podemos confiar en que nos hagan el trabajo porque ya sabemos que tienen la orden de no intervenir, por supuesto, pero sobre todo porque es responsabilidad nuestra y responsabilizarnos de nuestro futuro es la única forma con una remota posibilidad de éxito de que efectivamente tengamos uno.
Andrés Barrero
@abarreror
contacto@andresbarrero.es
Hola.
Acabo de empezar la novela y, tras leer la presentación, hay un prólogo que me ha descolocado bastante. Chicos con carabina y ballesta, un extraño juego con referencias a Guillermo Tell y una carretera a una zona prohibida. Te prometo que pensé que esto iba más en la línea de Pícnic al lado del camino -la otra novela famosa de los hermanos, semilla de la película Stalker de Tarkovski- y que algo fallaba tras lo leído anteriormente de su argumento en la contraportada ¿Tiene sentido ese prólogo en la novela? Saludos y gracias.
El prólogo es bastante desconcertante, el libro en general lo es pero el comienzo resulta difícil de entender. No he leído Picnic al otro lado del camino, así que en eso no puedo aportar nada, pero esta novela desde luego es una experiencia diferente, no es fácil pero a mi personalmente me encantó, aunque hay fases en las que se pierde uno. Es de esos libros que se valoran cuando se terminan y o bien te ha gustado mucho o no lo ha hecho en absoluto.
Lo leí hace tiempo y lo recuerdo con admiración. Me pareció una gran historia. Luego no he leído nada más de Arkadi y Boris Strugatsky, lo que lamento. Una historia que remite a otras historias y a la realidad del mundo en que vivían estos escritores. Quizás de forma no muy diferente a lo que decía Italo Calvino: “Todo ha empezado ya antes. La primera línea de la primera página de toda novela remite a algo que ha sucedido ya fuera del libro” (Si una noche de invierno un viajero).
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