Reseña del libro “Quienes se marchan de Omelas”, de Úrsula K. Le Guin
Ella es una de esas escritoras de referencia y no solo de la ciencia ficción. Ursula K. Le Guin teje historias con una increíble potencia quirúrgica. Quienes se marchan de Omelas está clasificado como ciencia ficción, como la mayoría de su obra, porque no se sitúa en un espacio tiempo llamado real. ¡Benditas metáforas y alegorías que permiten narrar lo que no debe ser nombrado! Algunas claves ya las ensayó en El idioma de la noche y es famosa por títulos como Los desposeídos o La mano izquierda de la oscuridad.
Un dilema ético como el que es planteado en Quienes se marchan de Omelas tiene la potencia de cuestionar toda tu arquitectura moral. Una sociedad ideal, que definirías como utópica, pero que de hecho existe, y que construyes con Úrsula K. Le Guin mientras que recorres las páginas iniciales. Prosperidad, felicidad sin caer en la ingenuidad, infancia alegre y tan “solo” a costa del horrible y cruel sufrimiento de un niño o niña, encerrade en un sótano en las peores condiciones imaginables. ¿Cuál sería tu elección? ¿Lo olvidarías y seguirías disfrutando de tus privilegios? ¿Lo salvarías y condenarías a miles de personas a una vida desgraciada? O bien… te marcharías de Omelas.
Leyendo esta breve pero contundente historia de la maestra y acompañada además la historia por esas brutales ilustraciones de Eva Vázquez en esta edición de Nórdica, me pregunto por qué no se utiliza este cuento en todos los programas educativos. Diría que especialmente en las aulas de los futuros dirigentes políticos o corporativos. Para eso está la ficción. Este espejo negro sirve para reflexionar sobre todas las aparentemente inocentes elecciones diarias. Por ejemplo, el acto de comprar una camiseta a 2€ está basado en la explotación, casi esclavitud, de niñas y mujeres. Si lo sabes, ¿por qué sigues haciéndolo?
Puede que la historia de Quienes se marchan de Omelas te parezca forzada o artificial y no remueva tu conciencia. Como es cortita, te invito a que la releas de nuevo. Úrsula K. Le Guin te rompe el corazón y desmonta la falacia del “horizonte utópico” sobre la que está montada la cultura popular. Aceptamos infinitas crueldades, torturas, injusticias y barbarie sobre la base de que son necesarias para seguir avanzando como humanidad con H mayúscula, pero no quiero escribirlo así. Después de leer este relato no siento que merezcamos como especie una letra capital.
Omelas es una civilización que ha escapado de la tecnología y donde la “sonrisa es arcaica”, dice la autora. Pienso en las famosas “sonrisas etruscas” que conocí en las diapositivas de Historia del Arte en COU. Ahora entiendo el valor fingido de esas representaciones. Nada auténtico puede ocurrir en una organización colectiva cimentada en el rigor mortis de la máscara. Todas las imágenes que mostramos en los mundos virtuales ostentan la categoría de fake de la misma manera que Omelas finge ser “ideal”.
Quienes se marchan de Omelas buscan al menos no participar en el horror porque una de las reglas de esa sociedad autodefinida como “perfecta” es que pueden visitar a la criatura torturade pero ni pueden darle comida, ni consuelo ni ninguna otra clase de ayuda. Algunos lloran momentáneamente pero siguen con su privilegiada y feliz vida. ¿Te suena verdad? Miramos a otro lado o directamente ni siquiera lo vemos. Como dijo el genial Roto: “De tanto mirar a otro lado nos vamos a quedar estrábicos”.