Si os digo que espero cada nueva publicación de Blackie Books con las mismas ganas de que llegue el nuevo catálogo de Ikea o de que empiece la nueva temporada de The Walking dead podréis haceros una idea de mi devoción por esta editorial. ¿A qué se debe mi ateísmo camuflado en esta casi experiencia religiosa? Pues primero a que puestos a seguir una religión, la menda seguiría el Literaturismo, que me la acabo de inventar, pero suena bien. Y si el Literaturismo existiese sería polilibrista, of course. Y Blackie Books uno de sus profetas. Como ida de olla creo que ya está bien. El caso es que esta editorial catalana tiene un catálogo que me fascina, del cual he leído no sé qué tanto por ciento, pero es bastante elevado. Tiene autores frescos (en todos los sentidos), geniales y singulares. Tiene variedad en sus publicaciones y saben venderse extremadamente bien. Son unos genios de la publicidad. Otro motivo es el editor Jefe, Lino, un perrito adorable. Cómo no iba a gustarme. Así pues, Blackie Books, te alabamos óyenos.
Dejando clara mi fascinación inicial por esta editorial, no es de extrañar que quiera leer todas sus publicaciones. En esta ocasión ha sido el turno de Rayos, de Miqui Otero.
Si he de ser sincera, a Miqui Otero no lo conocía. Hay una frase que seguro habréis oído que dice que ver a alguien leyendo un libro que te gusta, es ver a un libro recomendarte una persona. Pues en mi caso, la recomendación viene de la propia editorial. Y, efectivamente, otro libro que no defrauda. Otra magnífica lectura.
Os doy algunas pistas por si hay alguien más en la sala que no conozca al escritor. Miqui Otero es un joven autor catalán con tres novelas publicadas: Hilo musical (premio Nuevo Talento Fnac), La cápsula del tiempo (editado por Blackie Books y que me muero de ganas de leer) y Rayos. Es articulista en El País, La Vanguardia y además, es profesor de periodismo y literatura en la UAB. Personalmente, no me importaría cambiarme por él. Vamos, lo mío es envidia cochina y sana.
Como soy una lectora novata de Otero no puedo comparar esta novela con las anteriores. Lo cual, por una parte, creo que puede resultar hasta bueno. Rayos me ha resultado graciosa, de sonrisas de medio lado y de carcajadas, también me ha parecido tierna, una ternura nostálgica que se instala en el corazón y te acompaña durante toda la lectura.
Fidel Centella es el protagonista. Brais, Iu y Justo son sus amigos, sus rayos. ¿Por qué rayos? Porque los rayos iluminan, los rayos guían y te llevan por caminos, algunos mejores que otros, pero siempre te acompañan. Porque los focos que se iluminan por la noche en Montjuic sirven de rayos de referencia a Fidel para no perderse, al igual que sus amigos. Los rayos son mucho más que todo esto. Los rayos son esa luz que sólo los amigos pueden ofrecerte cuando aún eres demasiado joven para ser adulto y demasiado mayor para seguir jugando a ser un niñato. Esa luz que te consuela en los momentos difíciles, como la muerte o enfermedad de un padre. Esa luz que sólo se enciende si los cuatro protagonistas de esta novela están juntos. Una luz inmensa y cegadora. Eso son los rayos.
Las vivencias de este grupo de jóvenes en sus veintipocos están genialmente narradas por Otero. De manera hilarante a veces, desoladora otras, y realista, muy realista. Congeniar con el protagonista no es difícil, porque todos hemos pasado por esa edad y de algún u otro modo, hemos experimentado situaciones parecidas. Incluido el amor, que también aparece en esta novela representado de manera caleidoscópica. Bárbara y Diana, los dos amores de Fidel son algo así como el Yin y el Yang. Opuestas pero capaces de complementar a Fidel, cada una a su manera.
Imprescindible también la nostalgia que se pasea por las líneas de este libro cuando el protagonista se acuerda de sus orígenes, de su Galicia, de su tierra.
Definitivamente, Miqui Otero es un grande. Sabe lo que hace y lo hace realmente bien. Un genial descubrimiento y una muy recomendable lectura. Si queréis uniros al Literaturismo, podéis empezar por este libro. Palabra de reseñista.