Razones para la anarquía, de Noam Chomsky
El nombre de Noam Chomsky en la cubierta de un libro es un imán prácticamente irresistible, para mi leer a Chomsky siempre es un placer y no necesariamente por coincidencia de ideas, que honestamente creo que es lo de menos, sino por su brillante uso del lenguaje, su claridad expositiva, la erudición de que hace gala y la generosa y pertinente cesión de espacio a textos de otros autores que complementan sus propias argumentaciones. Es un intelectual comprometido, influyente y militante, sí, pero en sus escritos hace gala de la exigencia propia del mundo académico del que procede. La coincidencia o no con sus tesis puede que sea importante desde un punto de vista ideológico pero no lo es desde el punto de vista intelectual, es decir, conviene leer a Chomsky no para darle la razón acríticamente (eso no se debe hacer jamás) sino para reflexionar y llegar a conclusiones propias.
En el caso de Razones para la anarquía, además de esas propias razones y el aparato intelectual que las sustenta, lo que me ha llamado poderosamente la atención es la capacidad del autor para justificar las aparentes contradicciones entre los objetivos finales que se persiguen y las acciones diarias que aparentemente los contradicen pero que son necesarias. Acudir a la autoridad del estado cuando se está en contra de la autoridad del estado. Incluso de su propia existencia. Pues Chomsky es capaz de explicar esto convincentemente lo cual es de extraordinaria utilidad práctica, porque mal que bien a todos nos pasa en un momento u otro, independientemente de cuales sean nuestros principios, que debemos enfrentarnos a situaciones que en un escenario ideal resolveríamos de una manera pero que en el mundo real nos vemos obligados a afrontar de otra bien diferente.
Hay problemas a corto plazo con los que lidiar. No hay nada malo en hacer progresos más discretos, como los realizados desde los años sesenta. Son cambios importantísimos para muchas personas. No digo que no nos queden incontables cumbres por escalar, que las hay. Pero lo lógico es comenzar por lo que tenemos a mano.
Lo mismo sucede con las ciencias. Si lo que uno quiere es averiguar las cuasas de la acción humana, los problemas con los que ha de trabajar se sitúan en los confines de nuestro entendimiento. Es como el chiste del borracho que se ha detenido junto a una farola, mirando al suelo. Llega un tipo y le pregunta: «¿Qué buscas?». «Un lápiz que se me ha caído». «¿Y dónde se te ha caído?», pregunta el tipo. «Al otro lado de la calle», dice el borracho. «Entonces, ¿por qué lo estás buscando aquí?» Y el borracho responde: «Porque aquí hay luz». Así es como trabajan las ciencias. A lo mejor el problema que a uno realmente le interesa está al otro lado de la calle, pero sólo se puede buscar donde hay luz. Si tratamos de desplazarla poco a poco , a lo mejor llegamos al otro lado de la calle.
Pero vayamos con el contenido del libro. Tras una interesante introducción, Razones para la anarquía, que es una recopilación de textos y entrevistas sobre el tema con una cierta edad, aunque muy actuales, comienza con dos textos sobre el anarquismo que constituyen un estudio histórico el primero y una reflexión sobre su futuro el segundo. A continuación tenemos un pequeño ensayo sobre la experiencia del anarcosindicalismo español a finales de la república, muy interesante por lo que nos toca pero sobre todo porque lo hace con una mirada diferente de la nuestra, aun tan estúpidamente crispada y panfletaria. Le sigue una interesante entrevista y se cierra el libro con una no menos interesante reflexión sobre un tema que Chomsky confiesa que le confunde, “lenguaje y libertad”.
Todo el libro es brillante, tiene Chomsky la sana costumbre de acudir a las fuentes (y ponerlas a disposición del lector) en lugar de recurrir a lugares comunes y a convenciones que gozan de mucha más aceptación que de fundamento. Hay en estas páginas una crítica al capitalismo salvaje y en general a toda forma de autoridad ilegítima, y es interesante señalar que considera que la carga de la prueba de esa legitimidad recae en quien aspira a ejercerla. Este texto contribuye eficazmente a desterrar no pocos tópicos comúnmente aceptados, pero sobre todo invita a reflexionar y a disfrutar de las bondades del pensamiento autónomo y la libertad intelectual. Las conclusiones, créanme, son cosa suya, pero merece la pena recorrer el camino que Chomsky. No es la suya una apuesta por una u otra medida concreta, sino por anteponer a cualquier otra consideración la dignidad humana.
Andrés Barrero
@abarreror
contacto@andresbarrero.es
creo que donde dicen portada deberían decir cubierta.
Pues tiene toda la razón, acabo de corregirlo. Muchas gracias por la observación.
Un abrazo,
Andrés