Siempre me ha gustado dibujar. De niño lo hacía constantemente. Ahora lo hago de tanto en tanto y en ocasiones lo empleo como método de relajación. Y es que desde que trazo la primera línea sobre el papel, sintiendo como el lápiz deja su impronta en ese pedazo de celulosa virgen, consigo transportarme a ese niño que fui y que dibujaba en los márgenes del libro de matemáticas, del de naturaleza o en el propio pupitre. Sí, fui uno de esos niños que disfrutaba creando monigotes; algunos sin sentido, otros sospechosamente parecidos a los profesores o compañeros de clase. Muchas de esas caricaturas, y porque lo hacía sin malicia alguna y sin ganas de mofarme de nadie, fueron entregadas o vistas por sus modelos. El profesor de artes plásticas, que en una ocasión, y como parte de unos deberes, convertí en un personaje de cómic que intentaba huir de la pareja protagonista de Expediente X, llegó a otorgarme un excelente en su materia. Aunque el mejor premio fueron sus carcajadas. Aquello me hizo ver que en realidad poco importaba si el dibujo era de notable factura o un sencillo esbozo, pues siempre y cuando gozara de cierta personalidad la gente reaccionaria.
En Rakugaki Bunpei Yorifuji busca una reacción: la de aquella persona que nunca se ha atrevido a dibujar o la de aquella otra que dibujó y que por no alcanzar los niveles de convencionalismo en la representación artística fue juzgada duramente (¡Qué mal dibujas! ¡Menuda birria! Eso no se parece a un caballo, dedícate a otra cosa. ¿Os suena?) El autor, a través de un método sencillo, tratará no de enseñarte a dibujar sino a animarte a que dibujes. No importa cómo lo haces sino que lo hagas. O como dice el autor: “Desde mi punto de vista, dibujar bien no tiene ninguna importancia. Lo esencial es dibujar lo que a uno le gusta ver e imaginar.” De esta forma y a través de este manual, Bunpei Yorifuji nos transporta a nuestra infancia, a ese lugar en el pasado en el que nadie juzgaba si aquellos garabatos eran dignos o no.
Bunpei Yorifuji es un ilustrador japonés que en el año 2000 creó el estudio de diseño Bunpei Ginza. Su campaña para el metro de Tokio se hizo mundialmente conocida. En ella aparecían representados los comportamientos a evitar en el transporte público. En el libro Wonderful life with the elements, a través de afables dibujos y con cierto tono humorístico, mostró la cara más amable y divertida de la química. En otra campaña, esta vez para la empresa Muji (experta en productos para el hogar), mostraba algunos de los productos que podías hallar en sus filiales a lo largo y ancho del mundo. En los tres trabajos destacaba su dibujo sencillo, incluso austero, pero de marcada personalidad. Un estilo de ilustración que en Japón se denomina rakugaki y que su significado bascula entre grafiti y garabato.
En Rakugaki el autor se vale de sencillos ejercicios y reflexiones, que en ocasiones cuentan aspectos de su vida o sucesos ya acaecidos con un marcado tono filosófico, para acercarnos al arte de practicar el rakugaki. En el libro descubriremos cómo dibujar a una persona tirándose un pedo (por fin alguien que tiene en cuenta las necesidades fisiológicas básicas del humano), crearemos monstruos imposibles combinando diferentes animales, daremos vida a objetos inanimados o transformaremos a un espeluznante humano que camina a cuatro patas en un caballo, un perro o un gato; siempre partiendo de ejercicios simples en los que crear diferentes tipos de líneas será lo primordial. Además, todas las lecciones están adornadas con una imaginación desbordante y amistosos monigotes que nos guiarán a lo largo de todo el libro. Si a esto le añadimos la despampanante y cuidada edición de Blackie Books se hace casi imposible resistirse.
En definitiva, Rakugaki no es un libro para aprender a dibujar sino un libro para que te sientas totalmente libre de plasmar tus pensamientos sobre un papel sin temor al qué dirán. Así pues, dibuja líneas, crea formas, encuentra tu propio estilo (o no), pero sobre todo diviértete mientras desarrollas tu creatividad.