No son pocas las veces que me han dicho que soy una adicta al trabajo. El otro día hablaba con mi jefe y este me decía que tenía que aprender a perder el tiempo. ¡Mi jefe! Y es que, pensándolo bien, sí que debería hacerlo. No sé perder el tiempo. No sé estar tirada en el sofá viendo una serie sin pensar en absolutamente nada. Si decido ver una película pueden darse dos opciones: una, que me pase todo el rato pensando en todas las cosas que tengo que hacer y que no estoy haciendo; o dos, que acabe por levantarme del sofá y me ponga a hacer algo de provecho. Os lo juro, ojalá fuera capaz. Es algo que tengo que remediar con urgencia porque, a veces, vivir dentro de mi propia cabeza es un poco agotador.
Y entonces llega este libro del que vengo a hablaros hoy, Quien juega con fuego. Y me presenta a una protagonista que es adicta al trabajo. Era cirujana, pero debido a una enfermedad que no le permite controlar demasiado bien su pulso tiene que abandonar la medicina. Y a pesar de que tiene ya edad para jubilarse, la mujer decide hacerse detective privado. A vosotros os puede sonar a locura, pero esta señora me representa al cien por cien. De hecho, me ha recordado a mí, porque mientras me sacaba la carrera aproveché para estudiar un máster y un posgrado y no contenta con ello, también empecé otra carrera. Por si acaso, que nunca se sabe lo que le va a deparar a una la vida.
El caso es que esta mujer empieza en ese mundillo de los detectives privados en el cual, como era de esperar, pasa el noventa por ciento de su tiempo persiguiendo a hombres infieles. Un día le llega un encargo de parte de una mujer que quiere saber por qué su marido llega a las tantas todas las noches. “Esto apesta a amante”, pensé yo. Pero resulta que cuando Gunvor (que así se llama nuestra prota) se entera de que ese hombre va por los bares buscando a una jovencita de la cual tiene una fotografía… vi claramente que estaba equivocada. Precisamente ahí empieza una historia que bien podría asemejarse a la del ratón y el gato, en la que nunca se sabe quién es el bueno y quién es el malo.
Esta novela está escrita por Luna Miller, autora sueca, que ya ha escrito previamente alguna que otra novela. Por lo visto, Quien juega con fuego forma parte de una saga en la que Gunvor es la protagonista. Si os soy sincera, he buscado en Internet un poco sobre esta saga y no he podido encontrar si este es el primer libro o si hay alguno previo. Si es así y es una segunda parte, os aseguro que se lee perfectamente sin necesidad de haber leído otro anteriormente. Ya os digo que esto no lo he podido confirmar, así que solo es una hipótesis que quería dejar reflejada por aquí.
Pero volvamos al libro. Una de las cosas que más me ha gustado de este es la relación que se forja entre Gunvor y dos protagonistas “accesorios”, por llamarlos de alguna forma, que serán un chico y una chica que la acompañarán en la investigación. Y me ha gustado tanto porque los personajes no pueden ser más dispares entre sí pero aun así, consiguen limar sus diferencias y formar una piña, que al final es lo que necesitan si quieren resolver de una vez por todas el misterio. También me ha gustado la historia del hombre al que Gunvor persigue, ya que es lo que da sentido al libro y gracias a ella toda la trama se mantiene en vilo hasta el final. Y, por supuesto, la propia Gunvor, que es un personaje al que al final se le coge mucho cariño. Respecto a ella, os confesaré que cuando leí la sinopsis y vi que la protagonista era una mujer mayor con edad de jubilarse, me la imaginé así como tierna y adorable. Pero Gunvor es una mujer todoterreno, que entrena todos los días duramente y que se ha echado un novio en Las Canarias porque ella lo vale. Vamos, nada que ver con lo que yo me había figurado ¡Bien por Gunvor!
Pero tengo que decir que ha habido una cosa que no me ha gustado nada y que ha hecho que mi lectura se viera ralentizada: la propia edición del libro. He visto muchos fallos, como por ejemplo que algunas palabras se cortaran a mitad y que continuaran en el siguiente renglón, pero con la separación donde no debería estar… Es una pena, porque yo entiendo que se trata de un libro autoeditado, pero hay una serie de puntos que debería cuidarse sí o sí. Al igual que la traducción, que para mi gusto en algunas frases es poco natural, resultando un tanto forzada.
Esas pegas han hecho que tardara en acostumbrarme al propio estilo del libro de Luna Miller más de lo normal. Está claro que cada obra tiene su forma y muchas veces hay que adaptarse a ella para poder disfrutar de la lectura (véanse, por ejemplo, las novelas de Saramago, donde los signos de puntuación son completamente autónomos y van a su bola). Así que solo ha sido cuestión de acostumbrarme a ese estilo y optar por olvidarme de esos fallos para así poder seguir con la historia que estaba tan interesante.
Y, en fin, os diré que mientras estoy haciendo esta reseña mi cabeza está recordando todas las cosas que tengo que hacer (ya que ve que estoy a punto de terminar esta tarea) y así no dejarme descansar ni un minuto. Pero, ¿sabéis qué? ¡De eso nada! He decidido que después de hablaros de este libro me voy a poner una serie con la que estoy bastante atrasada y voy a perder el tiempo.