Reseña del libro “Radicalizado: Cuatro distopías muy actuales”, de Cory Doctorow
Hoy reseñamos “Radicalizado: Cuatro distopías muy actuales”, de Cory Doctorow (Capitán Swing Libros) una antología de cuatro distopías de ciencia ficción. Aclaro esto último porque distopías —que, aclaremos, son antiutopías, es decir, la plasmación de sociedades imaginarias alienadas por un poder totalitario—, desgraciadamente, se han dado siempre en nuestro pasado histórico, aunque, en el ámbito literario, suelen elegir siempre el más fértil y maleable terreno de lo que está por venir.
El primero de los relatos que compone la antología, Pan no autorizado, es una enorme crítica social del capitalismo realizada desde dos vertientes concomitantes: una, de cómo la “especialización” de los electrodomésticos y aparatos de casa se hace con idea de que consumamos de una manera más dirigida por las macroempresas y , a la vez, más onerosa para nuestro bolsillo; otra, del trato vejatorio y aséptico que se les proporciona a los refugiados e inmigrantes, cediendo los trámites burocráticos a máquinas, un gesto hueco que parece tratar de despersonalizar a la persona y, al mismo tiempo, de darles a entender que sabemos de sus intenciones aviesas y siempre sospechosas para el que tiene otro color de piel, y la gran falacia que de tanto repetida ha permeado en la sociedad, el “vienen a quitarnos los puestos de trabajo”.
Al final, nos encontramos a personas de clase social baja denigradas por mor del afán depredatorio de las empresas al estatus de clientes potenciales, sin más; a meras cifras en un ordenador, en un mercado de valores. ¿Nos suena?
En el siguiente, Una minoría modélica, sacaremos la conclusión de que no hay nadie por encima de papá Estado (llámese Gobierno, llámese lobby económico). Nadie, aunque posea poderes y capacidades sobrehumanas. Porque papá Estado no solo decide sobre el destino de las personas, sino que, incluso, sobre tu raza. Ser blanco es algo que otras personas eligen por ti, se dice en el relato. Hasta ser humano, apostillo. Y cuando el superhéroe aclamado por todos pero vigilado estrechamente por el Gobierno (que sospecha de todo aquel que le puede hacer sombra, de todo aquel que, en los USA, no es blanco, anglosajón y protestante), decide apoyar al pueblo en contra de la represión de las autoridades, pierde su condición de héroe, de blanco. De humano.
Porque el verdadero superpoder consiste en poder convencer a todo el mundo de lo que queremos que crean, de nuestra versión sesgada de los hechos, a través de la manipulación de la información y las redes sociales.
Y, contra esto, ni Supermán puede salir indemne.
Después nos encontramos con la que da título a la antología, Radicalizado. Nos encontramos ante un terrible dilema moral, resumido en ¿hasta dónde estarías dispuesto a llegar por ayudar a un ser querido? Más concretamente, ¿qué harías si la sociedad —encarnada en las compañías privadas de seguros médicos— en la que has estado viviendo y contribuyendo con tus impuestos, negara ese auxilio a quien amas, aludiendo a “cuestiones económicas”? ¿Reclamarías? Claro, pero eso es predicar en el desierto. No sirve. Los plazos se alargan, los abogados son caros, la salud de quien quieres se acaba, al contrario que la interminable nómina de abogados de dichas compañías. ¿Buscarías apoyo en grupos de personas que se encuentran en la misma situación que tú? Seguramente sí. Pero quizá ver tus pensamientos reflejados en otros no te ayude, sino que te destruye. Te vuelve un radicalizado. Te lleva a un lugar oscuro del que no hay marcha atrás. La rabia se aposenta de una manera definitiva en tu vida. ¿Y ahora? ¿Qué te queda? ¿Vengarte de aquellos que han dejado morir a los tuyos por no ver perjudicada su cuenta de beneficios a final de mes, aunque sean padres, hijos o esposos? ¿Aunque sean como tú? ¿Matar? ¿Esa es la solución, la única salida? Porque nada hay más peligroso que un hombre que lo ha perdido todo ¿Y si otros como tú siguieran tu ejemplo?
Y estas reflexiones, profundas, que tiran de nuestra empatía, que nos parecen cercanas en nuestra sociedad porque, a pesar de que aquí tenemos una sanidad pública, esta se ve cada vez más mermada en sus recursos, y nos llevan a otra tan palmaria y definitiva como… ¿se arregla una injusticia cometiendo otra?
En la última de las historias, La máscara de la muerte roja, su título es una pista definitiva: como aquél clásico de Poe, es una alegoría sobre lo imprevisible e inevitable de la muerte, solo que en vez de encontrarnos en un entorno gótico, lo hacemos en uno apocalíptico, survivalista, que dirían los anglos, un Mad Max mucho más realista. Pero, como sucede en su homónimo, por más que te creas por encima de la ley, de la plebe, protegido tras tus altas murallas y los recursos que el dinero que tú y otros de tu cohorte elitista habéis logrado reunir, esperando que el caos de fuera amaine para que tú y los tuyos salgan y se yergan entre los supervivientes como mesías, comerciantes y benefactores, y volváis a ocupar lo más alto de la cúspide social (o de la pirámide trófica en vuestro caso), la muerte siempre asoma la patita, siempre es la última en abandonar la fiesta.
No vamos a encontrar en esta novela un tipo de distopía al estilo de las clásicas, donde evocamos sociedades abstractas, irreales (1984 o Un mundo feliz), sino que abordamos, con credibilidad en la construcción y aportación de datos —muchos de los protagonistas de las historias, de hecho, en uno u otro momento de las mismas aprovechan a emitir su speech contra los engranajes legales, la sociedad o el gobierno—, más en el estilo de Guerra mundial Z, de Max Brooks. Abordamos, por tanto, problemas del día a día, porque esta que tenéis en vuestras manos es una distopía de aquí al lado, de lo que no solo está a punto de suceder, sino que puede está sucediendo ya: ordenadores a cargo de todo, represión policial, coartación de libertades, recortes en la sanidad pública, hartazgo social… Y es aquí donde se esconde la verdadera carga de la antología, y del género distópico en sí: en la mirada al abismo, porque contemplaremos como en un espejo cuáles son las posibles consecuencias de nuestros actos; y en la reflexión profunda que nos obligará a hacer sobre cuál es el lugar hacia donde nos dirigimos, si ese es el futuro (o presente) que queremos, y qué capacidades y resortes, principalmente morales y éticos, tenemos como individuos y como sociedad, para cambiar ese (este) poco halagüeño futuro.